Panamá informó que la Isla participará en abril de la reunión continental, lo que permitirá un encuentro cara a cara entre Barack Obama y Raúl Castro. La Cumbre de las Américas es impulsada por la OEA, organismo del cual forma parte Cuba pero fue suspendida su membresía desde 1962 hasta 2009, y no volvió a participar como miembro activo.

Suspensión contra la cual estuvo en desacuerdo el gobierno del presidente Arturo Frondizi, porque alegaba que ello no sólo acrecentaría la naciente dependencia de Cuba con la URSS, sino que además alentaría las tendencias expansivas de la revolución cubana en nuestra región, cosa que le hizo saber al presidente Kennedy en las dos entrevistas que tuvo con él, y repitió en su último discurso sobre una política exterior independiente, el 3 de febrero de 1962 al inaugurar las obras del túnel subfluvial Paraná-Santa Fe, cuando dijo que frente a la intriga y la violencia del comunismo internacional, que amenazaba nuestra propia existencia en América, no se podía emplear cualquier expediente, como el de violar la ley internacional, que es la única coraza que nos protegía. Por ello, solo los gobiernos de seis naciones en la entonces reciente conferencia de Punta del Este se negaron a olvidar los preceptos de la OEA y los principios de autodeterminación y no intervención. Y agregaba Frondizi, que la delegación argentina en dicha reunión no improvisó ni actuó a la zaga de los acontecimientos, sino que fue intérprete de una doctrina basada en arduas experiencias. Porque a pesar de la Guerra Fría y los intereses egoístas que se escondían detrás de ella, y a pesar de las reiteradas tentativas de penetración que realizaba el comunismo internacional, a nosotros, los argentinos, nos cabía dejar claramente establecido que lo que se estaba discutiendo no era la suerte de un caudillo extremista que se expresaba a favor de un orden político que nada tenía que ver con nuestros pueblos, sino con el futuro de un grupo de naciones subdesarrolladas que habían decidido libremente acceder a niveles más altos de desenvolvimiento económico y social. Por lo cual, si esa soberana decisión no era respetada, si se pretendía distorsionar con el juego ideológico de los extremismos, entonces sí que el mal sería difícil de conjurar y el continente entero se convulsionaría. Por eso Frondizi estuvo dispuesto a repudiar la intervención ilegítima del comunismo en América y a declarar, como se hizo, que el gobierno de Cuba, en cuanto subordinaba su comportamiento en las relaciones hemisféricas al bloque de las naciones comunistas, adoptaba una posición incompatible con el sistema americano, aunque Cuba como nación, que era lo permanente, no podía ni debía ser confundida con un gobierno, que como todo gobierno era transitorio. Sostuvo que la reunión de cancilleres, como órgano de consulta, no estaba facultada para excluir al gobierno de un Estado miembro, conforme estatutos y tratados en vigor. Y así Brasil, México, Chile, Ecuador, Bolivia y Argentina fundaron su abstención.

Frondizi en 1983, en una larga charla que tuve sobre aspectos de su gobierno en el plano internacional, del cual participé hasta su final, me recordó que su apreciación había sido correcta, pero que los sectores extremistas que pensaban lo contrario tuvieron el pretexto para dar un golpe contra nuestra democracia.   Me recordó las dos entrevistas que había tenido con el presidente Kennedy, así como dos anteriores con el presidente Einsenhower. Y que en las de septiembre de 1961, con Kennedy, el tema de Cuba ocupó gran parte de la conversación y le expuso su convicción de que había que buscar fórmulas que permitieran la coexistencia del gobierno de Castro con la de los restantes países americanos. Le señaló cómo la actividad potencial cubana planteaba peligros para la estabilidad democrática de los países de América Latina, ya que nuestros problemas de seguridad no eran iguales a los de EE. UU. Entendiendo entonces, como lo pensaba aún durante nuestra charla, que la política de acosar al gobierno castrista con la permanente amenaza de intervenciones o bloqueos, acentuaba la intervención de la URSS e invitaba a Castro al contraataque subversivo. En el plano bilateral, me reiteró que las conversaciones fueron positivas, puesto que Kennedy valoraba la enorme importancia que tenía para el futuro de la región el éxito de la experiencia del desarrollo democrático que estábamos llevando a cabo en la Argentina. Poco después el presidente Frondizi fue derrocado y el presidente Kennedy asesinado. Volvió luego a repetirme que en aquella segunda reunión de Punta del Este, es decir, en la Octava Reunión de Consulta de Cancilleres, la Argentina no votó por la exclusión de Cuba de la OEA, porque dicha sanción no estaba prevista en la Carta de la OEA y porque esa forma de tratar al problema era contraindicada. Previó con mucha exactitud lo que ocurriría después, incluida la inestabilidad en que entrarían todos los procesos democráticos latinoamericanos, con preocupación por los peligros que surgirían del terrorismo y la subversión.

A décadas de aquellos encuentros, se ha confirmado el análisis de Frondizi. Los métodos que se querían aplicar para derrumbar a Fidel Castro no eran idóneos, así como se confirmó la necesidad de convivir en el continente con el pluralismo político e ideológico. Sobre aquel mencionado discurso de 1962 en Paraná, me contestó que fue su testamento político. Luego rompió relaciones con Cuba, para contrarrestar el golpe de Estado que gestaban la extrema derecha militar y las fuerzas económicas y políticas que la instrumentaban; fue, simplemente, un frustrado esfuerzo para tratar de preservar la legalidad. De estar todavía con vida, el doctor Frondizi vería con profunda satisfacción que Cuba pueda concurrir en abril a la nueva Cumbre de las Américas, con satisfacción y esperanza para todo el continente.


 

 


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