En el tercer artículo del debate, Frigerio cuestionó el apoyo de Héctor Valle al gobierno de Cristina Fernández,  calificandólo de “cortesano”, y explicó en cinco puntos por qué creía que no era un modelo desarrollista

*) Por Rogelio Frigerio (n).

desarrollismo
Rogelio Frigerio, nieto del fundador del desarrollismo y actual ministro del Interior

Mi abuelo, Rogelio Frigerio, se complacía en transmitir a sus nietos su amor por la literatura. Rescato la lectura compartida de fragmentos del Quijote: hoy evoco aquel en el que, una vez más, entre tantas, malamente golpeado, enfrenta los ruegos de su sobrina y de su ama, quienes intentan convencerlo de que deje de andar por montes y valles buscando aventuras. El Quijote replica, simplemente, que él es un caballero. Las mujeres tratan de persuadirlo argumentando que la corte está llena de caballeros, ninguno de los cuales vuelve apaleado. La respuesta del Quijote exaltaba a mi abuelo:

“…No todos los caballeros pueden ser cortesanos, ni todos los cortesanos pueden ser caballeros andantes: de todos ha de haber en el mundo, y aunque todos seamos caballeros, va mucha diferencia de unos a los otros: porque los cortesanos (…) se pasean por todo el mundo mirando un mapa, sin padecer calor ni frío, hambre ni sed; pero nosotros, los caballeros andantes verdaderos, al sol y al frío, a pie y a caballo, medimos toda la tierra con nuestros mismos pies, y no solamente conocemos los enemigos pintados, sino en su mismo ser…”

Mi abuelo despreciaba a los cortesanos. Más que nada porque los cortesanos carecen de coraje: no pueden enfrentar al príncipe con la evidencia de los errores, con el juicio crítico y con la libertad de criterio. Aplauden. Son aplaudidores porque tienen que defender su lugar en la corte.
Hoy hay una prueba para distinguir a los cortesanos: la pregunta sobre la inflación. Es tan obvio que el Gobierno miente y que solamente los cortesanos pueden aplaudir la mentira, que la deshonestidad y el miedo a perder el despacho oficial se hacen evidentes.

En un artículo publicado el último domingo en PERFIL, el funcionario Héctor Valle, un cortesano de los “que recorren el mundo desde un mapa”, hizo méritos para cuidar su escritorio en la corte de Cristina.
Valle adjudica al kirchnerismo –que desde 2004 le concedió la presidencia del Fondo Nacional de las Artes– el título de “Desarrollismo del siglo XXI”.
El delirio de Valle de asociar este modelo al desarrollo y a la inclusión social podría tener, quizá, precaria explicación si él creyera en las cifras del Indec. Lo cual sería sin duda sorprendente tratándose de alguien que supuestamente conoce del tema, ya que tuvo a su cargo ese organismo durante la presidencia de Menem, cuando respondía a las órdenes del por entonces secretario de Planificación, Moisés Ikonicoff.
No puedo menos que responder con una puntualización de mis críticas a la actual política económica. Lo hago con la libertad de criterio de los que “duermen a la intemperie” y con el orgullo de haber recibido el halago de las multas que la corte me impuso por decir la verdad sobre los precios al consumidor:
1) Los países de nuestra región están recibiendo un extraordinario ingreso de divisas por el precio de los productos primarios exportables y por el flujo de dólares con el que los Estados Unidos está empapelando el mundo.
2) Ese fenómeno genera una “plata dulce”, con dólar barato, que atenta contra la sustentabilidad y el crecimiento de la industria en la región.
3) La Argentina eligió la peor solución: la de la revaluación de la moneda por vía de la inflación. La primera está provocando un estancamiento del empleo industrial; la segunda, la caída en la pobreza y la indigencia de sectores cada vez mayores de nuestra población.
4) Con inflación, no hay crédito. Y la ineficacia e insuficiencia de las políticas industriales impide que se pueda competir por innovación y calidad.
5) Un esquema económico asentado en el supuesto del crecimiento eterno de los precios de las commodities es un esquema de alta vulnerabilidad. Requiere medidas de índole mágica: rezar todos los días al precio de la soja.
Valle aludió varias veces en su nota al término “patético”. Sin asumir que cambió de ideas con los años, intenta ahora acomodar a ese cambio su vieja militancia. Manipular y bastardear la historia del desarrollismo, que es en parte su propia historia: eso es lo realmente patético.

Fuente: Perfil (15.05.2011)


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