Llego ante esta Convención con el espíritu conmovido por profundas resonancias humanas. Vengo con Alejandro Gómez, a recibir una orden de este alto cuerpo del partido, y quiero decir, en nombre de estos dos modestos soldados del Radicalismo, que la aceptamos, y que cumpliremos con honor este gran programa que se nos ha entregado. Quiero agradecer a la Convención el honor de este acto y de esta responsabilidad, pero quiero agradecerle también que haya tenido el extraordinario acierto de elegir a Alejandro Gómez candidato a vicepresidente de la República, porque en Gómez la Convención ha rendido un homenaje no a un político, sino a un maestro de escuela, a un maestro de las olvidadas escuelas rurales de nuestra República. Por eso diré siempre que me honra tener a mi lado a Alejandro Gómez, porque ha enseñado a la niñez olvidada de los campos argentinos y es un hombre capaz de enseñarle a la ciudadanía la plenitud de sus posibilidades

Esta noche recuerdo con emoción extraordinaria una mañana de agosto de 1951, cuando comparecí también ante la Convención de mí partido, acompañado por Ricardo Balbín, para asumir la responsabilidad de la lucha por el restablecimiento de la libertad argentina. Hoy puedo decirles que, como cumplimos entonces, cumpliremos ahora la tarea que el partido nos encomienda. Sabemos bien que somos apenas abanderados circunstanciales en esa gran tarea del Radicalismo; y sabemos también, que en el partido no hay hombres ni dirigentes indispensables. El presidente de la Convención ha dicho bien que así como hoy la U. C. R. entrega la responsabilidad de llevar la bandera a dos de sus hombres, mañana ustedes mismos nos juzgarán si no somos capaces de defender, con mano firme y cabeza serena, la realización de un programa que ha de salvar al pueblo argentino.

Gómez y yo sabemos que tenemos también la responsabilidad de representar a toda una generación de la Unión Cívica Radical, una generación que ha venido luchando durante años. En esta noche de emociones y de pesadas responsabilidades, recuerdo con lágrimas en los ojos y dolor en el corazón a los hombres de nuestra generación que cayeron en la lucha por la libertad argentina. Los recuerdo a todos, pero quiero mencionar a dos, a Luis Dellepiane y Moisés Lebenshon, que están en este momento presentes en la Convención de mi partido. Quiero recordar también a las generaciones fundadoras de esta gran fuerza cívica; Alem, con su verbo encendido, y a ese extraordinario místico de la democracia argentina que fue Hipólito Yrigoyen. Quiero decirles a Alem y a Yrigoyen, en nombre de este Radicalismo de 1956, que tenemos en nuestro corazón la fe que a ellos los alentó; que tenemos en nuestro cerebro sus ideas y en nuestras manos sus energías, para que nunca más las fuerzas de la regresión puedan contener el proceso de desarrollo fundamental del pueblo.

Significado del radicalismo

Quiero recordar aquí esta noche, para el país, cuál es el significado del Radicalismo como fuerza permanente de la realización argentina. El Radicalismo parte de una concepción del hombre como ser sagrado, con finalidades morales y espirituales, cuyo clima esencial es la libertad. Por eso la ¨ profesión de Fe Doctrinaria ¨ ha podido decir que el Radicalismo es una requisitoria contra toda filosofía materialista. Y por eso los radicales no podemos ser comunistas. Los radicales identificaron los medios y los fines, que tienen que ser totalmente éticos, porque quien aspira a la transformación de la sociedad, basada en el principio esencial de la libertad, no puede admitir que existan finalidades éticas que deban realizarse por medios que tengan una base de inmoralidad. Esto implica toda una concepción de la vida, una concepción de la familia como célula social, una concepción del país y una concepción de la humanidad. Necesitaba decir esto al país, porque no queremos que ninguna fuerza reaccionaria pueda equivocarse y creer que el Radicalismo está en una pequeña apetencia electoral, cuando nosotros aspiramos a transformar de raíz la realidad nacional para que el hombre argentino quede liberado de la miseria, del miedo y de todas las formas de dictadura.

El Radicalismo es una afirmación de los valores nacionales. Estamos orgullosos de decir que representamos un sentimiento y una idea nacional en medio de la descomposición de grandes sectores que olvidan que la Argentina tiene un espíritu nacional. No hacemos esta afirmación del espíritu nacional con exclusión ni desprecio de otras naciones, sino porque creemos que la idea nacional tiene infinitas posibilidades creadoras, y porque estamos orgullosos de hacer nacido en esta tierra.

Con esta afirmación rechazamos todo planteo internacionalista, el de los partidos extremistas que desprecian la idea nacional. Pero rechazamos también toda forma de sometimiento a los intereses de las grandes potencias, que aspiran a que las demás naciones disuelvan su idea nacional en un cosmopolitismo negador, para poder apropiarse no sólo de sus riquezas naturales, sino de su alma, que es lo que salvará a esta República en su proceso de reconstrucción. Afirmamos la soberanía política y económica, una de las grandes banderas que el Radicalismo agitará ante el pueblo de la República, porque ningún argentino puede renunciar a la defensa de los principios fundamentales que ese concepto encierra.

Pero el Radicalismo no se conforma con ser una afirmación nacional. Es también una afirmación popular, porque partimos de aquel viejo concepto: del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Esta concepción popular nos une con nuestro pasado histórico, nos permite no equivocarnos en el presente y nos asegura la posibilidad de proyectarnos hacia el futuro. La concepción popular del Radicalismo explica su concepción dinámica de la historia y nos lleva a rechazar toda posición estática, que es la base de los privilegios, del estancamiento y de la regresión. Queremos una historia en movimiento, para barrer, precisamente, todas las formas de privilegio y de la regresión en el pueblo argentino.

Dónde estamos

 Necesitamos ahora preguntarnos dónde estamos en este momento de la historia. El Radicalismo estuvo en el gobierno hasta el 8 de setiembre de 1930. Si hemos dicho que no queremos restauraciones, bien necesitamos decir que, con todos sus errores, aceptamos orgullosos la gran herencia nacional y popular que nos dejó Hipólito Yrigoyen. Desde 1930 a 1943 el Radicalismo peleó contra todas las formas del fraude y de la violencia electoral. Necesitamos afirmar, una vez más, que el Radicalismo no permitirá la restauración del 3 de junio, que implica una época en la que no sólo se suprimió la libertad electoral en la Argentina, sino que se entregaron las riquezas vitales de la República a los grandes intereses privilegiados del mundo

Del 43 al 55 la historia del proceso argentino está fresca. El 16 de setiembre de 1955 terminó en el país una época y se inauguró un nuevo periodo histórico, que ha de estar inspirado por el principio fundamental de la libertad. Pero ahora la libertad no será el amparo de los privilegiados, sino el instrumento que el pueblo tendrá para realizar sus grandes destinos. El 16 de setiembre de 1955 hubo una revolución; no fue una revolución hecha por la Unión Cívica Radical. En este momento hay un gobierno provisional; y si la Convención Nacional ha decidido proclamar sus candidatos, ello implica que la Unión Cívica Radical está dispuesta a hacer una revolución en las urnas, para que el pueblo, a través de su voto, tome la conducción de los destinos fundamentales de la República. El presidente provisional de la Nación, en nombre de las fuerzas armadas, ha dicho el 6 de julio de este año, que en el último trimestre de 1957 habrá elecciones generales para elegir autoridades nacionales, provinciales y municipales. Quiero declarar solemnemente que confío en el honor de los hombres del gobierno y de las fuerzas armadas, que nos darán comicios para que el pueblo sea el que tome definitivamente el destino que quiera, a través de los gobernantes que él mismo elija.


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