(*) Por Rodrigo García.

Si uno se detiene a escuchar los comentarios del público en general, son frecuentes las críticas a que los extranjeros puedan estudiar gratis en la universidad pública en Argentina. El tema ha cobrado vigencia por el crecimiento del fenómeno. En 2015 concurrían 38.000 alumnos extranjeros a universidades públicas y privadas del país; el doble que 10 años antes. ¿Los cuestionamientos son razonables o esconden un sesgo chauvinista, o hasta xenófobo? ¿Es un gasto injustificado o potencia el desarrollo del país?

La crítica más difundida es que los contribuyentes argentinos sostienen con sus impuestos la universidad gratuita y que las plazas que ocupan los extranjeros podrían ser destinadas a alumnos nacionales. ¿Es justo que los extranjeros no paguen? Este ensayo buscará dar una respuesta desde una perspectiva global, atendiendo a tres criterios: una visión desarrollista sobre el interés nacional, la teoría de la justicia de Rawls y una concepción moral kantiana, con centro en la persona como un fin.

Los estudiantes extranjeros y el desarrollo

Desde una perspectiva desarrollista, la pregunta podría plantearse como: ¿Qué nos hace más nación, que haya más estudiantes extranjeros o menos? O más específicamente, ¿genera bienestar a la sociedad argentina en su conjunto que los extranjeros tengan acceso a la educación superior no arancelada? En caso afirmativo, ¿bajo qué condiciones?

Un beneficio evidente sería el aporte que podrían hacer los mejores estudiantes extranjeros con sus habilidades profesionales futuras. En especial si estas estuvieran alineadas con las carreras que son prioritarias para el desarrollo del país. Para ello tendría sentido definir un criterio de selección meritocrático y según las necesidades de la economía argentina. Y también establecer la obligación de ejercer la profesión en el país para devolver a la sociedad la inversión que hizo en su formación. Estos serían los beneficios desde una visión utilitarista, pero no son los únicos. Los extranjeros forman parte de la sociedad y aportan nuevas dinámicas sociales, culturales y económicas durante su estadía.

Este planteamiento dista de la forma en la que funciona el sistema actual. Los requisitos para que un extranjero pueda estudiar una carrera de grado no son para nada excluyentes ni selectivos. En la UBA, por ejemplo, no hay examen de ingreso y solo se exige legalizar el título secundario ante las autoridades del país de origen y de Argentina.

¿Es justo que estudien y no paguen?

La teoría de la justicia de John Rawls pone el foco en las intervenciones del Estado en función de la situación de los más desfavorecidos de la sociedad. Con ese criterio, un sistema de becas (o de no arancelamiento, como en el caso de la universidad pública argentino), por ejemplo, buscaría beneficiar a los niveles económicamente más desfavorecidos. El inconveniente es que el mismo Rawls pensaba en sociedades cerradas formadas por “miembros que entran en ella al nacer y salen solamente al morir”. Es decir, no tiene en cuenta a los extranjeros. Existen críticas a esta posición, como la de Ackerman, que sostiene que esta concepción resta importancia a “la injusticia que comenten las naciones cuando tratan con los extranjeros, excluyéndolos”.

¿Cómo puede aportar Rawls claridad al debate sobre si es justo o no que los extranjeros estudien gratis en la universidad? Su concepción define un orden de prioridades a la hora de evaluar si una política es socialmente justa con relación a los ciudadanos de otros países. En primer lugar, la justicia dentro del país; en segundo, con los extranjeros, en el marco de la solidaridad entre naciones. Siguiendo esta línea argumental, sería justo un sistema de becas  para que los extranjeros con bajos recursos pudieran acceder a la educación universitaria, pero si primero se satisficieran los derechos de la población local económicamente desaventajada.

Una universidad kantiana

La diferencia entre nacionales y extranjeros que Rawls justifica es inconcebible desde una visión kantiana. Desde esta perspectiva, el libre acceso a la educación debe ser universal sin distinciones de raza, religión o procedencia. Kant se diferencia del utilitarismo, a su vez,  porque pone el centro en la persona como en un fin en sí mismo y no como un medio para otros fines.

La universidad pública en argentina tiene una visión básicamente kantiana. No se requiere prácticamente ninguna restricción al acceso, ni tener un talento especial, ni se excluye por cuestiones de origen. Tampoco existen cupos en función de las prioridades para potenciar el desarrollo del país. Se toma al ser humano como un fin y no como un medio para beneficiar una determinada política.

¿Hacia dónde va el mundo?

El talento es un factor clave para el desarrollo de los países. Y las ciudades de todo el mundo compiten por atraerlo. El mejor talento es nómade y busca aquellas ciudades donde puede desarrollar mejor su vida profesional y laboral. Ciudades abiertas, desde donde puedan exportar su conocimiento. Las universidades, en este sentido, juegan un papel central. Y dentro de la oferta académica, las más atractivas en la actualidad son las de diseño gráfico e industrial, moda, animaciones, desarrollo de videojuegos, tecnología y software.

La Ciudad de Buenos Aires tiene esta visión y por eso está desarrollando una plataforma para que los extranjeros sepan qué está pasando aquí. El modelo está inspirado en Australia, un país donde el mayor ingreso de divisas es el turismo educativo. Alemania tiene una política similar para atraer talentos extranjeros con un costo en los aranceles universitarios prácticamente nulo y subsidios el transporte público, que es caro. El programa alemán pone énfasis en las carreras técnicas, de ciencias duras y en puestos estratégicos para solventar el motor de la economía alemana, que se basa en la calidad de sus exportaciones, cada vez más orientadas a la economía del conocimiento.

En general, los países que privilegian el acceso de estudiantes extranjeros a las universidades con bajos o nulos aranceles tienen una visión que lejos de ser altruista, es utilitarista. En cierto punto, desarrollista. Buscan atraer talentos e impulsar que los mejores estudien en sus países para fomentar el desarrollo con mentes brillantes.

Los tres enfoques enriquecen el debate sobre el papel de los estudiantes extranjeros. La teoría utilitarista, por su enfoque hacia el desarrollo y la definición de las carreras prioritarias para la inserción inteligente en la economía del conocimiento. La rawlsiana, que invita a pensar en políticas específicas para el acceso y la permanencia de los estudiantes menos favorecidos en el sistema universitario. Políticas que pueden ir más allá del no arancelamiento de las carreras. La kantiana porque pone a la persona en el centro y remarca la necesidad de definir criterios globalistas, sin diferencias de origen. Una visión en línea con un mundo cada vez más interrelacionado y que favorece la coexistencia y diversidad cultural.


Bibliografía

  • Juan José Botero Con Rawls y contra Rawls: una aproximación a la filosofía política contemporánea. Universidad Nacional de Colombia, 2005.
  • Sandel, Michael J. La Justicia ¿Hacemos lo que debemos?Barcelona, 2012.


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