Cuando el desarrollismo se opuso a la guerra de Malvinas

En plena euforia nacionalista, el MID tuvo la audacia de criticar la guerra de Malvinas en un artículo de Clarín

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Soldados del ejército argentino leyendo los periódicos en Puerto Argentino durante la Guerra de Malvinas

Fue una voz solitaria. El 22 de abril de 1982, en plena euforia nacionalista, el Movimiento de Integración y Desarrollo (MID) tuvo la audacia criticar la guerra de Malvinas en un artículo publicado en Clarín. “Es falso que cuando hay un conflicto internacional haya que callar las discrepancias con el gobierno, aun las que suscite ese mismo conflicto”, argumenta el comunicado. El MID fue el único partido que se pronunció decididamente en contra de la guerra y advirtió sobre las consecuencias que traería para el país en términos económicos,  sociales y diplomáticos. Previendo las críticas que podría despertar, el partido aclaró: “Sería absurdo suponer que en la Argentina hay quienes no apoyen la recuperación de las Malvinas”.

* Comunicado del Movimiento de Integración y Desarrollo.

La Argentina vivió momentos de euforia con motivo de la recuperación física de las Malvinas, explicable tanto porque esa tierra hasta entonces irredenta es muy cara al espíritu nacional como porque para todo pueblo el sabor a victoria es dulce después de un largo periodo de frustraciones. Hoy el legítimo sentimiento a favor de lo que es nuestro ocupa su lugar junto a la reflexión.

Sería absurdo suponer que en la Argentina hay quienes no apoyen la recuperación de las Malvinas. Pero así como la apoyamos queremos distinguir entre la acción de las Fuerzas Armadas, teñida ya de coraje y de sangre, respecto de la decisión política del gobierno que puso en movimiento esa acción. Todo el pueblo está y estará con sus soldados, pero tiene derecho a conocer el curso de acción para lograr que el sacrificio en vidas y bienes no sea en vano. Es falso que cuando hay un conflicto internacional haya que callar las discrepancias con el gobierno, aun las que suscite ese mismo conflicto. Salvo una restringida esfera de secreto diplomático y militar, el país debe tener información genuina y debatir sobre cómo lograr que nuestros soldados y diplomáticos tengan éxito; sólo con la participación amplia del pueblo habrá una unidad real que trascienda la retórica.

Los interrogantes fundamentales

Nuestras reservas iniciales se han acentuado con los hechos que sucedieron al entusiasmo inicial. Hay interrogantes cuyo solo planteo esclarece aspectos de la decisión política tomada para poner en marcha el operativo y conducir las negociaciones diplomáticas, y que si el gobierno no se las planteó a sí mismo es preciso hacerlo ahora, para que encontremos el mejor camino. ¿Se evaluó la relación de fuerzas internacionales, no sólo militares sino políticas y diplomáticas? ¿Se evaluaron las consecuencias económico-sociales del conflicto, no sólo en costo operativo sino en orden a las represalias y medidas de diversos países? ¿Se consideró el efecto debilitante en la posición del país de la crisis económica en la que ya nos encontrábamos? ¿Se reflexionó sobre los riesgos de romper la coherencia entre la posición estratégica del país en el campo occidental y la táctica respecto del conflicto particular que nos involucra? ¿No se tuvo en cuenta que hay argentinos que piensan que la soberanía territorial tiene el contrapeso de una creciente pérdida de nuestra soberanía económica y política en virtud del programa que está en aplicación desde 1976?.

No practicamos la política de esperar compensaciones por apoyo a lo que coincidimos por principios, como la soberanía sobre las Malvinas, y tampoco la de callar nuestros puntos de vista cuando estamos persuadidos de que ellos pueden contribuir a afirmar la posición del país en este trance. No creemos que haya tiempo para postergar esas cuestiones, cuando nuestros soldados están sometidos a riesgos y cuando nuestros obreros, nuestros empresarios y nuestros profesionales deberán sufrir aún mayores quebrantos. Esclarecer esas cuestiones es indispensable para respaldar la acción de nuestras Fuerzas Armadas y de nuestra diplomacia, esto es para la reconstrucción política y económica durante una etapa que aun cuando desde ahora no se dispare un solo tiro será de guerra y de posguerra.

Monumento en homenaje a los combatientes de Malvinas en Usuhaia
Nuestra postura internacional

Una cuestión de la política internacional que cabe subrayar es la que, dado el paso, se actúe preservando la dignidad nacional, pero sin que nuestros actos estén dictados por consideraciones de política interna o por una inadecuada evaluación de las relaciones de fuerza que operan en el conflicto. Un manejo del conflicto que se aparte de esas premisas puede tener un desenlace gravoso para esa dignidad y para el futuro del conjunto de la comunidad. El pueblo apoya la recuperación de las islas, pero no apoya cualquier curso de acción. En la euforia de Plaza de Mayo supo distinguir entre la soberanía nacional y los funcionarios de turno. El perfeccionamiento del acto posesorio realizado dependerá de la relación de fuerzas que el gobierno debe evaluar con objetividad.

Siguiendo en el manejo internacional del conflicto cabe reiterar que la Argentina no puede tener una actitud incoherente con las líneas estratégicas de toda su política exterior. Nosotros en su momento fuimos injustamente cuestionados porque comprobamos el hecho del fin de la guerra fría y actuamos en función de los intereses nacionales con todo el mundo, sin subordinarlos a las ideologías. Pero hay limites que, pese a los cambios mundiales advertidos por nosotros hace un cuarto de siglo, no pueden ser impunemente traspuestos. Nuestra inserción en el campo occidental es la resultante de una compleja gama de factores geográficos y políticos y salir de él por la contingencia del conflicto sería errar en la evaluación del esquema de alianzas que jugarán en favor y en contra de la Argentina. Sería, sin duda, desfavorable para la Argentina; y, por lo demás, si se llegara al extremo de una mundialización del litigio, a una intervención de las superpotencias, las consecuencias serían imprevisibles.

Fuente: Frigerio, Rogelio, Diez años de la crisis argentina. Diagnóstico y programa del desarrollo, Buenos Aires, Sudamericana-Planeta, 1983.


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