Mercedes Marcó del Pont en las oficinas de la Fundación de Investigaciones para el Desarrollo (FIDE). 25 de abril de 2018, Buenos Aires

Es la mujer desarrollista que ocupó el cargo político más importante: presidenta del Banco Central. También la que decidió apostar más claramente por el kichnerismo. Mercedes Marcó del Pont recibió en abril a Visión Desarrollista en las oficinas de la Fundación de Investigaciones para el Desarrollo (FIDE), organización que fue impulsada por su tío, Rogelio Frigerio, y que ella preside en la actualidad. Bajo su liderazgo, FIDE se ha convertido en una plataforma desde donde defiende el proyecto político de Cristina Fernández, a quien define como “una persona comprometida con el desarrollo”. Cambió mucho el escenario económico en el país desde la entrevista. Por eso, VD le pidió que la revisara. Hizo algunos añadidos por escrito, sobre todo críticas al Gobierno: “El macrismo optó por la reinstauración neoliberal, que profundizó los problemas estructurales, fundamentalmente la restricción externa [el déficit de dólares]”. La extitular del BCRA considera que los principales obstáculo para el desarrollo en la actualidad son la fuga de capitales y la financiarización de la economía, que favorece la especulación por encima de la producción. “Las demandas de los mercados para considerar confiables a los países emergentes no tienen nada que ver con las prioridades del desarrollo“, sostiene.

¿Cómo te marcó políticamente ser sobrina de Rogelio Frigerio?

Desde muy chica tuve una relación muy cercana con Rogelio, fue como un maestro. Influyó mucho en mi decisión de estudiar economía. Era una persona entrañable. Combinaba un enorme humanismo con la rigurosidad en el análisis científico y una contagiosa pasión política. Tenía una cabeza privilegiada, pero además era una persona generosa y muy afectiva.

¿Cuándo comenzaste a participar en política?

Mi madre era hermana de Noemí, la mujer de Rogelio, y fue militante. Y mis hermanas y yo la acompañábamos a charlas y actividades en la sede del Movimiento de Integración y Desarrollo (MID). Integré la juventud del MID y también la Unión Nacional de Estudiantes (UNE), nuestra agrupación en la universidad.

Comenzaste a militar en los setenta. ¿Qué significaba ser desarrollista entonces?

La discusión económica transcurría en el marco de la dictadura militar, que había reinstaurado un proyecto neoliberal absolutamente contradictorio con el objetivo del desarrollo económico y social. Era una etapa donde, a nivel global, las finanzas iban ganando creciente hegemonía en el funcionamiento del capitalismo. La discusión sobre el desarrollo suponía mirar esa contradicción principal, que es la financiarización de la economía y que en nuestro  país se desplegó a partir de las políticas económicas de Martínez de Hoz.

¿El principal adversario del desarrollismo era entonces el neoliberalismo?

A mí me tocó lidiar con el neoliberalismo, no con las discusiones de los 50 y los 60, cuando el capitalismo atravesaba una etapa que dejaba muchos más grados de libertad para pensar el desarrollo. Me habría encantado participar de los debates de los 50 y 60, pero me tocó otra etapa. La disputa era con un proyecto neoliberal que hizo de la más salvaje represión el mecanismo de disciplinamiento social necesario para avanzar con un modelo económico regresivo de concentración de la riqueza, desindustrialización y timba financiera, sustentado esencialmente en el endeudamiento externo. En esa etapa, Rogelio Figerio impulsó junto a Héctor Valle la creación de la Fundación de Investigaciones para el Desarrollo (FIDE) donde una vez recibida entré a trabajar en el año 1982. 


PARTE 1 | LA ERA DE LA GLOBALIZACIÓN FINANCIERA

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Mercedes Marcó del Pont

¿Qué cambió en la economía mundial desde entonces y cómo debería adaptarse el desarrollismo a este nuevo contexto?

La restricción externa, que es inherente a las estructuras económicas subdesarrolladas, se ha complejizado enormemente en la fase de globalización financiera. El denominado “intercambio desigual”, asociado a países productores y exportadores de materias primas e importadores de bienes industriales, da cuenta de una de las fuentes más relevantes de restricción externa, pero ya no es la única. Otro frente de estrangulamiento externo está vinculado al endeudamiento externo sin contrapartida, fenómeno que durante el gobierno anterior [durante el kirchnerismo] se removió de cuajo. Hay otro problema que a mi juicio ni a nivel técnico ni político hemos logrado dimensionar adecuadamente, que es la fuga de capitales.

¿La fuga de capitales es un obstáculo para el desarrollo?

La fuga de capitales, que es la dolarización del excedente económico que se genera en el país, constituye un fenómeno de gran relevancia y supone un límite a la capacidad para generar la acumulación de capital necesaria para transformar la estructura productiva. La vigencia del desafío del desarrollo obliga a repensarlo en esta fase de financiarización que ha caracterizado al capitalismo en los últimos cuarenta años. Quisiera poner énfasis en plantear que las teorías económicas siempre son funcionales a determinados intereses, y el neoliberalismo garantiza los del capital financiero, no del productivo. Se hace difícil pensar en las posibilidades de la industrialización, la integración y la justicia social en el marco de un proyecto que premia el negocio financiero, la especulación por sobre la producción. Y eso es lo que marca la situación económica en Argentina desde fines de 2015 hasta la fecha.

El mundo avanzó hacia la financiarización de la economía, ¿existe una alternativa?

Es clave entender que este proceso de globalización financiera no es una consecuencia inevitable, inherente al funcionamiento del capitalismo. Es la resultante de decisiones políticas. La desregulación del sistema financiero y de los movimientos de capitales, los procesos de dislocación productiva por parte de las empresas multinacionales, el avance sobre los Estados de bienestar, la liberalización comercial, que en el presente está un poco condicionada, la flexibilización de las condiciones laborales, son decisiones políticas deliberadamente impulsadas para que sea el mercado y no el Estado el orientador de los procesos de generación de riqueza y su distribución. En esta etapa donde el avance tecnológico fue un gran facilitador de estos cambios, lejos de achicarse, se agrandaron las brechas de productividad entre los países desarrollados y los subdesarrollados. La pobreza bajó a nivel global, pero la desigualdad aumentó: la dislocación productiva hacia países subdesarrollados para aprovechar bajos salarios provocó un disciplinamiento de los trabajadores de los países centrales. El llamado “malestar con la globalización” que se verifica a nivel global es precisamente un emergente del deterioro en las condiciones laborales, los cambios en el mundo de la producción, la mayor desigualdad y la hegemonía de las finanzas. 

¿Es posible plantear una política de desarrollo en este contexto?

La urgencia por modificar nuestras estructuras productivas de base primaria, heterogénea, con insuficiente desarrollo tecnológico y desintegrada industrialmente mantiene la misma vigencia. Pero las condiciones históricas cambiaron drásticamente. ¿Es más difícil hoy? Muchísimo. Es sin duda mucho más complejo que antes. No alcanza con un buen programa económico, se requiere una construcción política que genere una correlación de fuerzas favorable a la industrialización. Sin esa legitimidad social es muy difícil poder confrontar con los intereses del atraso. La urgencia por impulsar una alianza de sectores y clases sociales que abracen el objetivo del desarrollo sigue más vigente que nunca.

Criticás las desregulación financiera. ¿La solución es la restricción cambiaria?

La etapa gloriosa del capitalismo sobre la cual se construyeron los debates sobre el desarrollo se verificó en economías ultra reguladas. Desde la reinstauración neoliberal de fines de la década del 70, el establishment financiero denominó a esa etapa como “la gran represión financiera”. Mal podemos plantearnos en la actualidad el desafío de la industrialización si no garantizamos que el excedente económico generado internamente se reinvierta en el país. Hay mucho trabajo teórico, inclusive del propio FMI, que plantea la necesidad de regular los flujos de capital de corto plazo. Estos análisis, en general, hacen referencia a controles al ingreso de capitales desde el exterior. El problema es que la fuga  de capitales en Argentina hay que pensarla más vinculada a un fenómeno doméstico, de larga data y con rasgos casi culturales.

¿En qué consiste ese fenómeno?

Hay una porción de las empresas y personas de nuestro país que ahorran en dólares. En el mundo hay pocas situaciones como la nuestra. Este bimonetarismo supone una pérdida de soberanía y una disminución sensible del excedente necesario para incrementar la tasa de inversión interna.

¿El cepo cambiario buscaba combatir el bimonetarismo?

De todos estos frentes de restricción externa, hacia 2011 había reaparecido el déficit comercial, no había problemas de deuda porque nos habíamos desendeudado, pero la fuga doméstica sí fue un factor muy perturbador para el funcionamiento de la economía. En 2011, se optó por regularla con el mal llamado cepo cambiario como alternativa a la devaluación y el endeudamiento.

¿Considerás que fue un acierto el cepo cambiario?

Cuando comenzamos a regular la compra de dólares para atesoramiento, las principales reacciones favorables a esa decisión las tuve de economistas de afuera, de Brasil,  de Europa. Me decían: “Era hora”. No se entendía como en Argentina cualquier persona o empresa podía comprar hasta dos millones de dólares por mes sin tener como contrapartida una operación comercial o financiera con el resto del mundo, simplemente para atesorar.

¿No es así en otros países?

Tomemos el caso de Brasil. Allí no habilitan cuentas en dólares ni tampoco contratos ni operaciones inmobiliarias. Esta situación que se da en nuestro país, y que empieza a consolidarse a partir de mediados de la década del 70, fue legitimada desde la política pública. En ese sentido, la convertibilidad hizo mucho daño al sostener durante una década la ficción de que un peso era igual a un dólar. Esta cuestión del bimonetarismo hay que abordarla integralmente y va a llevar tiempo. Pero lo primero es conceptualizarla como un problema. Las regulaciones deben enmarcarse con un  conjunto de políticas dirigidas a garantizar opciones de ahorro en pesos que preserven su valor, desdolarizar precios, contratos, mercados.

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Mercedes Marcó del Pont y Nicolás Bernabé

¿Cómo evaluás la política de Cambiemos en ese punto?

En estos casi tres años hemos retrocedido mucho en ese sentido. La desregulación cambiaria y financiera no frenó la fuga. Por el contrario, es hoy la fuente principal de demanda de divisas en nuestro país. Todo el endeudamiento externo asumido por los argentinos tuvo en contrapartida una salida equivalente de dólares de fuga, incluyendo los desembolsos del FMI. Dentro de esta lógica la única forma que encuentra el gobierno para tratar de aplacarla es ofrecer altísimos rendimientos financieros para las colocaciones en pesos. Es el famoso carry trade, sostenido en tasas de interés sin parangón a nivel internacional que destrozan el entramado productivo existente y postergan cualquier decisión de inversión en la economía real.

¿Tiene alguna consecuencia positiva la financiarización?

No la tiene. El discurso de los organismos multilaterales, del Fondo, del Banco Mundial y del establishment era que iba ser buenísimo porque el ingreso de capitales fomentaría el consumo y después la inversión iba a complementar el ahorro, y las pymes iban a beneficiarse. Eso no ocurrió. Sí se convirtió en una fuente de crisis financieras y cambiarias de nuestras economías. El mismo FMI ha escrito varios trabajos donde reconoce que la libre movilidad de capitales es un factor de inestabilidad de todas las economías, pero en particular para las economías emergentes. Más aún, llegan a demostrar empíricamente que la mayor integración financiera provoca un aumento en la desigualdad social. Más allá de la retórica, no hay estudio serio que muestre que la libre movilidad de capitales sea buena para los países subdesarrollados. Las demandas de los mercados para considerar confiables a los países emergentes no tienen nada que ver con las prioridades del desarrollo. 

La movilidad de capitales sin regulación no es un instrumento para el desarrollo, pero el exceso de restricciones tampoco.  ¿Se puede encontrar un equilibrio?

En un mundo financiarizado, la libre movilidad de capitales lleva en su naturaleza la idea de cortoplacismo. De generar una renta a irse. No tienen nada que ver con otro tipo de financiamientos asociados a proyectos productivos, para infraestructura o para inversión de riesgo del sector privado. A mí me tocó negociar el  swap con China, que constituye una oferta virtuosa de dólares, ya que no tiene adherida condicionalidades como las que surgen de otros acuerdos, como el del FMI, por ejemplo. La corrida cambiaria de hace unos meses estuvo en gran medida promovida por la salida de flujos especulativos que habían ingresado a partir de la liberalizacion plena de la cuenta de capital impulsada por el gobierno. La teoría y la evidencia empírica propia y ajena demuestran que esos flujos de cartera generan gran volatilidad cambiaria, apreciaciones cuando entran y fuerte devaluaciones cuando se mandan a mudar. La libre movilidad de esos capitales reduce enormemente la capacidad de la autoridad monetaria para definir la tasa de interés y el tipo de cambio, variables que quedan en manos de las decisiones del mercado. Es lo que estamos viviendo.

¿Considerás que Argentina debería blindarse para evitar la volatilidad?

Blindarse de los impactos desestabilizadores de la globalización financiera es saludable. Durante el kirchnerismo el grado de apertura de la economía, la suma de importaciones y exportaciones, era mayor que en la actualidad. También lo fueron los flujos de inversión externa directa. Los datos indican que se han desacelerado los flujos de Inversión Extranjera Directa hacia los países subdesarrollados. Hay que generar condiciones de rentabilidad para la inversión privada y también políticas de regulacion específicas.


PARTE 2 | EL GOBIERNO KIRCHNERISTA

¿Qué destacás del modelo económico kirchnerista?

Una de las cosas que reivindico enormemente de la etapa kirchnerista es la opción estratégica por privilegiar la acumulación productiva en un contexto global de hegemonía de la valorización financiera. Fue un quiebre respecto a los modelos neoliberales que, sin solución de continuidad, predominaron en nuestro país desde mediados de la década de los setentas hasta el estallido de la convertibilidad. La otra opción estratégica fue hacer del mercado interno, apoyado esencialmente en la recomposición de los ingresos del trabajo, la base fundamental del crecimiento económico. Se tomaron varias decisiones para viabilizar ese proceso.

¿Cuáles, por ejemplo?

Cito tres que son relevantes para entender no solo esa dinámica, sino también lo que se está viviendo hoy en Argentina. A partir del año 2004 se reguló el ingreso de capitales financieros de corto plazo, lo que supuso un desincentivo importante a la entrada de fondos especulativos y una mayor autonomía del BCRA para desenvolver su política monetaria-cambiaria. Se avanzó en el desendeudamiento, que no sólo liberó capacidad fiscal para orientar hacia la inversión pública, subsidios económicos o gasto social, sino que cortó con el negocio financiero en torno al endeudamiento. La reforma del BCRA en 2012 devolvió a la autoridad monetaria la capacidad para regular las condiciones del crédito que se había perdido en 1992 con la reforma de [Domingo] Cavallo. Ello permitió desplegar políticas de financiamiento a favor de la inversión y la producción nacional. Párrafo aparte merece la recuperación por parte del Estado de los recursos de la seguridad social, que desde su privatización en la década de los noventa, se había transformado en un fenomenal negocio financiero en manos de las AFJP.

¿Qué criticarías del ciclo kirchnerista?

Durante esa etapa hubo un significativo crecimiento de la industria, que hasta el año 2011 lideró el aumento del PIB. De hecho, fuimos uno de los pocos países de la región que durante esa década no se primarizó. Sin embargo, no se logró transformar el patrón de especialización productiva. Las brechas de productividad entre sectores no se redujeron y tampoco los coeficientes de importación del sector industrial, lo que condujo a una acentuación del desequilibrio de divisas de esta actividad. Tal circunstancia quedó en evidencia cuando, a partir de 2011, se produjo una inflexión en los precios internacionales de las materias primas. El déficit energético también se manifestó como una importante fuente de restricción externa. No se anticiparon adecuadamente estos fenómenos, quizás porque el ciclo largo de buenos términos del intercambio los había disimulado. Pero cuando iban apareciendo los problemas, la orientación del gobierno para abordarlos fue a mi juicio la correcta en la mayoría de los casos. Lo fue la recuperación de los fondos en manos de las AFJP y lo fue también recuperar el manejo estratégico de los recursos energéticos a partir de la estatización del paquete accionario de YPF.

¿Qué faltó?

Creo que faltó el plan de desarrollo. Se dio una política que fue en contra de la acumulación financiera, claramente, que privilegió el mercado interno, que promovió mucho el crecimiento de la industria, pero no hubo una política activa para generar el cambio de la especialización de forma más estructural. Tal experiencia enseña la plena vigencia de la necesidad de planificar el desarrollo, planteo que está en el ADN de la teoría desarrollista. Nosotros generamos condiciones favorables para la inversión y la producción, pero fue el mercado el que fijó su asignación, con prioridades que no siempre fueron las del desarrollo sostenible. El rol del Estado es irreemplazable a la hora de fijar las prioridades y  los ritmos, cuestión sobre la que Rogelio insistió siempre. 

¿Hacés alguna autocrítica en materia cambiaria?

La autocrítica que hago es cómo no nos dimos cuenta antes de que teníamos que abordar la fuga de capitales, cuando teníamos superávit de cuenta corriente. Durante la década kirchnerista, a diferencia de lo que ocurrió en los noventa y como viene ocurriendo en los dos últimos años y medio, la dolarización de ahorros de los argentinos no se financió con deuda externa. Fue cubierta con superávit comercial que se fugó fuera de las fronteras de Argentina durante 10 años. Se fueron más de 90.000 millones de dólares hasta que se impusieron las regulaciones. En poco menos de tres años tal drenaje de excedente ya superó esos guarismos.

¿Cristina Fernández entendía el desarrollismo?

Pienso que Cristina siempre tuvo una vocación muy fuerte por el desarrollo, expresada en su obsesión por el impulso a la industria y a la ciencia y la tecnología. Es una persona con una profunda intuición nacional y comprometida con el desarrollo. Pero no existió desde las políticas públicas una coordinación y orientación en función de una planificación estratégica. Igual hubo experiencias muy valiosas.

¿Cuáles?

En el caso de la industria satelital, por ejemplo, se verificó esa apuesta a más largo plazo. Llevó siete años desarrollar ese proceso productivo. En el camino se generaron efectos productivos y tecnológicos maravillosos. También con la recuperación de YPF se planteó la prioridad del autoabastecimiento y se abrió un camino enorme, no sólo en la producción de petróleo y gas, sino también en el despliegue de proveedores de insumos y bienes de capital. La alianza estratégica con el capital externo para explotar los recursos no convencionales fue otra decisión virtuosa. Con la industria del transporte ferroviario llegamos tarde, pero se trata de otro sector con gran capacidad multiplicadora en términos de cambio estructural.

Francisco Uranga, Mercedes Marcó del Pont y Nicolás Bernabé

PARTE 3 | EL GOBIERNO DE CAMBIEMOS

Sos muy crítica con el Gobierno. ¿Qué es lo que más te preocupa del modelo económico actual?

A los argentinos nos dijeron que no entraban los dólares al país por culpa del cepo. Que con la desregulación plena eso se iba a resolver e iban a llover inversiones. Lo único que ingresó fueron capitales especulativos. La definición de una regulación cambiaria como un objeto de tortura busca estigmatizar la intervención del Estado en un terreno tan sensible como es el mercado cambiario. Desde la retórica suena bien decir “ahora tenemos libertad para comprar todos los dólares  que queremos”, lo que no se dice es que su contracara es el endeudamiento externo y la agudización del desequilibrio del balance de pagos.

¿Qué opinás del acuerdo con el FMI?

Ante el fracaso de su programa económico, el Gobierno debió recurrir a las apuradas a dicho organismo. La contracara de la asistencia financiera récord que le ha dado a la Argentina es el profundo deterioro productivo y social que provoca la profundización de las políticas neoliberales, ahora con nuevas imposiciones del FMI. El FMI siempre ha sido parte de los problemas, nunca de las soluciones, en una dinámica que inevitablemente conduce a una acentuación de la crisis. Los desembolsos realizados hasta el momento viabilizaron la fuga de capitales, y lo mismo ocurrirá con los próximos a ingresar. De todo el endeudamiento asumido hasta el momento no ha quedado ni un tornillo en términos de mejora de la capacidad de repago. La devaluación ha generado una brutal transferencia de ingresos desde el trabajo hacia el capital, financiero esencialmente. También se ha producido un cambio en la composición de los recursos fiscales desde la inversión, la salud, la educación hacia los intereses de la deuda. Ya conocemos esta historia que lamentablemente conduce a una acentuación de la crisis externa, productiva y social.

¿Tenía otra opción?

El macrismo optó por la reinstauración neoliberal, que profundizó y recreó los problemas estructurales, fundamentalmente la restricción externa. Considero que nada de lo que se está viviendo hoy en la Argentina era inevitable. Es consecuencia de una opción estratégica de integración financiera y comercial pasiva en este mundo atravesado por el negocio financiero, la globalización comercial y cambios profundos en las conductas del capital productivo.

El desarrollismo se oponía al neoliberalismo, pero también al populismo. ¿Se puede ser kirchnerista y desarrollista? 

Sin entrar en las reinterpretaciones que varios teóricos, entre ellos Ernesto Laclau, han hecho de los populismos en América Latina, yo prefiero hablar de gobiernos populares. Creo que el de Néstor y Cristina fueron profundamente populares. La crítica de Frigerio a los populismos estaba referida a las inconsistencias entre los impulsos redistributivos y los cambios materiales en la estructura productiva necesarios para sostener esas mejoras sociales. Por ejemplo, el estímulo que el peronismo hizo en términos de crecimiento de la industria liviana sin atender el estrangulamiento que generaba el escaso desarrollo de las industrias básicas. Esa discusión sigue teniendo plena vigencia.

¿En qué sentido mantiene vigencia?

Es fundamental volver a debatir acerca de la prioridad de la acumulación, cuales son sus fuentes y cuales sus destinos prioritarios. En ese sentido hubo grandes deficiencias en el gobierno anterior. Hubo fuerte crecimiento; crecía la industria, pero la tasa de inversión, si bien se recuperó, fue insuficiente. Cabe quizás una crítica a la visión keynesiana más lineal de que alcanza con promover la demanda sin prestar atención a la que ocurre con la tasa de inversión. El crecimiento de la demanda no te garantiza una transformación estructural. Eso tiene que ser un objetivo explícito.

¿Cómo explicás que haya desarrollistas en el kirchnerismo y en Cambiemos?

Creo que hay una gran inconsistencia entre definirse como desarrollista e integrar un gobierno neoliberal como el que hoy encarna la alianza Cambiemos. Son pensamientos antagónicos. Me sorprende cuando dirigentes del actual gobierno neoliberal insisten en referenciarse con Frondizi, con el desarrollismo. Me pongo de mal humor.

Pero ellos podrían decir lo mismo de vos y el kirchnerismo…

Decir se pueden decir muchas cosas. Hay que argumentar y además mostrar los datos objetivos de la realidad.


Parte 5 | DESARROLLISMO DEL SIGLO XXI

¿Cuales creés que son hoy las prioridades para el desarrollo?

La prioridad sigue siendo la industrialización. Un proyecto que va a contramano del vigente, que consolida una economía primarizada. Los funcionarios del gobierno primero hablaron de ser el supermercado del mundo, después fue el turismo, más adelante un país de servicios. No hay servicios sin una base material industrial. No hay atajos: es la industria. Y sigue teniendo plena vigencia la prioridad de las industrias básicas, ahora en una estrecha vinculación con las innovaciones tecnológicas en actividades que no se habían desplegado décadas atrás, como la nano o la biotecnología. Los sectores como el de bienes de capital, que son industrias de industrias, esos son los vectores de movilización y de generación de impactos en todo el entramado productivo. Hablar de integración del aparato industrial supone discutir una estrategia consistente de sustitución de importaciones.

¿Hay que impulsar una nueva industrialziación por sustitución de importaciones?

Hay que aprender de la experiencia de las economías maduras. De lo que está ocurriendo en China, embarcada en una monumental estrategia de sustitución de importaciones que escala hacia productos cada vez de mayor valor agregado. La apertura comercial impulsada por el gobierno es suicida en un contexto de creciente proteccionismo. Lo era desde antes de que llegara Trump al gobierno de EEUU. Por eso el acuerdo de libre comercio como el que quiere firmar el gobierno argentino con la Unión Europea puede ser el tiro del final para nuestras posibilidades de desarrollo.

¿Por qué?

Porque no hay ninguna ventaja. Ni siquiera para los sectores primarios. Incluso para Brasil. 

¿Y por qué creés que lo promueven?

Porque tienen la cabeza seteada en el libre comercio. Es así. Desconocen la evidencia histórica de esas políticas. Solo producen una perpetuación de las condiciones del subdesarrollo. Es su pensamiento: el neoliberalismo piensa así.

¿Qué otro desafío tiene que replantearse el desarrollismo?

Tan importante como definir los sectores prioritarios es identificar las fuentes de la inversión: quiénes son los actores. ¿Están los empresarios dispuestos a encarar el riesgo de la inversión global donde lo que predomina es la visión cortoplacista de la inversión financiera? Es una gran cuestión.

Francisco Uranga, Mercedes Marcó del Pont, Nicolás Bernabé y Sebastián Ibarra

¿Porque seguís siendo desarrollista?

Porque sigo pensando que la única forma de liberación de nuestros pueblos es a través del desarrollo económico. El desarrollo que supone que la industrialización es lo único capaz de garantizar la mejora en la condición salarial y la disminución de la brecha en la desigualdad de ingresos y entre regiones. No conversamos mucho sobre la cuestión de la equidad distributiva, que tiene que ser un objetivo deliberado. No viene por añadidura, hay que plantearlo. Es la única forma de tener plena soberanía, autonomía y de además de garantizar el progreso de nuestras sociedades. No hay atajos.



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