«Argentina tiene que modernizarse e integrarse al mundo como hicieron en su momento Frondizi entre 1958 y 1962 y Menem-Cavallo en los 90, y para eso hay que retomar la política de inserción global que inició Macri entre 2015 y 2019», sentencia el abogado, especialista en Relaciones Internacionales y autor de diversos libros sobre historia y asuntos globales, Mariano Caucino. Miembro del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI), fue embajador en Israel y en Costa Rica durante el gobierno de Macri del cual sostiene que «tuvo grandes éxitos en materia de inserción internacional y cuyo legado va a ser evaluado positivamente por la Historia». Se define como “realista” en política internacional y en esta entrevista analiza también el contexto geopolítico en torno a la disputa China respecto de la hegemonía norteamericana, el posicionamiento de los países latinoamericanos frente a esta disputa global así como la implicancia en ella de la invasión rusa a Ucrania. «Los que festejan en última instancia son los chinos, porque Rusia ha reorientado sus prioridades estratégicas hacia Asia y en especial hacia ellos», señala al respecto. Como cierre, además, nos comparte su análisis de cómo Israel logró superar la hiperinflación en la década del 80 y qué se puede aprender de aquella experiencia hoy en la Argentina.
EL PERÓN PRAGMÁTICO DEL SEGUNDO MANDATO
Mariano, hace unos años escribiste un libro, El Perón que no miramos , que hace foco en el segundo mandato del general Perón. ¿Por qué te enfocaste particularmente en ese período?
Siempre me llamó la atención ese período del segundo gobierno de Perón porque en alguna medida es una etapa realista que ha sido ocultada por el propio peronismo. Naturalmente, esa política también ha sido ocultada por sus contrincantes, quienes quisieron dar la idea de que Perón era un líder populista, gastador, despilfarrador y no consciente de los límites. Eso los llevó a no reconocer que en su momento Perón adoptó políticas realistas y adecuadas al momento histórico en el plano de política exterior y en el económico. Por eso hice el libro: de alguna forma, para explicar que también el peronismo puede hacer una política racional y realista, como la que muchos años después hicieron Menem y Cavallo.
¿Por qué creés ocurrió este ocultamiento al que hacés referencia?
En primer lugar, yo creo que el propio Perón contribuyó a eso. Porque Perón era un hombre que adaptaba sus discursos a las circunstancias, sin convicciones demasiado permanentes. En su exilio fue reconfigurando sus discursos y ocultó estas reformas que había hecho en los años 50 porque en la década siguiente se empieza a poner de moda una política antiimperialista, surge la idea del Tercer Mundo, se pone de moda el Movimiento de No Alineados. Eso de alguna manera explica que todo el peronismo de las décadas siguientes se haya formateado ideológicamente con ideas de ese tipo. Eso implicó tener que ocultar lo que Perón hizo en los años 50 con ese giro pragmático que lo había llevado a aliarse a los EE. UU. y a hacer una política económica realista.
¿Cuáles serían las características más claras de ese Perón que se oculta?
El pragmatismo en materia de relaciones internacionales y de economía. El anticomunismo también, porque Perón fue siempre anticomunista. Hay que recordar que su segundo mandato se da en el marco de una expansión muy importante del comunismo. En el año 1949, la URSS había conseguido un arma nuclear. Y ese año China cae en manos del comunismo. El país más poblado del mundo se volvió comunista como consecuencia del triunfo de Mao sobre el Kuomintang. Eso generó una conmoción en EE. UU. Recuerden el debate en torno a «Who Lost China?» y luego se generó una gran ola anticomunista encabezada por el senador Joe McCarthy, con los excesos del caso. Por su parte, Perón estaba convencido de que el mundo iba hacia una Tercera Guerra Mundial. La guerra de Corea despertó esa impresión. La realidad es que esa Tercera Guerra Mundial no se produjo, al menos no como conflicto directo entre EE. UU. y la URSS, pero sí en la dimensión de la Guerra Fría.
¿Perón quería enviar tropas a la guerra de Corea apoyando a Estados Unidos?
Sí, Perón propuso enviar tropas a la guerra de Corea apoyando a Estados Unidos pero no tuvo sustento político para hacerlo. Cuando la guerra estalló, -el 25 de junio de 1950 Corea del Norte invade el Sur- Estados Unidos reaccionó fuertemente ante lo que era una alteración del status quo de posguerra. En ese contexto Perón se alinea con EE. UU. y ofrece enviar tropas. Perón fue clarísimo en eso y les mandó a decir al canciller, que era el «Tuco» Paz, y al embajador en Washington, que era Remorino, que anunciaran formalmente que él iba a estar del lado de EE. UU. Finalmente no lo hizo porque el propio Partido Justicialista se opuso, el Ejército se opuso, los sindicatos y hasta los radicales liderados por Frondizi se opusieron.
¿Qué incentivos tenía para hacerlo además de su convicción anticomunista?
La necesidad de atraer capitales. Ese mismo año, en marzo de 1950, Perón envió al ministro de Hacienda que era Ramón Cereijo a Washington para conseguir un crédito del Eximbank. Había entendido que se necesitaban préstamos e inversiones extranjeras…
LA OPORTUNIDAD PERDIDA CON FRONDIZI
No puedo dejar de pensar que 70 años más tarde quienes dicen ser sus herederos defenestran necesarios acuerdos con organismos de crédito internacionales y lo hacen levantado las banderas del peronismo. Pero volviendo a la entrevista, otro presidente que has estudiado y entiendo admirás es Arturo Frondizi. De hecho, estás preparando un libro que saldrá a fin de año respecto de su gobierno. ¿Cuál considerás fue la impronta de la política exterior que tuvo su gobierno?
Frondizi fue presidente en 1958, en un momento donde la Guerra Fría estaba en un período muy álgido. Dos años antes tuvo lugar la crisis del canal de Suez, hecho que determina el fin de la hegemonía de las potencias europeas en Medio Oriente. A su vez en ese año 56 se había producido la crisis de Hungría, y en el 57 ocurre algo muy importante cuando los soviéticos lanzan el Sputnik, el primer satélite puesto en órbita, un hecho que dio la impresión de que la URSS estaba ganando la carrera espacial. Aun así, la economía norteamericana tenía un desempeño muy superior al de la soviética. Europa estaba en plena reconstrucción gracias al plan Marshall. Por su parte, Frondizi heredó la tradición imperialista antibritánica, pero vio correctamente que EE. UU. era la potencia decisiva, sobre todo en esta zona de un mundo que estaba dividido en dos bloques.
Yo creo que Frondizi hizo una política correcta en el contexto en el que le tocó vivir. Lo que pasa es que fue incomprendido por las Fuerzas Armadas que veían comunistas en todas partes. Algo que en su caso era un disparate. Probablemente Frondizi haya sido el presidente más cercano a los Estados Unidos hasta la llegada de Menem.
Otro aspecto destacado fue la política de búsqueda de integración regional. Los acuerdos de Uruguayana tal vez fueron el entendimiento más importante con Brasil y el punto de partida para lo que sería el Mercosur. Y esa política Frondizi la hizo con una resistencia enorme por parte de las FF. AA. Hay otro hecho fundamental: Frondizi fue quizás el primer jefe de Estado en ejercer la diplomacia presidencial. Frondizi, incluso, antes de asumir hace una gran gira por Sudamérica. En Chile da un discurso trascendental donde reafirma su voluntad de pertenecer a la cultura occidental. Fue el primer presidente en viajar a EE. UU. Fue también el primer presidente en ir a la India, a Japón, que en esa época era como ir a la Luna. Y fue el primer presidente en ejercicio en hacer una extensa gira por Europa en junio del 60.
¿Cuál considerás era el objetivo de esos viajes?
Frondizi retomó la agenda que había intentado iniciar Perón en su segundo mandato de conseguir capitales americanos. Perón había firmado el contrato con la Standard Oil pocos meses antes de caer. La Revolución Libertadora dejó sin efecto esa política y Frondizi la retomó.
Muy cierto lo que decís, pero quizás es importante aclarar que si bien Perón lo firma, nunca lo implementa porque no se animó a hacerlo frente a la resistencia de su propio partido y de los sindicatos, que seguían viendo al capital extranjero como algo a combatir. Frondizi al respecto dijo: «medidas antipopulares nunca, medidas impopulares… cuando sean necesarias…»
Perón no llegó a implementarlo. Es cierto. También es importante destacar que Frondizi fue de los principales opositores a ese acuerdo, escribiendo el famoso libro Petróleo y Política. Una virtud enorme de Frondizi fue reconocer que se había equivocado. En un momento dijo que tenía que elegir entre salvar el prestigio intelectual o hacer lo que era correcto para la República y no lo dudó. Los cuestionamientos los tuvo desde los radicales del pueblo (NdE: incluso después en el gobierno de Illia lo interpelaron junto a Frigerio y a Sábato al respecto, sin encontrarse delito alguno).
¿Cuál sería la reflexión general que hacés de su gobierno y legado?
Frondizi fue una gran oportunidad perdida. De hecho ese es el título del libro que recién he terminado de escribir:Frondizi, la oportunidad perdida. Pero aun así y con el poder político tan condicionado que tenía, en solo cuatro años consiguió el autoabastecimiento energético, logró sentar las bases para el desarrollo que va a tener la Argentina en la década del 60 que fue, sacando los 90 que son un período de transformación modernizadora extraordinario, la mejor década de la Argentina de la segunda mitad del siglo pasado. Uno podría decir que la Argentina tiene dos bases estructurales enormes que la sustentan: la transformación social que había hecho el peronismo y la transformación estructural que dejo Frondizi. Un amigo muy inteligente, el Vasco Amondarain -que fue senador peronista-, dice que la Argentina quizás debió haber tenido al revés en el tiempo esas dos transformaciones. Que debió tener un Frondizi primero y un peronismo después, el desarrollo primero y la justicia social después. Le digo algo más, algo que me enseñó un cuadro surgido del MID como Carlos Vladimiro Corach: Frondizi se dio cuenta de que el peronismo era un hecho irreversible veinte años antes que Balbín. A Balbín le demoró veinte años darse cuenta de que el peronismo podía gustar o no, pero que había sido un hecho irreversible y había que integrarlo.
MENEM Y MACRI
Exacto, y esa es la esencia del Frente Nacional, un instrumento político que, con otro nombre y actores, es plenamente vigente en nuestra caótica coyuntura. Hablaste y destacaste la figura del expresidente Menem. ¿Qué podés decir de su gobierno en el aspecto de la política exterior?
Menem llega al gobierno en un momento de extraordinario cambio en la geopolítica mundial: el fin de la Guerra Fría. A partir de esa lectura de la realidad, hizo una política adecuada al contexto. El peronismo lo acompañó en su inmensa mayoría, salvo el denominado grupo de los Ocho que después dio origen al FREPASO. Fue una política exterior pronorteamericana, como había hecho Perón en su segundo mandato y como hizo también Frondizi. Pero usted no puede olvidar una cosa: Menem terminó de lanzar el Mercosur, perfeccionando una política iniciada por Alfonsín. Y además terminó de cerrar todos los conflictos limítrofes que teníamos con Chile. En una palabra, Menem desplegó una gran política exterior conforme al orden global de aquel momento.
¿Considerás que el gobierno de Macri también estuvo en esa misma línea?
Macri tuvo grandes éxitos en su política exterior, en otro contexto, porque el llamado «momento unipolar» ya había concluido. Macri logró en poco tiempo -en buena medida por su gran capacidad para ejercer lo que se llama «diplomacia presidencial»- revertir la imagen muy mala que tenía el país al finalizar la presidencia de Cristina Kirchner. No podemos olvidar que teníamos relaciones prácticamente de hermandad con el régimen chavista, con los Castro, etc. Y que Cristina Kirchner había llegado incluso a firmar un pacto con el régimen islamista de Irán. Es muy probable que retrospectivamente la Historia juzgue positivamente a Macri en este campo de la política internacional.
GEOPOLÍTICA DE UN MUNDO EN TRANSICIÓN
En un reciente artículo hiciste referencia a Tucídides y a su Guerra del Peloponeso como metáfora de la situación actual entre Estados Unidas y China. ¿Cómo sería esa analogía?
Es una historia recurrente. La Guerra del Peloponeso describe el fenómeno que tiene lugar cuando una potencia establecida es desafiada por una potencia en ascenso. Ese fenómeno se ha dado recurrentemente en la historia de la humanidad. En el momento actual la potencia establecida es EE. UU. y la ascendente es China. Hace unos años parecía que podía ser Japón, o, antes, la URSS. Hay un estudio muy interesante de un profesor americano que se llama Graham Allison que escribió un libro titulado Destined for War?, hipótesis que plantea como un interrogante. Es decir, se pregunta si acaso podrán EE. UU. y China escapar a la trampa de Tucídides. Es decir, ¿habrá una transición de poder más o menos armónica? Es la pregunta del siglo. En el pasado hubo transiciones de poder pacíficas, por ejemplo, la que se dio entre Gran Bretaña y EE. UU.; pero claro, se trata de dos países con una misma base cultural.
¿Creés que China puede plantearle ese desafío?
China camina a ser una potencia global. Hoy ya lo es en la esfera económica. Pero no lo es aún en la esfera militar. China ni siquiera es la potencia hegemónica en Asia, o al menos no en el sentido de que esa hegemonía sea reconocida y admitida, con más o menos conformidad, por parte de los otros actores regionales. En una palabra, usted no puede olvidar que la geografía sigue siendo el dato decisivo de la política internacional. Y en ese plano, la geografía juega en contra para China y a favor de Estados Unidos.
¿Por qué destacás tanto el tema de la geografía?
Porque la geografía es el factor central en la política internacional. Los EE. UU. son probablemente la nación más favorecida de la historia del mundo en ese sentido. Tenga en cuenta que los EE. UU. tienen un territorio de una escala continental, pero con características insulares, dado que es un territorio separado por dos inmensos océanos que lo han protegido de los desórdenes europeos y asiáticos. A la vez EE. UU. es la única potencia nuclear en su hemisferio. Las otras potencias viven en una geografía adversa. Rusia prácticamente no tiene fronteras naturales y por eso su territorio inmenso es verdaderamente una debilidad. Porque el enorme territorio ruso está conformado en torno a una interminable planicie, muy fácil de invadir. De hecho, Rusia fue sucesivamente invadida a lo largo de su historia por parte de los mongoles, los polacos, los franceses con Napoleón y los alemanes durante el Tercer Reich. Eso explica que la política de expansión permanente que siempre llevó adelante Rusia sea la expresión de su debilidad. Y eso siempre fue así. Con los zares, durante el período soviético y ahora. Por eso la expansión de la OTAN fue una política que no podía sino envenenar las relaciones entre Rusia y Occidente.
¿Cómo analizás la geografía con respecto a China?
China también padece la realidad de una geografía complicada. Tiene recursos naturales insuficientes. Y tiene la debilidad derivada de estar rodeada de potencias nucleares. A su vez tiene una compleja relación con todos o casi todos sus vecinos. Sus relaciones con Rusia, con India, con Japón y con casi todas las naciones del Sudeste Asiático han sido tradicionalmente muy complicadas. Usted tenga en cuenta que las ambiciones de China por controlar el Mar del Sur de la China son equivalentes a las que buscó y consiguió EE. UU. en el Caribe hace más de cien años. Pero a favor de China, a diferencia de Rusia, tiene 1.300 millones de habitantes. Y tiene un sistema político que en alguna medida le ayuda y en otro no.
¿Económicamente creés que su sistema, capitalismo de Estado, es más sustentable que el capitalismo de mercado?
Económicamente creo que el sistema chino puede tener limitaciones en su crecimiento. Piense una cosa: China ha venido creciendo de manera exponencial en los últimos cuarenta años. A partir de las reformas de apertura que hizo Deng Xiaoping después de la muerte de Mao. Probablemente ninguna otra nación se haya elevado tanto en tan poco tiempo como China desde 1978. Recordemos que entre 1820, con las guerras del Opio, hasta la muerte de Mao en 1976, la economía de China tuvo una declinación infinita. China llegó a ser menos del cinco por ciento del PBI mundial, cuando tenía el veinte por ciento de la población del planeta. Eso le da una idea de la declinación durante los tiempos del siglo de humillación que vivieron los chinos. Pero luego Deng lanzó sus reformas hacia la economía de mercado y China se convirtió en solo cuarenta años en la segunda potencia económica del mundo. Hoy China representa algo así como el 20 por ciento del PBI global y rivaliza con los EE. UU. en materia de poderío económico. La pregunta que hoy surge es determinar si puede seguir creciendo, o si China está entrando en lo que se llama el dilema del ingreso medio.
¿Qué pensás respecto de esa misma pregunta?
Yo tiendo a creer que el capitalismo no es solo un sistema económico sino también, fundamentalmente, un sistema jurídico. Y cuando un sistema jurídico no dispone de la regla del «Rule of Law», ello implica una limitación. En un punto la capacidad de inversión puede ser menor. Hoy China tiene unos diez mil dólares de PBI per cápita, pero está entrando a un período de crecimiento de tres o cuatro puntos. Las tasas de crecimiento de siete, ocho o diez puntos anuales quedaron en el pasado. Es cierto que todos los estudios dicen que podrá mantener una tasa de crecimiento importante un tiempo más incorporando a la clase media a franjas de su población pero tengo mis dudas de que pueda acceder a un PBI de treinta o cuarenta mil dólares per cápita. Usted tiene una paradoja. Tiene un sistema político que en alguna medida es contrario al capitalismo. Hay otros países de Asia que rompieron la trampa del ingreso medio porque hay un sistema jurídico copiado del británico. Fíjense que muchos capitales de Hong Kong se fueron a Singapur.
El conflicto con Ucrania y el respaldo de la OTAN hicieron que su gran rival, Rusia, se le acercara estrechamente e incluso que dependa hoy de su comercio e inversiones. ¿Cómo analizás esta confluencia entre ambos actores?
Rusia y China siempre fueron rivales y es altamente probable que vuelvan a serlo. Acá se ve claramente lo que hablábamos de que el dato inmodificable de la geopolítica es la geografía. Un país puede cambiar su gobierno, incluso puede modificar su sistema o su régimen político. Puede cambiar sus políticas y hasta puede hacer alteraciones en materia cultural. Pero la geografía no se puede modificar. La Historia tampoco. Y lo que divide a China y a Rusia es la geografía y la historia.
¿Siempre fueron antagonistas?
En realidad fueron muy pocos momentos cuando China y Rusia estuvieron cerca. Uno fue muy brevemente desde la instalación de la República Popular y pocos años de la década del cincuenta cuando se establece el gobierno comunista de Mao y China dependía mucho de la URSS. Pero a poco de andar comenzaron los problemas. No se olvide que llegaron al punto de casi ir a una guerra a fines de los 60. En marzo del 69 hubo escaramuzas y ese momento fue aprovechado por la diplomacia de Nixon y Kissinger. Nixon había escrito un artículo en 1967 en Foreign Affaires titulado «Asia after Vietnam» en el que advertía que el mundo no se podía dar el lujo de tener a la nación más poblada del mundo aislada y en una sensación de resentimiento permanente. Y esbozó que había que acercarse a los chinos, lo que era una forma de contener a la URSS. Al mismo tiempo, en una coincidencia histórica, Mao interpretó que para enfrentar al enemigo cercano había que acercarse al enemigo lejano. Ahí hay una coincidencia de intereses entre la República Popular y EE. UU., que era frenar a la URSS. Nixon y Kissinger buscaron tener siempre con Beijing y Moscú una mejor relación que la que tenían ellos entre sí. Buscaron que la relación triangular fuera favorable para EE. UU.
Hoy Beijing y Moscú parecen cercanas como consecuencia de la muy mala relación que Rusia y EE. UU. han venido desarrollando en los últimos diez o quince años. China ha aprovechado ello porque las sanciones económicas a Rusia obligaron a Moscú a redirigir su orientación estratégica al Asia.
¿Considerás que Estados Unidos es el responsable del alineamiento ruso–chino?
Hay errores compartidos. El problema es que los errores de Occidente generan la problemática situación de favorecer a China. Eso es problemático porque la potencia en ascenso en el mundo actual es China y no Rusia. Los realistas en los EE. UU. sostienen que muchos, obsesionados con Rusia, se olvidaron de que el rival principal era China. Fíjense en este último conflicto, a partir de la invasión rusa a Ucrania. Los que festejan en última instancia son los chinos, porque a Rusia se le han aplicado gran cantidad de sanciones para comerciar con los países occidentales y por ello han reorientado sus prioridades estratégicas hacia Asia y en especial hacia China.
Hay quienes sostienen que las dos grandes potencias tienen reciprocidad comercial y productiva por lo que el conflicto no puede escalar a mayores dado que sería devastador para ambas. ¿Qué opinas al respecto?
Sí, están quienes sostienen que dado que EE. UU. y China tienen intereses compartidos, ello es un factor de disuasión. En definitiva es lo que los académicos denominan la teoría de la interdependencia. Muchos actores políticos y académicos sostienen esa idea. Yo, modestamente, creo que la teoría de la interdependencia es insuficiente para explicar el conflicto entre potencias. No digo que no tenga peso, pero cuando una potencia asciende económicamente, a la larga genera un aparato militar que provoca un choque con las potencias establecidas. Es un hecho casi físico que se repite una y otra vez a lo largo de la historia. Piense en cómo se inició la Primera Guerra Mundial.
Lo que sí es evidente es que hay un desafío global entre China y Estados Unidos disputándose áreas de influencia en el mundo: Medio Oriente, África, Europa, Sudamérica… hasta la Antártida. ¿Cómo analizás el caso de América Latina?
Hay quienes dicen que para entender América Latina es necesario tener en cuenta que es la periferia de Occidente. Una región que no está en el centro de las tensiones globales, debido a razones positivas y negativas. Las positivas resultan del hecho de que es una región sin armas nucleares ni elementos que pongan en riesgo la paz y la seguridad internacional. Al tiempo que las razones negativas se deben a que lamentablemente nuestros países no generan una contribución determinante a la economía mundial. Aunque hay un punto que puede aumentar la importancia relativa de la región que es la producción de alimentos y de energía. Al mismo tiempo, en todas las regiones periféricas se reflejan las disputas de poder de las potencias centrales, con la particularidad de que la nuestra es una región que pertenece al hemisferio occidental, el área natural de influencia de Estados Unidos. Eso puede hacer que EE. UU. le pueda dar más importancia frente al avance chino en la región.
¿Cómo analizás debe ser el posicionamiento de los países latinoamericanos frente a esta disputa?, ¿Creés que esta pertenencia compartida al mundo occidental, cristiano y democrático define un alineamiento natural con Estados Unidos?
Es complicado porque al mismo tiempo la economía norteamericana compite con la mayoría de los productos de los países de la región, mientras que la economía china es complementaria y eso no es menor (NdE: China es el mayor socio comercial de la gran mayoría de los países de la región). Para nuestra región el escenario actual es complejo y difícil, requiere sofisticación diplomática, pero desde el punto de vista económico probablemente el siglo XXI pueda ofrecer a nuestros países más oportunidades que las que existían en el siglo XX. Esas oportunidades requieren un entendimiento de los países para actuar en conjunto frente a esta lucha de potencias. Un intelectual argentino que estudia estos temas, Francisco de Santibáñez, que es vicepresidente del CARI, sostiene que el peligro de nuestra región es que un país se vaya con Estados Unidos y otro con China.
¿Cómo creés se puede lograr ese entendimiento?
En el caso de la Argentina, teniendo la mejor relación posible con Brasil y con los países de Sudamérica. Es clave también que la dirigencia política argentina llegue a algún tipo de consenso en su relación con los países de la región y a un entendimiento de que en materia económica se deben encontrar una mayor cantidad de relaciones posibles, pero desde el punto de vista político reafirmando nuestra condición de formar parte de Occidente. Eso implica reafirmar la vocación por mantener valores de promoción de la Democracia y los Derechos Humanos en el Sistema Interamericano. También considero que la política exterior argentina debería revitalizar sus relaciones con el Mercosur y con la OEA.
APRENDIZAJES DE CÓMO ISRAEL SUPERÓ SU CRISIS
Fuiste embajador en Israel durante el gobierno de Mauricio Macri ¿Qué considerás se puede aprender de la experiencia israelí para vencer la hiperinflación?
Israel había llegado a principios de los 80 a tener hiperinflación. En 1984 hubo una elección y ninguno de los dos partidos principales lograba tener mayoría en el parlamento para formar gobierno. Entonces hubo un acuerdo de rotación en los cargos y al mismo tiempo hubo un plan económico que combinó medidas ortodoxas con heterodoxas con un gran acuerdo entre los partidos y con la Histadrut, que es la CGT de Israel. A su vez tenía un gran respaldo norteamericano y aprovecharon que en 1978 en los acuerdos de Camp David se firmó la paz con Egipto. Eso les permitió reducir gradualmente el gasto militar y eso hizo que pudieran bajar el gasto público fuertemente. La gran clave de esto es que lo mantuvieron en el tiempo: cuando se produjo la rotación política el nuevo gobierno mantuvo esa política y así siguió por años.
¿Qué ves de aquella experiencia viable para Argentina?
Argentina es muy diferente. Su contexto es favorable y funciona mal. Nosotros tenemos todo, menos una buena organización económica. Nuestra economía está llena de distorsiones, parches, regulaciones absurdas, trabas. Tenemos lo que Emilio Perina denominó hace años una verdadera «Máquina de impedir». Israel tiene un contexto en contra y funciona bien. Pero lo que si hay que tomar es la idea de un plan y de un programa económico que sea mantenido en el tiempo. No es un gran secreto: el plan económico disminuyó la emisión monetaria, el gasto público. La diferencia es que Argentina tiene que hacer un plan antiinflacionario en medio de una pobreza de más del 40%, y eso no es un dato menor. Entrevista Mariano Caucino
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