La sede oficial del Parlamento Europeo está en Estrasburgo. Derechos de autor Jean-Francois Badias/Copyright 2022 The AP.
La sede oficial del Parlamento Europeo está en Estrasburgo. Derechos de autor Jean-Francois Badias/Copyright 2022 The AP.

Un total de más de 350 millones de europeos están llamados a las urnas, entre 6 y 9 de junio, para renovar el Parlamento Europeo. Las próximas elecciones europeas son transcendentales para el futuro de la Unión Europea (UE), considerando los retos continental y del mundo en un momento de plenos cambios geopolíticos, tecnológicos y climáticos.

Por eso, son fundamentales estos retos que implican grandes transformaciones para adaptar a la UE a estos tiempos venideros y allí radica la importancia de la nueva conformación del Parlamento Europeo que tendrá más competencias que las pasadas legislaturas. Si bien la política doméstica de algunos países miembros hace hincapié a los problemas nacionales y monopolizan la atención, en vez de plantear y discutir puntualmente las políticas que competen a asuntos sobre proyectos europeos.

Aunque es inevitable que se cole la agenda de los asuntos interiores de cada país expuesto por cada fuerza y partido político en clave nacional cuando debieran tener y asumir la responsabilidad para dar a conocer sus propuestas para el futuro de la UE y explicar el funcionamiento puntual de las instituciones que las componen dada su complejidad. Los datos muestran que la participación fue oscilando a la baja, desde el 62% de la primera votación europea en 1979 a un mínimo repunte con el 50.66% en 2019. La ausencia a los comicios es un llamado de atención por la importancia que implica para el futuro de sus ciudadanos quienes compongan el futuro Parlamento. Encima está el antecedente famoso “voto protesta o bronca” para desahogar su frustración con sus gobiernos nacionales se suele aplicar en los comicios europeos.

Por lo general, los partidos tradicionales desde la centroderecha a la centroizquierda mantenían con acuerdos el control en el Parlamento, pero la aparición de fuerzas políticas nacionalistas y euroescépticas cambiaron la balanza del poder y amenazan con empezar a imponer su agenda radical contraria a más integración y en contra del cambio climático al que desconocen.

Además, de influir en cambios cruciales para el devenir socioeconómico y político de toda la Unión y principalmente en la ampliación de las competencias del Parlamento. La frustración, el desempleo originado por una creciente inflación generada por las esquirlas de la pandemia y la guerra de Ucrania (que fue disminuyendo), la exaltación nacional, el respeto por los valores tradicionales de la familia, el odio irracional a la migración y su  mirada euroescéptica son los condimentos que utilizan y explotan los partidos de extrema derecha, que por primera vez en la historia estarían en condiciones de ser mayoría junto al Partido Popular Europeo (EPP), que nuclea a la centroderecha conservadora y demócrata cristiana.

En caso de que el EPP decida romper el cordón sanitario contra la extrema derecha desencadenaría una ruptura en el statu quo en la alianza con la centroizquierda en torno a los liberales y el añadido de los ecologistas, las cuatro formaciones abiertamente europeístas.

Es notable el avance de la extrema derecha en los países miembros que en algunos casos son gobierno como el caso actual de Giorgia Meloni, en Italia y en Hungría, Viktor Orbán; o fueron gobierno como el partido Ley y Justica en Polonia (2017-2023), aunque mantiene la presidencia del país. También, son parte del ejecutivo en Suecia, Finlandia y en el caso de Países Bajos donde ganó las elecciones el islamófobo y extremista, Geert Wilders líder del Partido por la Libertad, que junto a partidos de derecha formaron gobierno, pero con la condición necesaria de no ser primer ministro. En el caso de Francia, Emmanuel Macron evitó en dos ocasiones que Marine Le Pen llegue al Palacio del Elíseo, sin embargo, su fuerza política Agrupación Nacional parte como favorita en las elecciones y en Alemania, Alternativa por Alemania (AfD) saldría segundo y un tercio del electorado en España, Irlanda, Suecia, Croacia, Chipre, Eslovaquia, Estonia y Bulgaria depositaría su voto por estas fuerzas. En el caso de Italia se espera una victoria al encabezar la lista la primer ministro, Giorgia Meloni.

El avance de la extrema derecha pone en riesgo la integración de la UE

El avance actual de la extrema derecha representa vetos a una mayor integración y nuevos tratados para reformas necesarias dentro de la UE. Si bien entre ellos en el Parlamento actual hay diferencias y están separados en dos grupos: las formaciones de Le Pen y Salvini integran el bloque Identidad y Democracia (ID) junto al Partido por la Libertad de Países Bajos, el Partido de la Libertad austriaco (FPÖ) y el Partido de los Finlandeses. También, fueron parte Alternativa por Alemania (AfD), pero fue expulsado del Grupo por Marine Le Pen por manifestar simpatías hacia el nazismo. Por otra parte, el otro Grupo es Conservadores y Reformistas Europeos (ECR) que lo integran Vox (España), Ley y Justicia (Polonia) y Hermanos de Italia de Meloni, entre otros.

Si bien su pensamiento e ideología son similares las diferencias radican en torno a las políticas de género. Los miembros del bloque Identidad y Democracia tienen una política más abierta hacia la comunidad LGTBI. En cambio, ECR tiene una posición mucho más conservadora. Vox rechaza el aborto incluso en caso de violación, es contrario al matrimonio entre personas del mismo sexo y se opone la eutanasia. Ley y Justicia es expresamente homofóbico y promovió una política que derivó en que un tercio de los municipios polacos se declarasen “libres de ideología LGTBI”.

Una problemática mundial y en especial en Europa de estos grupos populistas es que gran parte de su ascenso se vio impulsado por la ira ante la inflación, casos de corrupción y, sobre todo, el aumento de la inmigración donde la UE en la Eurocámara votó endurecer los controles y los asilos migratorios, toda una victoria de la extrema derecha.

La mayor parte de estos grupos son euroescépticos y defienden la propiedad privada irrestricta. Oposición total a la inmigración y enciende las alarmas ante el avance de guetos religiosos y minorías étnicas y son contrarios a la lucha contra el cambio climático, las vacunas, el aborto legal y la comunidad LGBT. Además, explotan los miedos de la gente para ganarse su confianza y sus votos, y son especialistas en la redes sociales donde logran captar el voto joven.

Frente a este escenario Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea y actual candidata del EPP, y el líder del grupo, Manfred Weber, en varias encuentros con la premier italiana mostraron cierta sintonía y entendimientos sobre la guerra de Ucrania y su respectivo apoyo a Volodímir Zelenski, pero para nada hay afinidad con Marine Le Pen y el italiano Matteo Salvini de la Liga y su grupo parlamentario por sus simpatías al líder ruso, Vladimir Putin sumado a sospechas de financiamiento a sus partidos políticos. Leyen en los debates dejó en claro que, hasta ahora, no ha tenido inconveniente en colaborar con la primera ministra italiana Giorgia Meloni, y que no tendría problemas de trabajar junto a ella en el futuro siempre y cuando su intención es “trabajar con todos aquellos que apuesten por Europa”.

La posibilidad de ciertos acuerdos entre el EPP que obtendría 170 y pico escaños y los dos grupos de extrema derecha que aspiran a superar la barrera de cien bancas sobre 720 en juego sería contradictorio por sus posturas contrarias, sin embargo, tendría una amplia mayoría contando que los socialdemócratas sueñan con tocar los 150, los liberales difícilmente llegarán a 90, los ecologistas esperan un destrozo que los deje por debajo de 60 y más relegados la izquierda con 30.

La próxima décima legislatura europea se juega mucho no solo por cambios geopolíticos, tecnológicos, climáticos, socioeconómicos y políticos porque, también, existe la posibilidad de ampliar la Unión a más países del este del continente, con la adhesión de Ucrania. Por ende, se pondrá a prueba la supervivencia o un posible colapso ante la inminente amenaza de Rusia que representa una respuesta militar donde todos los miembros deben estar unidos y no poner piedras en el zapato como suele hacer el húngaro Orbán, el máximo aliado de Putin en la UE, además, de los desafíos en la transformación económica tanto en energías renovables y tecnológica que representará grandes inversiones. Parte de estás reformas requerirán quizás creación de impuestos europeos contraria al ideario de las fuerzas euroescépticas que apuestan a menos recursos y más soberanía nacional.

El mayor reto a futuro sin dudas para Europa es si estará dominada por los grupos ultranacionalistas que busca la escisión constante de la Unión o una Europa sólida, fiel a sus valores constitutivos, prospera, unidad y enarbolando la defensa y respeto a los derechos humanos. Un claro ejemplo fue la unión y la solidaridad frente a la pandemia.

Más que nunca hay que tener presente las palabras de unos de los propulsores de la integración europea el francés, Jean Monnet: “no habrá paz en Europa, si los Estados se reconstruyen sobre una base de soberanía nacional. Los países de Europa son demasiado pequeños para asegurar a sus pueblos la prosperidad y los avances sociales indispensables. Esto supone que los Estados de Europa se agrupen en una Federación”.


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