Debate Milei Massa.
Debate Milei Massa.

Se están desplegando en estos momentos enormes esfuerzos de persuasión y presión sobre las porciones de los electorados que se presumen aun influenciables. Adelantemos que no hay electorados cautivos, aunque en las complejas razones que determinan cada decisión de voto graviten las tradiciones políticas en las que se siente representada una buena parte de la ciudadanía. Pero no es sólo esa pertenencia, que se vuelve cada vez más frágil a medida que los partidos políticos sacrifican sus programas y propuestas a las necesidades del marketing, lo que lleva al elector a tomar su decisión de un modo íntimo y muchas veces no confesable. La urna es un momento de sinceramiento y también de catarsis. Luego, en los recuentos, los analistas se esfuerzan por descubrir tendencias objetivas que no lo son en modo alguno en la intimidad de la persona que concurre al cuarto oscuro a ejercer su derecho de elegir. Cada cual lo hace desde la compleja combinación de experiencias e ideales con que ha ido modelando su visión de la sociedad política que integra, muchas veces como ahora desde la decepción y el legítimo deseo de mejora que, tantas veces incumplido, genera reclamos a los representantes. Es lógico también que esa decisión personalísima no sea ajena al entorno donde el ciudadano lucha por asegurar un sustento decente y garantizárselo a sus seres cercanos, en un futuro deseable. Allí es donde arrastramos todos, salvo excepciones sublimes, los dramas ajenos y que difícilmente puedan omitirse en la meditación de nuestra conducta electoral. El sistema político, no exento de inercia, tiene ante todo un mensaje que dar: “no dejes de participar” y los intérpretes de ese mensaje aplican su creatividad con variados argumentos que pueden sensibilizar a unos y otros. Puesto ese mecanismo a funcionar se instala un clima de tensión del que es difícil escapar para pensar y actuar con independencia. Todo eso tiene muy poco de sustento democrático, lo cual exigiría debates respetuosos y de calidad que ofrecieran a los votantes razones de peso para acompañar las diversas opciones. No ocurre. Lo que hay es una búsqueda desesperada de votos que, según desde donde se haga, embellece a Massa o a Milei (y lo contrario con idéntico énfasis). Hemos sostenido ya en esta columna que analizar las opciones electorales con eje en los candidatos –que tiene su importancia relativa– induce a error sobre las aspiraciones y padecimientos de la sociedad argentina. El mecanismo del balotaje lleva a una polarización forzada y, en última instancia, a un cepo de opciones que bien puede estar cancelando caminos de reparación y reconstrucción necesarios. La opción de un desarrollo integrador y fuertemente consensuado entre las principales fuerzas políticas sigue ausente toda vez que se privilegia la descalificación utilizando los prejuicios de quienes están predispuestos a dejarse orientar. Es una opción basura en la que no se está eligiendo entre proyectos de construcción y articulación virtuosa de intereses sino entre un modelo pernicioso de individualismo extremo o una reiteración de políticas erráticas que sólo incrementan la fragmentación social. En estas condiciones, no ceder al chantaje es también un acto de afirmación democrática.


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