Vista de Lima, capital del Perú.
Vista de Lima, capital del Perú.

Cerramos un año más y en esta época de balances es importante seguir aprendiendo.

Argentina está sumida en el cortoplacismo, en ver cómo se llega a las elecciones del 2023 y nada más. Todo parece ser un estiramiento de los problemas de fondo para que no terminen de estallar. Pero si queremos salir realmente de esta agonía lenta y de la espiralización inflacionaria en algún momento hay que tomar medidas de fondo.

Los datos empíricos muestran que se puede. Se puede tener un banco central independiente y un manejo de la política económica de mediano plazo, a pesar de los cambios de gobiernos. Todo depende de buscar consensos y sincerar variables.

En esta oportunidad quiero mencionar el caso de Perú. No porque sea un país sin problemas a resolver, todo lo contrario. Perú vive una inestabilidad política permanente. El Congreso de Perú destituyó días atrás al presidente izquierdista Pedro Castillo por “incapacidad moral”, ignorando la decisión del mandatario de disolver el Parlamento y reorganizar el sistema de Justicia. El país ha tenido cinco presidentes en los últimos cinco años y, aunque los constantes cambios en el Ejecutivo han dejado en evidencia la crisis política del país andino, su economía acumula más de 20 años en una senda de crecimiento económico. Es uno de los países con mejores datos macroeconómicos de América Latina. La estabilidad se apoya en una serie de variables claves y a partir de ahí, si la política acompaña el país podría trasladar esta estabilidad en lo económico para mejorar en los aspectos de distribución e infraestructura que la sociedad necesita.

En palabras del ex ministro de Economía y Finanzas (2011-2014), Luis Miguel Castilla Rubio, en estas décadas “la economía peruana ha tenido un desempeño positivo porque tiene una serie de aspectos: lo central es que mantiene unos fundamentos macroeconómicos muy sólidos. Tiene los niveles de reserva más altos de la región, con respecto a su Producto (Interior Bruto) y los niveles de deuda pública más bajos con respecto al PIB. A esto se le suma, una clara apuesta por la apertura comercial del sector externo que incentivó el comercio nacional y una Constitución que ha facilitado que la inversión privada sea el motor del crecimiento. Esto ha hecho que el país haya visto su PIB multiplicarse por tres en los últimos 20 años y se ha mantenido relativamente resiliente pese a los shocks externos que ha sufrido.”

La independencia del banco central, el modelo económico de libre inversión y distintas leyes constitucionales que blindan al país han permitido este resultado positivo.

Marchas contra el ex presidente Castillo /Klebheer Vasques
Marchas contra el ex presidente Castillo /Klebheer Vasques

Pese a los constantes cambios de rumbo en el Gobierno y el Congreso peruanos, el Banco Central de la Reserva del Perú (BCRP) ha podido seguir una política coherente centrada en lograr el equilibrio fiscal, contener la inflación y mantener el valor del sol, la moneda peruana. El BCRP ha logrado acumular más de US$74.000 millones en reservas internacionales, unas de las más altas de América Latina en porcentaje del PIB. Se trata de una inmensa cantidad de recursos que el banco puede movilizar en caso de necesidad, como a menudo hace para evitar bruscas devaluaciones

Luego de dos décadas (2000-2019) con tasas de crecimiento del PBI positivas (variando entre 2% y 7%), en el 2020 Perú evidenció una caída de -11%, como consecuencia de la pandemia y sus efectos en la economía. El 2021, debido a un efecto rebrote y a un crecimiento de la inversión privada de 37,6%, creció a una tasa de 13,3%. Para este año, 2022, el país cerraría con 2,5%, 3,6% en el primer semestre y en el orden del 1,6 o 1,8% para el segundo semestre del año. El crecimiento económico del Perú se ha visto desacelerado por la coyuntura internacional y nacional.

Las causas de este menor crecimiento coyuntural pueden resumirse en políticas y de gestión pública. La incertidumbre política afecta los planes de inversión privada, la cual se ha venido reduciendo desde diciembre del año pasado y, tal como menciona el Fondo Monetario Internacional en su último informe, será necesario revertir la ineficiencia del sector público peruano para ejecutar, de manera adecuada, la inversión pública.

Si observamos los precios, Perú evidencia una de las tasas más bajas en la región.

La tasa de inflación en este año se ha mantenido alrededor del 8% una cifra de un dígito que pocos países de Latinoamérica evidencian. Colombia (12,53%), Chile (13,30%) y Honduras (10,44%) tienen tasas interanuales a noviembre por encima del 10% y Argentina (88%) y Venezuela (155,8%) no bajan del 80% e incluso se augura para Buenos Aires un IPC de tres dígitos, por encima del 100%.

Perú y Brasil son los que permanecen en el terreno de una inflación de un dígito en un año donde las presiones inflacionarias han sido elevadas incluso para los países centrales.

El crecimiento económico es una condición necesaria pero no suficiente para que una sociedad sea desarrollada. La evidencia empírica en diversos países y épocas nos indica que primero tiene que existir crecimiento económico y, casi paralelamente, para que este sea sostenible, tiene que generarse desarrollo económico y social en la comunidad. Si lo segundo no ocurre a un ritmo adecuado, se corre el riesgo de que la desigualdad de ingresos en la población, y sus consecuentes conflictos sociales, actúe como un freno a un mayor crecimiento económico.

El crecimiento del PIB por sí solo no muestra toda la realidad social y en la peruana en los últimos años vemos una creciente desigualdad en el acceso a servicios básicos como la salud o la educación, que quedaron especialmente en evidencia durante la pandemia.

Pero la estabilidad brinda una base clave para poder seguir construyendo, y esperemos que las bases que ha logrado Perú den el puntapié para los cambios que se necesitan. Y también esperamos que como vecinos aprendamos de estas lecciones; ya que esas bases son la pieza clave faltante en la realidad argentina de las últimas décadas. No podemos pensar en construir un edificio sin buenos cimientos. Con un contexto internacional complicado, debemos tomar medidas que pulsen el crecimiento económico, si queremos realmente alcanzar un desarrollo equilibrado y sostenible para nuestra sociedad. Hay que cerrar las brechas económicas y sociales hacia arriba, no hacia abajo. Será de suma importancia que nuestra dirigencia lo entienda y que la sociedad aprenda, compare y piense con libertad. No podemos quedarnos en discursos chatos de culpar al exterior o al pasado. Es hora que venga un sincericidio. Aunque duela, va a ser necesario, si queremos salir de esta agonía de estancamiento y espiral inflacionaria. Sinceramiento de variables y programación de mediano plazo con autonomía del Banco Central. Me quedo con ese deseo para este 2023.


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