Extraería una conclusión apresurada quien supusiera que propugnamos la autarquía, o sea, un aislacionismo nacional de viejo cuño y que somos enemigos de toda integración económica de América latina. Entendemos que se abre amplio campo a la cooperación entre nuestras repúblicas y que es conveniente y necesario concertar arreglos que conduzcan a la vigorización y universalización del sistema de la ALALC en toda América latina. Tampoco somos contrarios, en principio, a la ejecución de proyectos multinacionales. Pero establecemos una pauta fundamental e irrenunciable para medir la practicabilidad y utilidad de los acuerdos regionales: favorecemos todos- aquellos acuerdos regionales que contribuyan a fortalecer y acelerar el desarrollo integral de cada nación y nos oponemos a todos aquellos que reemplacen la noción de la integración nacional por el de una hipotética integración global fundada en la división internacional del trabajo.
Para nosotros, la integración regional es una etapa superior de las integraciones nacionales. No queremos que la unidad de América latina sea la de naciones débiles, fragmentadas y dependientes. Al revés, avizoramos el porvenir del continente como la hermandad de naciones fuertes; plenamente integradas y de creciente bienestar para sus pueblos. Cuando nuestros compatriotas nos confirieron el honor de gobernar nuestro país”, pusimos en práctica una vigorosa política de coordinación interamericana para acelerar el desarrollo de cada una de nuestras naciones. Con el presidente de Brasil, en Uruguayana y con el de Chile, en Viña del Mar, suscribimos declaraciones inspiradas en una estrecha comunidad de intereses y-aspiraciones. En viajes que realizamos durante nuestro mandato y aun antes de comenzar el período de gobierno, encontramos amplia coincidencia con los jefes de estado de nuestras repúblicas en cuanto a la urgencia de promover el crecimiento económico y la justicia social en América latina y de formar a tales efectos un frente común. En oportunidad de elaborarse el tratado de Montevideo, que dio nacimiento a la ALALC, nuestro gobierno colaboró eficazmente en su concertación. Entendimos siempre que, además de la comunidad de intereses de todas nuestras repúblicas, las que pertenecen al Cono Sur del continente están especialmente vinculadas entre sí. Durante nuestro mandato nos empeñamos en reforzar los lazos que unen la Argentina con Uruguay, Paraguay, Bolivia, Chile, Perú y Brasil.
La conferencia que sostuvimos con el presidente Quadros en Uruguayana (1’961) nos dio oportunidad de concretar nuestras ideas sobre cooperación interamericana para el desarrollo. Las cancillerías de Río de Janeiro y de Bue-nos Aires aportaron a la entrevista de los presidentes rin detallado y serio examen de las perspectivas de intercambio entre ambos países. Los hombres de Itamaraty presentaron su punto de vista sobre ese comercio. Fundamentalmente consistía en asegurar la adquisición por el Brasil de granos argentinos a cambio de compras de material ferroviario, vehículos y maquinaria brasileños para la Argentina. Defendimos el interés argentino que no se satisfacía con la colocación de cereales en el mercado brasileño sino que aspiraba a exportar con destino a dicho mercado los productos de nuestra industria. En ese tiempo, la Argentina ejecutaba un plan de desarrollo que se traduciría en el autoabastecimiento de petróleo, en la instalación de grandes plantas que llegaron a quintuplicar la producción de automotores y caucho sintético y que duplicaron la producción de acero. La cooperación entre ambas naciones debía apoyarse en el hecho de que eran dos países en rápido proceso de integración e industrialización y que ofrecían mercados de creciente capacidad adquisitiva para absorber bienes industriales producidos en ambos. La Argentina no podía aceptar su condición de simple proveedora de productos del agro. El primer magistrado del país hermano comprendió nuestras razones y así quedó convenido en los documentos suscritos. Fijamos en Uruguayana una posición que ha sido invariable: el intercambio entre las repúblicas latinoamericanas debía propender a su diversificación y enriquecimiento y rechazar todo intento de perpetuar las desigualdad es entre ellas.
Fuente: “Frondizi, Arturo. El problema nacional de América Latina y ciertos esquemas de integración regional” (link)
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