Joaquin Phoenix interpreta Napoleón Bonaparte en su nueva película biográfica (Foto: Columbia Pictures)
Joaquin Phoenix interpreta Napoleón Bonaparte en su nueva película biográfica (Foto: Columbia Pictures)

Todo es cuestión de expectativas. ¿Pretende ir al cine a ver una biografía de quizás el genio militar más grande de la historia? ¿Querrá ver acaso la metamorfosis entre el general Bonaparte baluarte de los ideales republicanos de igualdad fraternidad y libertad que se dejó seducir por el poder absoluto? ¿Querrá ver una película épica y memorable como antaño la década dorada de Hollywood o acaso como la también obra de Ridley Scott, Gladiador?

Lo fundamental es entender que el director en lugar de esquematizar y tener como hilo conductor de la trama aquello que realmente fue eje y fundamento de la figura de Napoleón, sus batallas y campañas militares, puso el foco de la película en su adictiva y volátil relación con su esposa Josefina de Beauharnais, su gran amor.

Este abuso de la figura de Josefina, respecto de la cual la actuación de Vanessa Kirby es sin duda lo mejor de la película y de lo escaso que perdurara en su mente relativo al filme, relativiza la figura y el impacto de uno de los hombres más relevantes de la historia  quitándole preciado tiempo para profundizar ese foco.

Por supuesto el director está en todo su derecho de darle este enfoque a su película. pero en ese caso hubiese sido más apropiado llamar al film “Napoleón y Josefina, una historia de amor y desencuentros” (que de hecho ya existe una película con ese foco explicito) y no pretender promocionar biografía. Incluso existe otra película de 1954, ‘Désirée‘, que trata la relación de Napoleón con su primer novia, Désirée Clary, con quien llegó a comprometerse, y que luego, tras casarse con el mariscal Bernardotte, sería reina de Suecia.  Aquí también la pelicula pone el foco en esa pintoresca historia y lo deja explicíto. Incluso teniendo en el papel de Napoleón ni más ni menos que a Marlon Brando.

Pero tan desenfocado y ambiguo, es el foco de la relevancia de la figura de Napoleón en el film de Scott que Le Figaro publicó que la película podría ser rebautizada “Barbie y Ken bajo el Imperio”.

En esa ambigüedad el film se vuelve un raconto de la intimidad de la relación de la pareja mezclado con algunas de las acciones del hombre cuyas ansias de poder le hicieron dueño de Europa continental. Se trata de dos personalidades con alta dosis de neurosis potenciada aún más por las circunstancias que el poder, y en su caso absoluto, conlleva.  Pero incluso esto tampoco sirve para exponer al Napoleón más íntimo y profundo, por más que se lean algunas de las pasionales cartas que escribía de recién casado, escenas de sexo o discusiones subidas de tono.

Para quien le interese conocer la particular y anecdótica relación entre Napoleón y Josefina sugiero visitar este enlace 

Del petit caporal al empereur

Este Napoleón de Scott parece simplemente un oportunista ambicioso. Que si bien claramente Napoleón era ambicioso, no se perciben en él sueños ni ideales en él, más allá de un abstracto amor a Francia, que en el film queda siempre eclipsado por su amor desenfrenado a Josefina.

Más allá de escarapelas y banderas tricolor y de algún que otro “Vive la France”, siempre en un imperdonable acento norteamericano, ‘Napoleón’ no es una película francesa, pensada para el público francés. De hecho la crítica francesa más dura a sido denunciar que Scott, inglés, de hace un film anti francés, sobre todo por el corolario de tres millones de muertos, que cierra dos horas y media de batallas y amoríos, que deja un mensaje malintencionado como si ese fuese su legado, el de un genocida como fueron Hitler o Stalín.

Nada se explica de que merced a sus impresionantes triunfos Napoleón inspiró y devolvió al pueblo francés, y a su ejecito, el orgullo y la autoestima luego de los primeros dramáticos años de la Revolución que el film representa en la decapitación de María Antonieta y la caída de Robespierre, que son episodios en los que nada tuvo que ver el joven Bonaparte. Nada cuenta de su campaña inicial a Italia, en la cual al mando de un ejercito andrajoso venció inesperadamente a piamonteses y austriacos que le superaban en número para llevar a una Francia, al borde del colapso, la paz y el triunfo y comenzar a escribir allí su nombre en la historia.

Sus victorias implicaron que la Revolución “llegase para quedarse” e incluso expandiera a todos los territorios conquistados, y hasta en las colonias americanas, aquellos ideales y derechos civiles frente a sus detractores que aún resistían en sus privilegios feudales. No es menor que el propio Beethoven le dedicase y nombrase con su nombre inicialmente a su 3ra sinfonía, aunque al indignarse saber que aquel general Bonaparte, prohombre de los valores republicanos se había proclamado Emperador tachó su nombre y la llamó finalmente “heroica”

La película carece también de una explicación de ese contexto y de ese nuevo mundo que se estaba forjando y al que las monarquías europeas estaban decididas a erradicar para preservar el antiguo régimen. Napoleón no implicó un cambio de dinastía sino un cambio en el orden de las cosas del mundo al nutrir a la revolución de fuerza y vigor.

Y este contexto de fondo era sustentado por sus triunfos militares. Napoleón fue lo que fue porque ganaba batallas y sobre todo campañas. Pero en la película lo que esencial pasa a ser anecdótico. Las batallas, que fueron más de 60, brillan por su ausencia ni siquiera de nombre, o de sus efectos. Incluso la representación de la batalla de Austerlitz queda incluso deformada al inferir que Napoleón armó una trampa bombardeando un enorme lago congelado para destruir a los austriacos. La realidad es que ese lago nunca existió. El punto es que ni siquiera se reflejan en el film las sublimes cualidades y aptitudes militares de Bonaparte: Nada se muestra de su capacidad para mover rápidamente sus fuerzas en el campo de batalla a marchas forzadas si era necesario de manera de tomar  por sorpresa,  desorientar y derrotar a sus enemigos antes de que pudieran organizarse completamente algo fuera de uso en las convenciones de la guerra de aquel entonces. Además, Napoleón, que se especializó como teniente de artillería, comprendió la importancia estratégica de la artillería en el campo de batalla, utilizando baterías de cañones para debilitar las líneas enemigas antes de lanzar ataques de infantería. Sin duda también fue asombrosa su capacidad de vencer coaliciones de ejércitos muy superiores al suyo. Esto lo hacía porque era maestro en la concentración de fuerzas en puntos clave del campo de batalla, lo que le permitía derrotar a sus enemigos de a uno por vez y en manera selectiva, y que aplicaba con su celeridad característica ya mencionada. Poco y nada de eso se trasluce siquiera en la película.

Además Napoleón comprendía la importancia crítica de la logística en el éxito militar. La gran excepción fue la dramática retirada de la gran Armee de Moscú precisamente por no haber previsto que los rusos se iban a retirar y arrasar todo a su paso. Salvo esto último, un gran error, todos los demás aspectos de su capacidad estratégica no son evidentes en la película. Nadie se va del film con la impresión de que Napoleón fue el nuevo Marte Dios de la guerra, a pesar de que mantuvo sometida a Europa continental durante 12 años.

Al contrario, Scott enfatiza su figura militar en lo que justamente no hacia: comandar cargas de caballería. Imaginarse a Napoleón sable en mano montando un corcel desbocado y peleando en el medio de una batalla de miles de hombres como antaño los héroes homéricos es algo absurdo. Si bien hay anécdotas, en que encabezó una carga, como la épica al puente de Arcole que le valió aquel afectuoso apodo por parte de sus tropas de petit caporal por su osadía, fue a pie y cuando era joven y claramente no era su costumbre porque tenía claro que su musculo más preciado era su cerebro y donde más valor tenia era en aplicar la táctica al terreno y la estrategia en los mapas y eso no se podía hacer en el medio del fragor de una batalla. Los que encabezaban esas épicas cargas fueron sus mariscales de caballería, como Ney y Murat, que brillan por su ausencia.

De su expedición a Egipto el filme incluso comete el absurdo de mostrar que Napoleón cañonea las pirámides algo que el director explicó que era simbólico. Errores y deformaciones históricas como este hay por demás, pero son peores aun las omisiones. Ni siquiera explican las causas de su envió por parte del Directorio, desembarazarse de un joven oficial ambicioso y exitoso, y su impacto en la ciencia y la historia, descubrimiento de la piedra Rosetta incluido, aquella que permitió traducir los jeroglíficos. Hay si incluso un detalle de color: el general de tez negra que le acompaña en la expedición. Se trata de Thomas-Alexandre Dumas, padre del célebre autor de Los Tres Mosqueteros, y destacado general revolucionario. Mucho más valiente y carismático, no tuvo ni el genio político ni militar den Napoleón, en parte por ser mulato, no negro, y en parte porque al volver de aquella malograda expedición “el diablo negro” fue cautivo y prisionero por piratas, anécdota que su hijo usará de inspiración para su obra El Conde de Montecristo.

Más omisiones determinantes

Nada se dice en la película del periodo del consulado y aquellos cuatro años de paz a los que muchos historiadores reconocen como el momento de mayor esplendor de Francia. Fue entonces que se vio el impacto económico y social por primera vez en un marco de orden y realidad. Napoleón fue un gran gobernante que introdujo una serie de reformas legales, siendo el Código Napoleónico una de las más destacadas y el que estableció principios de igualdad ante la ley, libertad individual y protección de la propiedad privada. Fue un periodo de prosperidad económico, educativo así como en las artes y las ciencias.  Tampoco de episodios bisagra como el fusilamiento del duque de Enghien, que implicó una ruptura definitiva con los monárquicos, así como de los atentados contra vida del primer cónsul.

Si el Napoleón militar prevaleció en su vida por sobre el político y el hombre de ideas que era porque continuamente debía validar su autoridad ante las monarquías europeas que no podían admitir lo que él representaba. Y Napoleón los enfrentaba y derrotaba continuamente hasta que comprendieron que era en vano desafiarlo algo que la película insinúa al hacerlo pronunciar unas palabras al respecto en las pocas  sentencias que tiene la monolítica y poco dinámica interpretación de Phoenix.

Pero para quienes teníamos expectativas de ver una película de Napoleón, es imperdonable que la película omita por completo el episodio clave en la caída del poder imperial que fue la invasión e imposición de su hermano en la corona española.  No solo para evidenciar su ambición dinástica ya desbordada, sino por las enormes consecuencias que tuvo.  Una de las más significativas fue que en ese contexto se dio la primera derrota en campo abierto de la historia del ejército napoleónico en la histórica Batalla de Bailen, de la que participo un joven oficial llamado José de San Martin. Bailén significó entonces que los franceses podían ser derrotados y que la resistencia española a la ocupación no era broma. Tampoco existe un recontó cronológico de las diversas campañas que acontecieron durante las guerras napoleónicas limitándose a una gran escenificación de las batallas de  Austerliz, Borodino y Waterloo que si bien son la parte más destacadas del film carecen también de esplendor épico. Esta carencia tiene en gran parte que ver con la frialdad que caracteriza a esta interpretación de Napoleón por parte de Joaquín Phoenix, que desarrollare en breve, como por la gran ausencia de quienes fueron sus imprescindibles y más estrechos colaboradores: sus mariscales. Ni Junot, ni Lannes, ni Murat, ni Ney ni Berthier tienen nombre ni rostro en el film. Napoleón sin sus mariscales es como Messi sin sus fieles laderos Dibu, De Paul., Di Maria etc… Esa es la imagen que presenta el film, porque claro su eje y centro, claro, es su vínculo con… Josefina.

Precisamente en lo que atañe a su liderazgo y su carácter poco y nada es lo que trasmite este Napoleón frio y osco que incluso físicamente se parece más a Javier Milei que al propio corso. La interpretación de Phoenix lo desdibuja en una frialdad y ambición que solo descomponen su apasionado amor por… Josefina.

Napoleón Bonaparte (retrato de Jacques-Louis David, 1812)
Napoleón Bonaparte (retrato de Jacques-Louis David, 1812)

El hombre que realiza su destino

El Napoleón de Phoenix y Scott es incapaz de trasmitir un carisma a la altura de su gloria. De alguna manera críticos y biógrafos coinciden en que Napoleón se sentía a si mismo lo que se denomina un hombre del destino. Un hombre que sabe que está destinado a cosas grandes y eso es algo que siente y prueba constantemente a lo largo de su vida. Que supo estar preparado en el momento justo (el asedio a Toulon, el ataque a la Convención y el plan de Italia) y aprovechar la oportunidad.

Todo esto queda subyugado al amor de Josefina. Incluso puede quedar implícita la idea de que fue Napoleón gracias a ella. El historiador Adam Zamoyski describe al respecto  que “[Napoleón] nunca perdió del todo su admiración por el estilo y la inteligencia de Josefina, y confiaba en su juicio”, observa. “Una vez que ella sintió que él se había comprometido de verdad con ella… y que podía proporcionarle la seguridad que ansiaba, se convirtió en una compañera devotamente leal y en una fuente de fortaleza para él”.

Pero esto no implica de ninguna manera que Napoleón fue el genio militar y la figura política que fue gracias a que el amor de Josefina erradicó sus inseguridades. Antes de conocer a Josefina el joven y desconocido teniente Bonaparte había atravesado profundos momentos de frustración, desasosiego, fracaso, abandono e indiferencia que afrontó con resiliencia que le mantuvieron vivo y esperanzador porque tenia la convicción de creer en un destino grandioso. Así dominó a la Fortuna, su verdadera y gran amante, y así conquistó a Josefina. Pero la convicción de su estrella de su genio no la tuvo en la cama con Josefina sino en el fango de sus primeras batallas de aquella primer campaña en Italia. Allí se forjó su propia leyenda. Allí su estrella brilló en los cielos de Francia e Italia y dio por fin una respuesta a su convicción personal. Esa es la gran historia por contar, de como forja la transcendencia de su figura, algo que la película no cuenta adecuadamente y omite siendo tan excepcional.

Este Napoleón sin brillo no solo no tiene penas y angustias por no llegar a ser quien anhela,  sino que cuando lo logra, y supera, tampoco tiene ese profundo y trascendental porque ni para que, una causa. Esto es en gran parte porque la caracterización de Phoenix trasmite un reflejo distorsionado al que no se lo llega a odiar ni a admirar cuando precisamente lo particular que tiene su figura tan compleja es la de generar por igual ambos sentimientos. Este es un Napoleón sin alma, cuando él precisamente representa al espíritu de una época.


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