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Lino Barañao no es un hombre de ciencia alejado de la realidad. Por el contrario, es un hábil político con gran conciencia social y pregona que las ideas se tienen que transformar en acciones concretas para mejorar la sociedad.  “Un país como Argentina no puede hacer solo ciencia básica porque hay mucha gente que tiene necesidades insatisfechas. Tiene que hacer buena ciencia, pero buscando solucionar problemas”, sostuvo en la charla organizada en conjunto por la Fundación Frondizi y Visión Desarrollista. Corría el mes de agosto y todavía era Ministro de Ciencia y Tecnología. Unas semanas más tarde, su cartera pasó a ser Secretaría de Gobierno.

La inversión y el desarrollo tecnológico es para Barañao una arista fundamental dentro de un modelo de desarrollo nacional. “Argentina ya demostró que puede apostar por la tecnología. Tenemos el INVAP, que ha exportado reactores nucleares, tenemos empresas de tecnología, en Argentina está la única compañía que ha hecho biotecnología farmacéutica animal y vegetal todo junto”, enumeró. El secretario destacó que en el país hay muy buenos investigadores y empresas que usan tecnología. “Hacia allí tenemos que apuntar. Hay que clonar el INVAP. Es empleo de alta calidad para el sector más educado y una fuente de ingresos de divisas”, completó.

Barañao criticó la idea de que Argentina no es competitiva para desarrollar tecnología y que debe concentrarse en producir solo aquello para lo que tiene ventajas por naturaleza. “Un exministro de Educación de Corea del Sur me contó una anécdota muy valiosa al respecto. Una vez un periodista le preguntó a qué consultora había dado el estudio que demostraba que Corea del Sur iba a ser líder mundial en hardware. Mi colega le dijo que, efectivamente, había contratado a una consultora muy cara y reconocida que hizo un trabajo muy serio y profundo, pero le dio los 20 motivos por los cuales Corea del Sur JAMAS iba a lograr ser líder en hardware. Ellos lo tomaron y, en lugar de frustrarse o justificarse, se pusieron a trabajar. Uno a uno fueron eliminando las limitaciones estructurales. Cuando eliminaron la 20, eran los líderes mundiales. Es un poco lo que decía Schopenhauer de que la voluntad antecede a la razón. Uno primero tiene que querer hacer algo y, con esa convicción, luego encontrará los medios para lograrlo.”

Y es que para Barañao la ventaja competitiva de los argentinos no es su Pampa Húmeda o algún otro recurso natural, sino algo diferenciador que tenemos los argentinos: la creatividad. “Nos gusta hacer las cosas de otra manera. Es a veces nuestro principal defecto, ir por izquierda. Bueno, hagámoslo entonces una virtud. Tenemos que fomentar la creatividad desde la educación. Cambiar el modelo educativo hacia eso”, razonó.

La Pampa Azul

A la hora de destacar los principales proyectos de la ahora Secretaría, eligió tres: CELFI, Pampa Azul y uno referido a producción sustentable de alimentos. El CELFI (Centro Latinoamericano de Formación Interdisciplinaria) tiene por finalidad que se establezca en Argentina una red de científicos latinoamericanos para fomentar la integración regional y de las disciplinas científicas. “Vamos a becar a chicos de toda Latinoamérica y del país para que vengan estudiar problemas cuya complejidad es tal que no puede ser resuelta en un solo ámbito”, explicó.

El proyecto que sin dudas generó más interés en los presentes fue el denominado Pampa Azul, orientado a la investigación y uso sustentable del Mar Argentino. “Argentina nunca miró al mar. La mitad de la superficie argentina esta abajo del agua: la pampa azul”, argumentó. Investigar y promover el desarrollar productivo de esa invaluable y subexplotada riqueza nacional es el propósito del proyecto: “Vamos hacer una prueba piloto en Tierra del Fuego: Trucha orgánica. Vale 12 dólares el kilo. Ya hicimos el estudio, ahora vamos a financiar el proyecto. Son 10 millones de dólares para hacerlo y, si funciona, después el sector privado lo llevará adelante”, expuso y agregó que la idea o se limita a investigar el Mar Argentino, sino también desarrollar las zonas costeras. “Queremos posicionar a Ushuaia como la base de autoabastecimiento y logística para la Antártida. Hoy es Punta Arenas”, señaló.

Que Argentina es un país con ventajas naturales para la producción de alimentos lo sabe todo el mundo, pero Barañao va más lejos: pone el foco en los alimentos sustentables. “El mercado de los alimentos orgánico y premium a nivel global es de 120 mil millones de dolares y crece al 20% anual. Argentina es el segundo país en superficie dedicable a agricultura orgánica en el mundo. El potencial es enorme” . Para Barañao, la tecnología es clave en este proceso: “Hay que agregar tecnología para producir más, en forma sustentable. con menos tierra”, señaló y contó que su defensa a los transgénicos le valió aireadas criticas de los sectores ecologistas.

Francisco Uranga y Lino Barañao
El desafió de crear trabajo para todos

Los avances tecnológicos traen enormes beneficios, pero acarrean una consecuencia que cada vez es más tangible: la pérdida de empleos. Barañao sostuvo que no concibe un modelo de desarrollo que no contemple una respuesta a este problema. “Estamos enseñando programación y software en las escuelas. Eso es clave para las industrias del futuro. Pero hay otro sector de la población que no va a tener acceso a esta educación en los próximos 20 años. No van a aprender computación. ¿De qué va a vivir esa gente? No podemos pensar que solo los servicios y la alta tecnología van a dar trabajo. Eso no alcanza eso para todos. No podemos pensar en una solución elitista para un sector”, enfatizó con seriedad.

Los sectores con mejor perspectiva para generar empleo, según Barañao, son la agricultura premium y orgánica y el turismo, que son altamente competitivos. Y también la manufactura. “No hay país desarrollado con inclusión sin manufactura. Estamos en crisis, sí, pero si no apoyás a la industria nacional y el empleo se pierde, el subsidio que no se pagó a la PyME después lo paga desarrollo social”, enfatizó. En este punto tomó partido por cierto grado de proteccionismo: “No se puede ser inocente con esto, ningún país se abre libremente a la competencia. Estados Unidos tiene la mejor política industrial, porque la tiene y no se nota. Y porque entrena a todos los economistas de los demás países para que no tengan política industrial”.

Sin equidad social no hay desarrollo verdadero, desde la concepción del funcionario. “El modelo de desarrollo no solo tiene que contemplar la generación de riqueza, sino la distribución. Hubo una discusión en MIT [el Instituto Tecnológico de Massachusetts] sobre si el PBI per cápita era un buen predictor de la distribución de ingreso. Se compararon cuatro países con igual PBI per cápita: Chile, Ecuador, Malasia y Tailandia. Y se encontró que el índice de Gini [que mide la desigualdad] era muy distinto. ¿Y por qué? Cuando abrís la matriz productiva de los cuatro países, ves que en Chile la mitad es cobre y en Ecuador, bananas. En cambio, Malasia tiene muchas manufacturas: hardware, autopartes, muy diversificado y de alto valor agregado. Esto explica la gran falacia de que vale lo mismo la tonelada de Audi que la tonelada de carne. Valen lo mismo nominalmente, pero ya solo instintivamente te das cuenta de las diferencias de producir una cosa y otra. Incluso en la diferencia entre un técnico de Audi y un carnicero. La matriz productiva explica la equidad social”, analizó.

La ciencia al servicio de las necesidades sociales

Barañao concibe a la ciencia y la tecnología como herramientas imprescindibles para que países como Argentina superen el subdesarrollo. Por eso es crítico de la preponderancia de la ciencia básica sobre la que que hace transferencia, es decir, aquella que se aplica a problemas concretos. “En Argentina hay gente que no tiene acceso a agua potable. Eso no se estudia en Alemania, porque ya no es un problema allá. El científico latinoamericano, como el dios Janos, tiene que tener dos caras: una hacia adentro, mirando al conciudadano con necesidades insatisfechas, y una hacia afuera, mirando lo que pasa en el mundo, para ser competitivo”, planteó.

Para Barañao, parte de la comunidad científica nacional está en una “zona de confort”. El diagnóstico para él es claro: el CONICET sube en los rankings internacionales por los papers publicados, pero en transferencia e ideas concretas no existe el mismo aporte. El 95%  de  los investigadores del CONICET hacen investigación básica, muchos en temáticas sociales. “Dicen que la ciencia es inversión. Pero inversión implica rédito, si no es gasto. Si pongo y pongo y nunca obtengo nada, ¿qué inversión es?”. El secretario de Ciencia y Tecnología destacó que solo un país de la OCDE invierte más en Ciencia y Tecnología, como porcentaje del PBI, que Argentina: Corea del Sur. “Hemos apostado mucho a la ciencia básica y no hemos descuidado la transferencia. Allí hay que apuntar”, señaló y aclaró que confía en que es posible lograrlo, sobre todo por las nuevas generaciones de científicos: “A los chicos le gusta publicar, pero también ver que lo que hacen beneficia a la sociedad”.

Un ministro técnico y político

La política no quedo al margen de su exposición. Barañao combina las capacidades del técnico y la vocación del político. Incluso hizo un paralelismo sobre su continuidad en el cargo con el gobierno de Cambiemos y cierta particularidad de Arturo Frondizi: ambos fueron criticados por no tener un alineamiento claro con la ideología. “En uno de sus discursos lo critican por ser pro imperialista y a la vez comunista. Por atacar al a iglesia y por favorecerla. Se lo acusaba al fin de cuentas por no atenerse a una ideología particular. Frondizi decía que lo que tenía era una ideología nacional, independientemente de donde proviniera. Algo muy valioso que comparto. Lograr integrar ideologías y no perder el respeto por el otro. Unir y no dividir”, remató.

Visión Desarrollista junto al ministro Barañao

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