Discurso de Arturo Frondizi en la Suprema Corte del Japón. 15 de diciembre de 1961, Tokio.

Señores Ministros:

En estos breves días en que he convivido con el pueblo japonés, he visto multitud de cosas, muy distintas de las que conocía. Ello responde a las diferencias de tradiciones, geografía, idioma, historia que distinguen a nuestros dos países. Pero también he visto muchas cosas que nos son comunes y que aproximan hoy, como nunca en el pasado, por sus ideales y objetivos compartidos, a los pueblos del Japón y de la Argentina.

En esta casa de la Justicia los pueblos y los gobiernos del Japón y de la Argentina hablan el mismo idioma. El respeto a la ley y el imperio del derecho han sido en nues­tros países un legado tradicional, recibido de los hombres que nos dieron la independencia y que pusieron las bases de la organización nacional. En la vigencia de la ley y en el imperio del derecho y en la más absoluta independencia del Poder Judicial de los poderes políticos, el go­bierno que tengo el honor de presidir, ha colocado uno de los objetivos permanentes de su acción y uno de los valores que se ha empeñado en consolidar con mayor tesón.

En la sociedad democrática, el respeto de la ley vigente es la condición que rige las relaciones entre los hombres que ponen las bases para toda acción en el plano político, económico y cultural. En nuestros dos países el principio institucional de la separación de los poderes es, desde el punto de vista de la organización política, la piedra fundamen­tal para el edificio del derecho vigente.

Aquí, en la Suprema Corte del Japón, como en la Su­prema Corte de mi país, la defensa de ese derecho, que asegura la libertad y las garantías de todos los habitantes, es un objetivo que se procura día tras día perfeccionar.

En la democracia japonesa, como en la democracia ar­gentina, la misión de la Suprema Corte, que traza las líneas generales conforme a las cuales se interpreta y se aplica el derecho, es la defensa celosa del orden constitucional y la afirmación de la autoridad de los principios permanentes de la ley sobre los de la fuerza.

Quiero destacar, en mi condición de hombre de derecho, que dedicó al ejercicio de la profesión de abogado largos años de su vida, la alta estima que en mi país se tiene por doctrinas de los juristas japoneses. El doctor Otako Tanaka, juez de la Corte Internacional de Justicia, por no citar sino a uno de los, significa un testimonio permanente de la competencia de los hombres de derecho de su país y es merecedor del amplio reconocimiento mundial que por ello se le tributa.

Agradezco a los señores ministros la cortés acogida y les pido que acepten, para los hombres de derecho del Japón, el saludo amistoso de los hombres de derecho argentinos.

 


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