El presidente Fernández felicita efusivamente a Sergio Massa en su asunción como ministro de economía.. Casa Rosada
El presidente Fernández felicita efusivamente a Sergio Massa en su asunción como ministro de economía.. Casa Rosada

Cansado de ver cómo un presidente vacilante y los condicionamientos de la vicepresidenta llevan a toda la coalición gobernante al precipicio, el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, se jugó gran parte de su capital político al asumir formalmente la conducción económica, y la política de hecho. Se propone ser el piloto de tormentas que comande el timón en esta crisis política y económica que nos agobia, con la esperanza de, en caso de salir airoso, posicionarse como el candidato justicialista para el 2023, elección que hoy todo el oficialismo ve con desazón.

Asume un Ministerio de Economía, que absorbe al de Producción y al de Agricultura, Ganadería y Pesca, además de tener funcionarios de confianza en diversas reparticiones estratégicas. No había un ministro de Economía con tanto poder desde la época de Roberto Lavagna. Sigue controlando, ahora bajo la presidencia de Cecilia Moreau, la Cámara de Diputados, algo clave para la aprobación de leyes que seguramente buscará implementar.

Suficientemente bien, pero no demasiado

Se da entonces una situación muy particular en el esquema de poder formal e informal del gobierno nacional, con un presidente elegido por el voto popular que tiene muy poco poder real frente a su vicepresidenta, y que ahora se ve obligado, fruto de presiones y de su propia falta de iniciativa frente a la crisis, a cedérselo al flamante superministro. La gran pregunta es hasta qué punto aceptará convertirse en una figura protocolar, al mejor estilo de las repúblicas parlamentarias, algo que quedó evidenciado ya en la escena montada que fue la asunción del tigrense.

La actitud del presidente Fernández frente al protagonismo de Massa será fundamental en tanto se vuelva un obstáculo o acepte su rol protocolar. Su figura se puede asemejar a la de los presidentes en el régimen parlamentario italiano: un cargo que tiene el objeto simbólico de representar la unidad nacional,-algo que Fernández no hace- con la única responsabilidad política de nombrar a los primeros ministros, quienes son los que tienen la lapicera, como lo será en la práctica Sergio Massa. Eso es lo que será Fernández por más que intente demostrar lo contrario. Y ese es precisamente el riesgo: su probada incapacidad para gestionar la crisis no implica, sin embargo, que no tenga enorme capacidad de daño. Siempre está el riesgo de que su particular ego lo lleve al extremo de renunciar, generando una enorme crisis política que rompería de cuajo todo este improvisado salvataje.

La vicepresidenta Cristina Fernández, en tanto, parece no será tan estricta en sus exigencias, como fue otrora con Martín Guzmán, pero nadie tampoco cree que se mantendrá en silencio frente a eventuales medidas de ajuste. Su posición frente a la política económica del flamante ministro será clave, o, mejor dicho, lo serán la respuesta y la actitud que Massa tome al respecto. En todo caso, buscará siempre dejar claro que ella es la líder de la coalición gobernante.

Presidente y vice querrán que a Massa le vaya lo “suficientemente bien” como para que no estalle una crisis que se lleve a todos puestos, pero tampoco “demasiado bien” para que no se entronice a costa de ellos mismos. Recordemos que ambos boicotearon todos los intentos previos de Massa para obtener más poder, como cuando en su momento convocaron a Mansur, a Scioli o a Batakis.

Lograron, eso sí, el objetivo no menor de evitar la fractura del frente gobernante, un estallido político que hubiese impactado aún más en la crisis económica. Por otro lado, las medidas anunciadas descomprimieron una peligrosa incertidumbre en los mercados, ganan tiempo que debe aprovecharse, y trazan un rumbo diferente al que planteaba el sector kirchnerista del FdT. El desafío es que el nuevo ministro pueda tener la capacidad política para implementar dichas medidas y las que aún faltan para complementar un plan sustentable.

Respecto a las medidas, la oposición de Juntos por el Cambio emitió un comunicado en el que advirtió que «el principal problema de la economía sigue siendo el político» y consideró que los anuncios fueron «muy generales», contuvieron «muy pocas medidas» y que lejos están de «conformar un plan económico y tampoco constituyen un programa de estabilización». Un eventual apoyo a la gestión de Massa pareciera entonces estar condicionado a la discusión en torno a un plan económico integral y consensuado.

El flamante ministro toma el control del rumbo económico- y político- antes de verse arrastrado al precipicio, pero muy consciente de que su imagen en el electorado no era precisamente positiva. Solo una oportunidad como la actual le da la chance de, en caso de al menos evitar que detone la crisis, posicionarse de forma favorable nuevamente frente al electorado. Y no es menor el dato de que tiene solo 50 años. Una buena gestión como piloto de tormentas quizás no le alcance para ser premiado con la banda presidencial el año que viene, pero el tiempo puede reivindicarlo y revalorizar su imagen futura para próximas elecciones. Incluso perdiendo, puede posicionarse como un poderoso y respetado líder de la oposición, dejando atrás el liderazgo de Cristina Fernández, algo que esta sin dudas teme y resistirá a toda costa, al menos hasta que tenga garantizada la protección ante las causas en que se encuentra procesada.

La llegada y las primeras medidas propuestas por Massa muestran una concepción en materia macroeconómica opuesta a la del ala kirchnerista del gobierno, lo que es en sí mismo un gran avance. Sin embargo, está lejos aún de un Programa de Estabilización y Desarrollo que pueda ser sustentado y consensuado por gobierno y oposición. La situación social así lo exige. Es aquí es donde la política debe trascender la grieta y trabajar de una vez por todas por el bien común.

 


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