Aún hoy, 41 años después de la ocupación de las Malvinas por la fuerza, la profunda reivindicación argentina de los archipiélagos del Atlántico Sur navega en la confusión de manipulaciones ideológicas, lejos de ampliar la conciencia objetiva del problema. Por un lado, la política oficial –si bien declara su vocación de negociación pacífica– se expresa en una retórica que no favorece en nada la apertura diplomática y pone siempre por delante el reconocimiento de nuestra soberanía, un mensaje que tiene como principal destinataria a la opinión pública interna, con lo cual establece más una continuidad con la ocupación forzada que con gestos que comprometan a la contraparte a establecer conversaciones sensatas de los temas que inexorablemente estarán sobre la mesa cuando una negociación seria pueda establecerse. No estamos igual que en 1981 sino varios pasos atrás e ignorarlo es autista. Por otro, reaparecen una y otra vez los presuntos “realistas” (cínicos) que anticipan su resignación ante la ocupación británica, con una actitud que sólo se hace pública con voceros irresponsables y/o provocadores.
En éstos, la continuidad empalma con el resultado perdidoso de la guerra y su negativo impacto aumenta el grado de desesperanza y anomia que caracteriza esta etapa política y social que padece la Argentina. Sólo consolidando la conciencia territorial y la necesidad de un vigoroso plan de desarrollo pueden crearse las condiciones favorables para una atracción que resuelva positivamente el despojo territorial, hoy consolidado por fuertes intereses comerciales y una peligrosa presencia militar frente a nuestras costas patagónicas. Estos datos en términos geopolíticos se proyectan sobre continente antártico multiplicando los riesgos para la paz, la colaboración científica y la gestión ambiental a escala mundial con la participación de los países con intereses directos sobre esa vital región del planeta, tal como ha sido la política nacional desde la firma del Tratado Antártico durante el gobierno desarrollista.
El dossier sobre la cuestión Malvinas-Antártida se encuentra compilado en varias notas de Visión Desarrollista, desde la declaración del 22 de abril de 1982 señalando el enorme error estratégico cometido por la Junta Militar, cuyo resultado inexorable se ocultaba a la población, hasta los aportes de analistas como Sebastián Carassai sobre lo que se ignoraba y se ignora aún acerca de la población malvinense y Ricardo Prats como ejemplo de aplicación del método desarrollista a un desafío nacional histórico-concreto. Todavía falta explicitar más ampliamente que nuestro irrenunciable homenaje a los héroes que lucharon en las islas cobra su mayor significado a medida que esa entrega generosa y patriótica sea separada del aventurerismo con que la cúpula militar embarcó al país irresponsablemente en una acción que sólo podía perjudicar nuestros fundados y legítimos reclamos. Gloria y loor a nuestros soldados, escarnio a quienes los enviaron a la muerte para huir y ocultar sus salvajadas en la represión ilegal y la destrucción del entramado social y económico argentino.
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