El intento de asesinato a la vicepresidenta, Cristina Fernández, conmocionó a la sociedad argentina en la noche del jueves. Todo el arco político repudió el atentado. Quizás la foto más simbólica de ese momento de unidad nacional haya sido la de los senadores oficialistas y opositores en solidaridad con la vicepresidenta, que se difundió sólo horas más tarde del ataque. Fue una unidad efímera. Minutos después, el presidente, Alberto Fernández, leyó un mensaje duro por cadena nacional en el que responsabilizó a sectores de la oposición, la prensa y la justicia de propagar un discurso de odio que derivó en el ataque contra la vicepresidenta en la puerta de su casa en Recoleta. Y eso a pesar de que aún se desconocían los motivos del agresor, un hombre de 35 años llamado Fernando Sabag Montiel.
No hay lugar para la violencia política en Argentina. Esto quedó claro tras las reacciones de la oposición, que condenó el ataque en forma unánime. Este es un acuerdo básico que vale la pena destacar en un momento tan crítico. La polarización política, sin embargo, genera un ambiente de confrontación creciente con aristas preocupantes. Las redes sociales se llenaron en la noche del jueves de usuarios opositores que ponían en duda la veracidad del atentado y que compartían noticias falsas al respecto, pero también de oficialistas que responsabilizaban a la oposición como instigadora directa del ataque. Dos posiciones sin sustento en la realidad que echan leña a un clima cada vez mas caldeado. Hay también una responsabilidad personal para construir una mejor convivencia, más allá de las broncas o la preferencia políticas de cada uno.
Sociedades más desarrolladas han vivido situaciones como la de ayer, incluso con desenlaces fatales como el caso del asesinato del ex primer ministro Shinzo Abe en Japón. Lo más importante es que la vicepresidenta salió ilesa del ataque contra su vida. Son momentos cruciales que deben provocar una profunda reflexión de la sociedad y la dirigencia política, porque está en juego la convivencia democrática. Lo más relevante del caso hoy es que la justicia investigue a fondo las causas para esclarecer los motivos de un ataque tan preocupante. Y la dirigencia política debe concentrarse en las eventuales consecuencias de este repudiable acontecimiento. Las decisiones que se tomen en las próximas horas serán fundamentales para definir el rumbo que asumamos.
Es responsabilidad de la dirigencia poner límite a esta crispación y tratar de reconducir las expectativas de la sociedad hacia una visión de futuro común. Por eso lamentamos que Fernández haya optado por profundizar la confrontación en vez de hacer un llamado a la unidad nacional. No hay ningún margen para el uso político de lo acontecido.
Los valores democráticos y republicanos están en riesgo, pero no solo por el grave ataque contra la vicepresidenta, sino porque Argentina atraviesa una profunda crisis política y económica que mina las bases de los consensos sociales. El “ellos o nosotros” es un impedimento ya no solo al desarrollo nacional sino a la misma paz social. Es prioritario que el presidente revierta la actitud que mostró en la cadena nacional y tienda puentes con la oposición y los distintos sectores de la sociedad.
Los problemas nacionales necesitan una dirigencia política consciente de la urgencia de bajar el nivel de confrontación y promover los consensos. Hoy parece una propuesta inocente o irrealizable, pero los momentos más oscuros son los que pueden catalizar una salida diferente para construir un país más tolerante, socialmente justo y desarrollado. El presidente todavía está a tiempo de hacer un llamado a la unidad nacional, un llamado que debe ser escuchado por la oposición porque la sociedad argentina quiere vivir en paz y democracia.
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