Cambio Climático
Incendios en Tasmania, Australia. / Matt Palmer (unsplash.com)

Esta semana fue noticia el avance de la ola de calor Lucifer, un anticiclón abrasador provocó temperaturas récor de 48,8 grados en Sicilia, al sur de Italia. Es una de las peores olas de calor en los últimos años y ya provocó numerosos incendios. En este mismo momento está en pleno despliegue el incendio Dixie en EEUU, el segundo más feroz en la historia de California. Ya consumió más de 180.000 hectáreas y se prevé que continúe durante varias semanas. Las lluvias torrenciales y las inundaciones en el oeste de Alemania, Bélgica, Países Bajo y Luxemburgo destruyeron el mes pasado pueblos enteros y provocaron más de 200 muertes. El río Paraná atraviesa una bajante histórica y se espera que alcance el nivel mínimo registrado en 1944. Son solo algunos casos recientes de fenómenos climáticos extremos. Las noticias de este tipo van a ser cada vez más frecuentes: esa es una de las advertencias del último informe del IPCC, el panel de expertos en cambio climático de la ONU, publicado el pasado lunes.

Si el informe anterior del IPCC, elaborado en 2013, había sido más ambiguo sobre la responsabilidad humana sobre el cambio climático, esta vez es contundente: “La evidencia de la influencia del ser humano en el clima es ya tan abrumadora que no hay duda científica”. Entre las consecuencias directas del cambio climático el IPCC destaca el incremento de la temperatura media y el aumento en la intensidad y la frecuencia de los fenómenos meteorológicos extremos. “Es un código rojo para la humanidad”, señaló António Guterres, secretario general de la ONU, tras la publicación del informe.

El estudio alerta que las temperaturas continuarán subiendo hasta 2050 pase lo que pase, incluso en el escenario más optimista. Pero eso no significa que el proceso sea imparable o que no se pueda hacer algo para mitigar el impacto del cambio climático. El Acuerdo París de 2015 fijó como objetivo evitar que la temperatura media global aumente más de 1,5 o 2 grados. El IPCC advierte de que esto solo se puede lograr si no se producen “reducciones profundas en las emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero en las próximas décadas”. Sin acciones contundentes, subraya el informe, se prevé un aumento de la temperatura de 4,4 grados hacia finales de este siglo. La última vez que la temperatura alcanzó una temperatura por encima de los 2,5 grados con respecto al nivel medio de la era preindustrial fue hace tres millones de años.

Algunos indicadores actuales ya muestran el impacto dramático de la acción humana en el cambio climático. La temperatura media global es 1,1 grados superior con respecto a la era preindustrial, por ejemplo, y la concentración atmosférica de dióxido de carbono es la más alta en dos millones de años. El informe del IPCC explica que muchos de los cambios que se produjeron tardarán siglos, o tal vez milenios, en revertirse.

En forma dispar, algunos gobiernos están trabajando en la reducción de gases de efecto invernadero. El presidente de EEUU, Joe Biden, anunció en abril de este año el compromiso de reducir a la mitad las emisiones que provoca EEUU para 2030. Una de las acciones principales está asociada al reemplazo de los automóviles de combustión interna por vehículos eléctricos y la generación de electricidad a partir de fuentes menos contaminantes.

La publicación del informe pone en el centro del debate los desafíos que tienen los gobiernos y las organizaciones supranacionales para hacer frente a un problema global. Esto se produce en un momento de disputa por el liderazgo global entre EEUU y China y en el que están siendo cuestionadas algunas de las instituciones más importantes que regularon la globalización hasta la actualidad, como la Organización Mundial del Comercio (OMC). El mismo Acuerdo de París había estado en crisis debido a la ausencia de EEUU durante los cuatro años de gobierno de Donald Trump. El país se reincorporó tras la asunción de Biden.

El cambio climático va a ganar una presencia cada vez mayor en la agenda global y va a condicionar tanto los alineamientos geopolíticos como las posibilidades de desarrollo de los países. Lo prueba, por ejemplo, las objeciones de Francia a Brasil por el avance de la deforestación en el Amazonas, un cuestionamiento que París defiende como un argumento para no concretar el acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur.

El informe del IPCC es un llamado de atención para que los gobiernos, empresarios y ciudadanos de todos los países asuman un mayor compromiso en la lucha contra el cambio climático, pero también es una señal que la dirigencia política argentina debería tener muy presente. Un mundo más complejo y desafiante exige a los gobiernos una mayor claridad estratégica y capacidad política. Y Argentina muestra debilidades en ambos aspectos, tanto por la falta de consensos sobre el modelo de desarrollo para el país como por la polarización exagerada de la política nacional.


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