El sistema industrial argentino enfrenta una disyuntiva. Los principales mercados para su producción — el Mercosur en primer lugar y el resto de América Latina, en segundo— están siendo permeados por las compañías asiáticas, en especial las chinas. Es necesario tomar medidas y estas no pueden ser un proteccionismo duro que solo sirve en el corto plazo. El mundo cambia rápidamente y obliga a replantear cómo se manejó la situación hasta ahora.
Argentina sufre la trampa del ingreso medio. Ocurre cuando una economía emergente deja de converger hacia los indicadores del mundo desarrollado, tanto en ingreso como en productividad. La causa es que se completó el catch-up industrial, es decir, el aumento de productividad debido a la incorporación de tecnología desarrollada en el exterior, que vino de la mano de las inversiones extrajeras.
En general, la tecnología que llega a los países periféricos es vieja para los países que están a la vanguardia. Y si bien en una primera etapa su incorporación produce un salto en la productividad, este efecto luego se agota. Las tecnologías más avanzadas no son compartidas rápidamente. Hayan sido desarrolladas por el sector público, con el dinero de los contribuyentes, o por las empresas, cada país resguarda sus propios desarrollos por un tiempo. Para superar estos límites, los países tienen que generar know how aplicado propio o mediante joint ventures entre compañías nacionales y extranjeras.
Para comprender los desafíos que tiene el país por delante es importante comprender cómo llegamos a la estructura industrial actual.
Los cambios en la globalización
El economista Richard Baldwin señala dos grandes procesos que cambiaron el mundo: la revolución del vapor en el siglo XIX, que separó la industria del consumidor, y la revolución de la tecnología de la información y las comunicaciones (TIC) entre 1980 y 1990, que separó las etapas de producción y permitió la deslocalización. La globalización nació durante el primer proceso y atravesó distintos momentos a lo largo de los siglos.
La Globalización 1.0 fue consecuencia de la máquina de vapor, que redujo drásticamente los costos de transportar mercancías a nivel internacional, y terminó con la Primera Guerra Mundial. Desde el comienzo de la civilización humana, las potencias manufactureras habían sido China, India y otros imperios antiguos. Producían con métodos artesanales y, por eso, sufrieron cuando avanzó la industrialización. La competencia y las guerras provocaron un cambio de época. La industria se expandió por todo el planeta y generó cambios abruptos en la política global bajo la primacía de Reino Unido, que mantuvo una ventaja enorme hasta 1900, cuando fue superada por EEUU.
La Globalización 2.0 comenzó después de la Segunda Guerra Mundial y terminó con la caída del muro de Berlín. En esta etapa se consolidó como centro del poder global el G7: Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, Reino Unido y EEUU.
Desde la década de 1990 el mundo atraviesa la Globalización 3.0, apalancada por la madurez de la revolución TIC que disminuyó radicalmente el costo de coordinar producciones en diferentes geografías y trasladar ideas a nivel internacional. Esta nueva globalización tuvo efectos dramáticos en la participación del ingreso (PIB) y comercio mundial. En solo 20 años, el G7 pasó de representar el 67% del PBI mundial a solo el 50%. Y del 52% del comercio global a apenas el 32%. Esta tendencia, que Baldwin denomina la “Gran Convergencia”, es el hecho económico más importante en las últimas tres décadas.
Contra lo que se podía esperar, los ganadores tras el fin de la Guerra Fría no fueron los países desarrollados de occidente. Los noventa fueron para ellos una década de pérdida. ¿Quiénes ganaron? Seis de industrialización rápida: China, Corea del Sur, Indica, Polonia, Indonesia y Tailandia. Ellos representaron casi todo el crecimiento de los países emergentes. China se destacó en este grupo en particular: en 20 años incrementó en 16 puntos porcentuales su participación en la fabricación mundial.
¿Industrialización es sinónimo de desarrollo?
El panorama general muestra que la industrialización es cada vez más común, cada vez más países son industrializados. África, un continente ligado históricamente a las actividades extractivas, es la región que tiene las tasas de industrialización más altas en los últimos años, junto con Asia. Esto, sin embargo, puede inducir a una equivocación. Baldwin advierte que la revolución TIC provocó la separación de las etapas de producción en distintos países. Por eso, la industrialización no conlleva necesariamente la transferencia de know how y conocimiento a aquellos donde se radican las inversiones. Hay más industrias, pero son menos relevantes. No generan las externalidades positivas que sí generaban las industrias del siglo XIX. Una muestra de ello son los procesos Completely Knock Down (CKD) y Semi-Completely Knocked-down (SKD), en donde los países ensamblan los productos pero no realizan el diseño y la fabricación.
El mundo actual está sobrepoblado de industrias. Es un mundo muy diferente al de la edad de oro de la industria argentina, desde mediados de los cuarenta hasta mediados de los setenta. Si entonces gran parte del mundo emergente — también Europa, en un primer momento—estaba en ruinas o en situaciones muy precarias, esto cambió absolutamente.
Con la industrialización de Asia a partir de los setenta y de África en el siglo XXI se suman países con bajos salarios contra los que Argentina no puede competir. Estos cambios generan una tensión que deben afrontarse mediante estrategias nuevas.
Una industria posible: diferenciación e internacionalización
Argentina tiene que repensar su modelo de desarrollo y centrarse en una producción diferenciada. Para fabricar productos genéricos ya está la mitad del mundo y no es posible competir en ese segmento.
Una mayor diferenciación productiva se basa en incorporar valor agregado en cada una de las etapas de la producción, desde el marketing hasta la posventa. También en invertir en investigación y desarrollo aplicado, especialmente por parte de las empresas privadas para seguir el ritmo de los cambios en el mercado internacional. Por otra parte, es clave buscar socios para establecer redes de producción internacional.
El proteccionismo no es un camino sostenible y tiene costos altos para el país. Los aranceles para el sector electrónico, por ejemplo, encarecen el acceso a la tecnología y perjudican la formación de recursos humanos en el manejo del software. El país debe fijar metas de exportación y establecer objetivos de mercados de nicho para conquistar, que sean claros y realizables. Es una forma efectiva de evaluar el éxito o el fracaso de una política y los niveles de protección o subsidio a otorgar.
El futuro de la industria argentina pasa por la internacionalización de las empresas nacionales. Por eso es fundamental apoyar a las grandes firmas que ya son transnacionales, en tanto siguen siendo representantes del país y pueden traccionar la actividad de las PyMEs y generar más empleo. También acompañar a las PyMEs para que crezcan, exporten y eventualmente puedan ser grandes empresas
El escenario al que se enfrentará Argentina en la pospandemia será hostil y requerirá acciones que no pueden esperar. ¿Comenzó la decadencia de Argentina en 1930, en 1945 o en 1976? Lo mejor es dejar estos debates para los claustros académicos y que la dirigencia se concentre en mirar hacia el futuro.
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