*) Discurso transmitido por radio y televisión el 5 de noviembre de 1959.

I. El crecimiento de la Nación.

  1. La Nación existe y cada generación tiene la obligación de engrandecerla.
  2. En un mundo que progresa la Argentina no debe estancarse.

II. Por qué nos empobrecimos.

  1. Lo que producimos y lo que consumimos.
  2. Los rendimientos del agro en relación a nuestras necesidades totales.
  3. La manera cómo se desenvolvió la industria liviana.
  4. Cómo persiste nuestra dependencia respecto del exterior.
  5. Cómo se agrava nuestra situación.
  6. Cómo la falta de sustentación descapitaliza a la economía argentina.
  7. Cómo el comercio exterior se convirtió en inequitativo para nosotros.

III. Cómo recibimos el país.

  1. Los datos concretos
  2. Lo que debiendo hacerse antes de nosotros no se hizo.
  3. Retroceso, déficit e inflación.

IV. La opción: miseria o sacrificio para transformarnos.

  1. La lógica de nuestra crisis nos llevaba a la destrucción.
  2. El fracaso del intervencionismo burocrático.
  3. Teníamos que asumir la necesidad de transformar nuestra economía, incapaz de dar trabajo y bienestar a todos sus habitantes.
  4. Nuestra insuficiencia de capitales debe suplirse con la cooperación internacional pública y privada.
  5. Podemos hacer rápido lo que antes se hacía lenta y penosamente.
  6. Las penurias del pueblo se originan en las crisis y no en las políticas para superarla.

V.  Nuestra decisión: desarrollo y estabilización.

  1. Lo que decidimos desde el comienzo.
  2. Aumentar la capacidad productiva.
  3. Las prioridades del plan.
  4. La estabilización financiera en el contexto del plan de desarrollo.
  5. Las consecuencias del cumplimiento de estos planes.

VI. El plan de desarrollo

  1. Superar el carácter crónicamente crítico de nuestra economía.
  2. Lo que el plan de desarrollo transformará.
  3. Las consecuencias sociales en las zonas rurales.
  4. El carácter integrador de la política de infraestructura.
  5. Las metas cuantificables.
  6. Lo que significa nuestra primera exportación de motonafta.
  7. Los objetivos no deben alterarse.

VII. Programa para todos los argentinos.

  1. El carácter nacional del programa.
  2. Las penurias económicas degradan la soberanía.
  3. La persistencia de las condiciones críticas engendran caos y violencia.
  4. El desarrollo económico crea condiciones que imponen la democracia efectiva.
  5. La gravitación y trascendencia de las clases y sectores sociales dependen directamente del desarrollo.
  6. El desarrollo de todos como partícipes del conjunto que se transforma.
  7. Lo que se consolida es la Nación.
  8. Las banderías políticas deben subordinarse ante el objetivo de engrandecer a la Nación.
  9. La unidad nacional es condición del éxito.
  10. La totalidad del país está objetivamente interesada en estos propósitos.

I. El crecimiento de la Nación

Los argentinos estamos retrasados en la tarea común de construir una gran nación.  Cada uno de nosotros tiene responsabilidad por el éxito o el fracaso de la labor que nos hermana.  Todos los argentinos debemos, pues, sentir nuestra responsabilidad como constructores de la Nación, tanto en lo espiritual y cultural como en lo social y económico.

  1. La Nación existe y cada generación tiene la obligación de engrandecerla

Puede pensarse que la Nación está ya construida; que nuestra misión se reduce a conservarla como está y transmitirla a nuestros hijos como la recibimos de nuestros antepasados.  Nosotros creemos, en cambio, que cada generación tiene que proponerse la tarea histórica de entregar a sus hijos mayores bienes espirituales y materiales que los que recibió de las generaciones anteriores.

  1. En un mundo que progresa la Argentina no debe estancarse

Conocemos la gravedad de los problemas que debemos enfrentar.  La población del país aumenta con rapidez crecen también las necesidad de cada uno de sus habitantes, que aspiran a los más altos niveles de vida.  A su vez, el mundo en su conjunto evoluciona sin cesar y los países que no lo hacen a un ritmo adecuado se atrasan, no gozan de los bienes de la civilización y postergan el cumplimiento de su destino como pueblo y como colectividad nacional.

II. Por qué nos empobrecimos

  1. Lo que producimos y lo que consumimos

Examinemos nuestra situación actual.  Somos todavía una nación productora de materias primas, de alimentos y de artículos de consumo.  Para extraer esas materias primas, para cosechar estos alimentos y para producir esos artículos de consumo, necesitamos importar combustibles, hierro, acero, elementos de transporte, máquinas de todo tipo y otros artículos suplementarios pero imprescindibles para la producción, el transporte y el consumo interno.

  1. Los rendimientos del agro en relación a nuestras necesidades totales

Mientras la población fue escasa, las carnes, granos, cueros y lanas que producíamos bastaban para satisfacer nuestras necesidades de consumidores y aún dejaban un margen que, vendido en el exterior, cubría el valor de lo que era preciso comprar fuera del país.  Pero con el constante crecimiento de la población y con el impulso de ésta por mejorar su nivel de vida, aumentaron las necesidades del país y consecuentemente también aumentó la cantidad de artículos y maquinarias que debíamos importar.

  1. La manera cómo se desenvolvió la industria liviana

Para atender esas exigencias de la población, la actividad agropecuaria se fue complementando con el desarrollo de una industria liviana, productora de artículos de consumo.  Esa industria depende en gran parte de materia prima importada, máquina importadas, repuestos importados y combustibles adquiridos en el exterior, y su producción es consumida totalmente por el mercado interno.  En suma, es una industria que se alimenta con divisas y no produce divisas.  A mediad que crecía, esta industria liviana reclamaba para su funcionamiento más combustibles y más máquinas.  Como la producción nacional de petróleo no aumentaba al mismo ritmo que las necesidades, la cantidad que comprábamos en el exterior fue cada vez mayor, y como no producimos hierro ni acero, tuvimos que adquirir también las máquinas fuera del país.  El desarrollo de esta industria productora de artículos de consumo fue, ciertamente, un hecho positivo, pero trajo como consecuencia que cada día necesitásemos más petróleo, más carbón, más acero, más electricidad, más productos químicos, más vehículos de transporte.

  1. Cómo persiste nuestra dependencia respecto del exterior

Señalemos algunas cifras elocuentes.  En el período de cuatro años -1955 a 1958 inclusive- el país compró en el extranjero hierro y derivados por valor de 726 millones de dólares, y petróleo y derivados por valor de 877 millones de dólares, lo que hace un total de 1.603 millones de dólares para ambos rubros.  Para advertir la magnitud de semejante sangría, basta recordar que el valor promedio de las exportaciones argentinas, es decir, el poder de compra del país, no llega a los mil millones de dólares anuales.

  1. Cómo se agrava nuestra situación

Al mismo tiempo que aumenta la cantidad de artículos que debemos comprar en el exterior, cada día tenemos menos que ofrecer a cambio de esos productos y máquinas, porque el aumento de la población de y del consumo resta a los saldos exportables un volumen cada vez mayor.  Mientras la población aumentó de once millones y medio de habitantes en 1929 a 20 millones en 1958, las ventas al exterior disminuyeron de una manera sustancial.  En 1929 exportábamos aproximadamente el 58 por ciento de nuestra producción agropecuaria y en 1958 sólo exportamos el 22 por ciento de esa producción.

Pero hay más: como invertíamos la mayor parte de las divisas, producidas por nuestras ventas en el exterior, en materias primas para la industria liviana, en combustibles y en bienes de consumo, la parte destinada a máquinas, herramientas y otros implementos para el campo era cada día menor.  Nuestro campo, carente de mecanización, estancó su rendimiento y el área explotada apenas si aumentó en un seis por ciento en los últimos veinte años.  Entramos en un círculo vicioso.  Cada día dependíamos más de nuestras compras en el exterior y cada día teníamos menos que vender en el mercado internacional.

  1. Cómo la falta de sustentación descapitaliza a la economía argentina

Nuestro crecimiento económico careció así de la base indispensable de sustentación que proporcionan la alta tecnificación del campo, una poderosa industria pesada y la explotación intensiva de los recursos energéticos.  Como no fueron contenidas las importaciones, comenzamos a liquidar nuestros ahorros, pues consumíamos más de lo que producíamos.

  1. Cómo el comercio exterior se convirtió en inequitativo para nosotros

El proceso de empobrecimiento progresivo que resulta del aumento constante de la población, del estancamiento de la producción y de la carencia de bienes de capital, se agravó por la acción de otro factor negativo.  Algunos países que antes no producían lo que nosotros producimos aplicaron su desarrollo industrial a los trabajos agrícolas y dieron forma de empresa a las explotaciones agrarias.  Así pudieron producir para sus propias necesidades, y a precios de costo más bajos, los alimentos y las materias primas que antes nos compraban.  Al reducirse los compradores aumentó la competencia, y como ésta se refleja inexorablemente en los precios, cada día nos pagan menos por nuestras exportaciones, aunque nos cobren más por lo que importamos.  Es que los países poco desarrollados necesitan cada vez más de los muy desarrollados y estos cada día menos de aquellos.  La riqueza de nuestro nos daba antes gran ventaja sobre esos países.  Hoy en día la ciencia y la técnica compensan el escaso rendimiento de las tierras, permiten producir a costos más bajos y obtener un provecho mayor de las parcelas.  En esto, como en todo, desarrollo significa avance, y subdesarrollo equivale a estancamiento o retroceso.

III. Cómo recibimos el país

  1. Los datos concretos

Este proceso de empobrecimiento del país comenzó hace mucho tiempo, pero en los últimos quince años se hizo más agudo.  Conviene recordar unas pocas cifras para apreciar lo que pudo hacerse y no se hizo.

El 31 de mayo de 1946, el Banco Central disponía de una existencia de 1.713 millones de dólares en oro y divisas que eran propiedad de la Nación.  De ellos estaban comprometidos 416 millones, lo cual arroja un saldo positivo disponible de 1.297 millones.  El 30 de abril de 1958 la existencia se había reducido a 269 millones y los compromisos ascendían a más de 1.300 millones.  El saldo positivo había pasado a ser negativo y el déficit ascendía a más de 1.000 millones de dólares.

  1. Lo que debiendo hacerse antes de nosotros no se hizo

Si aquellas reservas de oro y divisas se hubieran invertido en la producción nacional de lo que adquiríamos en el exterior pudiendo obtenerlo en el país, como petróleo, carbón, acero, productos de la química pesada, máquinas y otros bienes de capital, si se hubieran construido caminos, no estaríamos enfrentando las tremendas dificultades actuales.

  1. Retroceso, déficit e inflación

Al asumir el gobierno hallamos al país desprovisto de esos bienes de capital y de las reservas necesarias para procurárselos.  El enorme déficit del comercio exterior y el estancamiento de la producción se complicaban con una gravísima situación financiera, caracterizada por una creciente inflación y una burocracia agobiante.

IV. La opción: miseria o sacrificio para transformarnos

  1. La lógica de nuestra crisis nos llevaba a la destrucción

Si no se lograba detenerlo, el proceso tenía un desenlace inevitable.  La constante reducción de la actividad productiva por habitante, durante un largo período en que el país consumió más de lo que produjo, nos colocó al borde de la cesación de los pagos internacionales.  De haberse producido, no habríamos podido ya comprar combustibles, repuestos, acero ni otras materias primas para nuestra fábricas y éstas habrían comenzado a cerrar.  Millares de empresas en la ruina, o sea otras tantas fuentes de trabajo eliminadas, habrían lanzado a la calle a centenares de miles de desocupados.  La miseria, en términos de hambre, se habría enseñoreado del país.

  1. El fracaso del intervencionismo burocrático

Teníamos dos caminos para elegir.  Uno, proseguir con las medidas intervencionistas y los paliativos de circunstancias aplicados durante tantos años y cuyos resultados hemos señalado.  Por ese camino, habríamos llegado a paralizar totalmente las fuentes productoras.  Ni el más generoso crédito internacional habría luego bastado para remediar el mal.  Nadie presta a un insolvente que sigue gastando en forma improductiva.

  1. Teníamos que asumir la necesidad de transformar nuestra economía, incapaz de dar trabajo y bienestar a todos los habitantes

El otro camino consistía en confiar en nuestros grandes recursos humanos y naturales y en cambiar la orientación y los métodos que nos habían llevado al borde del desastre.  Sabíamos que utilizando plenamente las reservas morales y materiales de la Nación podría transformarse en poco tiempo nuestra atrasada estructura económica y movilizarse todas las energías de la Patria.

  1. Nuestra insuficiencia de capitales debe suplirse con la cooperación internacional pública y privada

La capacidad de ahorro nacional era insuficiente como recurso inmediato.  Por eso fue necesario recurrir al crédito internacional, al que sabíamos consciente de las inmensas posibilidades de nuestro país.  Combinamos así el esfuerzo nacional indispensable con la colaboración del capital extranjero.  La utilización de ambos recursos permitirá abreviar el plazo para la recuperación y habrá menos prolongadas las penurias de la población, en beneficio de todos y especialmente de los sectores económicamente más débiles, para quienes esas penurias son más difíciles de sobrellevar.

  1. Podemos hacer rápido lo que antes se hacía lenta y penosamente

En otras países el proceso de capitalización, ejecutado merced a severísimos planes de austeridad, ha durado muchos años y demandado muy grandes sacrificios.  En nuestro caso, los males no requieren tan tremendas medidas.

  1. Las penurias del pueblo se originan en la crisis de nuestra economía y no en las políticas para superarla

No ignoramos los sacrificios actuales del pueblo.  Ellos son el precio inevitable del estancamiento económico y la imprevisión de muchos años, pero son también la condición de la grandeza futura.  Sentimientos esos sacrificios como propios y abreviarlos es nuestra mayor preocupación.

VI. Nuestra decisión: desarrollo y estabilización

  1. Lo que decidimos desde el comienzo

Desde que asumimos el gobierno, estábamos decididos a aplicar drásticas medidas económicas para alcanzar la estabilidad financiera y para aumentar lo más rápidamente posible la capacidad productiva del país, haciendo de él un gigantesco taller de trabajo que nos permitiera recuperar los años perdidos.

  1. Aumentar la capacidad productiva

El país podía y debía hacer un gran esfuerzo para aumentar la capacidad productiva.  La técnica y el capital extranjeros podían y debían contribuir a ese esfuerzo.  Ello suponía la necesidad de sanear y estabilizar las finanzas, para valorizar el salario y el ahorro del pueblo, desalentar a los especuladores y recuperar el crédito y la confianza de que tradicionalmente había gozado la Argentina.

  1. Las prioridades del plan

El gobierno trazó los rumbos fundamentales del plan de desarrollo: energía, acero, química pesada y transportes. Las amplias reservas existentes en nuestro subsuelo indicaban al petróleo como primer objetivo.  En julio de 1958 lanzamos la “batalla del petróleo”. Dimos ese nombre a la lucha por lograr el autoabastecimiento energético por las circunstancias especiales en que había de tener lugar, y porque el exitoso desarrollo de la misma constituía una de las condiciones básicas del progreso nacional.

  1. La estabilización financiera en el contexto del plan de desarrollo

Ya lanzado el programa de expansión económica, iniciamos el 29 de diciembre de 1958 la ejecución de un programa de estabilización financiera para sanear las finanzas y para defender la integridad del salario, amenazada por la incontrolada inflación.  Ese plan puede sintetizarse en la supresión del intervencionismo burocrático y en el mayor respeto de la iniciativa individual en el terreno económico.  Fueron suprimidos los controles de precios y los subsidios al consumo.  Esas medidas, unidas a la supresión de los artificiales tipos de cambio, provocaron un fuerte aumento del costo de la vida.  Pero los buenos resultados que con ellas se perseguían ya han comenzado a advertirse.  Los precios tienden a estabilizarse y los aumentos de la producción deben disminuirlos.  En el período de cuatro años -1955 a 1958 inclusive- el balance del comercio exterior argentino arrojó un saldo desfavorable al país de más mil millones de dólares.  En cambio, en lo que va del año en curso el balance se encuentra equilibrado.  Han vuelto a aumentar nuestras reservas de oro y divisas, la moneda va adquiriendo un valor estable, los gastos del Estado no prosiguen su monstruoso crecimiento, y por primera vez en muchos años se ha producido una disminución sustancial de la burocracia.

  1. Las consecuencias del cumplimiento de estos planes

Por supuesto que esta política de sacrificios es dolorosa, especialmente luego de años de cerrar los ojos a la realidad.  Pero ese esfuerzo no será inútil.  Nos liberará de la dependencia del exterior en materias económicas fundamentales, nos pondrá en camino de la capitalización individual y nacional, y gracias a él, la Nación se dirigirá resueltamente hacia el cumplimiento de su gran destino.

VI. El plan de desarrollo

  1. El plan de desarrollo, cuyo destino está indisolublemente unido a la estabilización económico-financiera, no es una solución temporaria de los problemas nacionales. Su objetivo básico es impedir que vuelva a producirse una crisis tan grave como la que atravesamos.

Con este plan enfrentamos la gran tarea de transformar las bases materiales de la Nación para dejar de ser un país atrasado y adecuar la economía a nuestra población en aumento y a sus crecientes necesidades.

  1. Lo que el plan de desarrollo transformará

El plan de desarrollo significa explotar extensiva e intensivamente las riquezas básicas de la Nación.  Significa dejar de depender de los mercados exteriores para el abastecimiento de petróleo, carbón y mineral de hierro, dependencia que de otro modo aumentará a medida que crezca nuestra industria. El plan persigue cubrir paulatinamente nuestras necesidades de acero y de hierro.  Significa poner las bases de una industria que construya máquinas y repuestos para las fábricas, tractores para la agricultura y vehículos para el transporte ferroviario, marítimo y caminero. El plan significa aviones y elementos de defensa, y también pistas de aterrizaje y todo lo que constituye la infraestructura aeronáutica.  Significa aprovechar el gas natural de modo de llevar luz y energía barata a todas las regiones del país.

  1. Las consecuencias sociales en las zonas rurales

El plan de desarrollo significa afincar definitivamente a la familia campesina y asegurarle una justa compensación por su trabajo.  La familia campesina no sólo necesita mejores condiciones económicas, sino posibilidad de plena vida espiritual, acceso a la cultura, esparcimiento y utilización de las expresiones más avanzadas de la ciencia y de la técnica.

  1. El carácter integrador de la política de infraestructura

El plan de desarrollo significa construir caminos que unirán las distintas regiones entre sí, sin pasar por la Capita Federal, de modo que se pueda realizar un intercambio directo de los productos de cada zona.

Significa, en suma, reproducir en todo el país, las condiciones que ahora caracterizan por su potencia a la zona que rodea al puerto de Buenos Aires.  Significa por fin y definitivamente, integrar geográfica y económicamente nuestro territorio, hacer de él la Nación que soñaron los que nos dieron la patria.

  1. Las Metas cuantificables

Como ejemplo de lo que esperamos conseguir, veamos un caso.  En cuatro años, de 1955 a 1958, el país debió importar unos 37 millones de metros cúbicos de petróleo y subproductos, por valor de 877 millones de dólares, con un promedio anual de casi diez millones de metro cúbicos.  Luego de iniciada la batalla del petróleo, la producción nacional ha subido de 5.667.533 metros cúbicos en 1958 a 8.300.000 calculados con certeza para el año actual.  En 1960 serán más de 13 millones y en 1961 llegarán a casi 19 millones.  Ya no vendrán entonces más barcos a traer petróleo y a llevarse en cambio el fruto del trabajo de nuestros hombres de campo.  Vendrán a buscar petróleo, siguiendo el rumbo abierto por ese primer embarque de 10.000 metros cúbicos de motonafta efectuado hace pocos días.

  1. Lo que significa nuestra primera exportación de motonafta

Con ese embarque, que tiene significación histórica, la Argentina concreta el comienzo de un esfuerzo que la transformará de nación tradicionalmente exportadora de materias primas, en país que conquista mercados para sus manufacturas industriales.

  1. Los objetivos no deben alterarse

Con esa aptísima perspectiva por delante, afirmamos nuestra convicción de que el plan económico es indispensable para sacar al país de su estancamiento.

Por ello, si estamos dispuestos a reconocer los errores cometidos en su ejecución, no admitiremos modificar sus grandes objetivos: estabilización financiera y desarrollo económico.

VII.  Programa para todos los argentinos

  1. El carácter nacional del programa

Porque el desarrollo económico es una de las bases de la soberanía, es que afirmamos que ese programa no es el de un partido o del gobierno. Es un programa nacional.  Una política nacional es la que consulta los ideales e intereses de todo el país frente al mundo del que forma parte indivisible.  Esos ideales e intereses se concretan en su soberanía.  La soberanía de una nación no significa aislamiento o antagonismo frente a otras, sino interdependencia en términos de igualdad.  Pero la interdependencia en términos de igualdad no es posible sin desarrollo económico.  La falta de desarrollo condena a un país a la sujeción por la vía de las necesidades materiales.

  1. Las penurias económicas degradan la soberanía

Las necesidades materiales llevan a los países a hipotecar la riqueza colectiva y a comprometer la autodeterminación nacional.  La soberanía de una nación requiere unir los valores de la independencia política a los del real y pujante desarrollo económico. Sin esos elementos, la soberanía carece de base y por consiguiente de solidez.

  1. La persistencia de condiciones críticas engendran caos y violencia

A su vez, en el orden interno de la Nación, sin desarrollo económico la libertad y la democracia declinan; los derechos populares chocan abiertamente con las posibilidades materiales de satisfacerlos.  El atraso económico da a las discrepancias políticas formas beligerantes, y el peligro del caos y la necesidad de hacer respetar la ley obligan al gobierno a una actitud rígida y a una severidad tan dolorosas como ineludibles.  Los tiempos de anormalidad generan violencia que exige represión, para no caer en la anarquía.

  1. El desarrollo económico crea condiciones que imponen la democracia efectiva

El desarrollo económico, en cambio, no sólo crea valores materiales, sino también mayores posibilidades de democracia efectiva.  Crea también un clima de libertad y de espontánea vigencia del derecho, que son base de la unidad y de la solidaridad nacionales.

  1. La gravitación y trascendencia de las clases y sectores sociales dependen directamente del desarrollo

A través del desarrollo económico, las organizaciones gremiales de empleados y obreros podrán conquistar con entera justicia una gravitación cada vez mayor en el quehacer nacional, por razones cuantitativas y cualitativas.  El atraso, la miseria y el desempleo, en cambio, sólo ofrecen a los trabajadores el camino de la desesperación, que los aísla de la comunidad nacional que integran.

  1. El desarrollo económico de todos como partícipes del conjunto que se transforma

El desarrollo económico nacional no es, pues, una cuestión partidista; es expresión concreta de una política que, por ser nacional y no partidaria, interesa por igual a todos los argentinos, cualesquiera sean su situación social y económica y sus preferencias políticas.

  1. Lo que se consolida es la Nación

El plan de desarrollo económico no tiende a fortalecer a un partido, sino a la Nación; no es patrimonio del gobierno, sino de la comunidad nacional; no beneficia a un sector de ella, sino a todos los que la constituyen.  Por eso, el gobierno ha asumido la responsabilidad de llevarlo a cabo, de darle realidad concreta y tangible, de defenderlo contra la incomprensión y los intereses creados.

  1. Las banderías políticas deben subordinarse ante el objetivo de engrandecer la Nación

Semejante objetivo está por sobre cualquier bandería política.  Por eso, para la ejecución de las tareas del plan económico, el gobierno ha llamado a quienes considera aptos, sean o no sus partidarios políticos. Así entiende servir fielmente la causa nacional y popular, que constituye su punto de partida y su razón de lucha.  Esa causa no es patrimonio de ningún sector ideológico ni de determinados intereses.  Es la empresa de todos cuantos queremos que la Argentina deje de ser un inventario de atrasos en lo fabril y en lo comercial, en los transportes, en los aspectos urbanos y hasta en las manifestaciones sociales y culturales.

  1. La unidad nacional es condición del éxito

Debemos sumar los esfuerzos y no restarlos.  La continuidad en el esfuerzo es lo que hace la grandeza de los pueblos.  Nos proponemos algo que puede y debe ser una de las bases del reencuentro argentino dar un envión decisivo al crecimiento de esta nación joven e indebidamente retrasada.

  1. La totalidad del país está objetivamente interesada en estos propósitos

Tenemos la absoluta seguridad de que todos los argentinos quieren ofrecer a la Nación su esfuerzo para que logre la plenitud de su soberanía y realice su alto destino.  Tenemos una inextinguible fe en nuestro pueblo, en sus hombres de ciencia, en sus maestros, en sus técnicos, en sus obreros y empleados, sus campesinos, sus hombres de empresa, sus artistas, sus soldados. Todos ellos, su labor diaria, muchas veces sacrificada y silenciosa, constituyen una verdad y una realidad superior a la que pueda ofrecer cualquier bandería.  Esa verdad, esa realidad, es la Nación Argentina, a la que todos debemos servir.


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