Una dura derrota del socialismo aceleró los tiempos políticos en España. Las elecciones generales estaban previstas para diciembre, pero finalmente se celebrarán este domingo, 23 de julio.
En las elecciones autonómicas y municipales del pasado 28 de mayo, el Partido Popular (PP) obtuvo un éxito rotundo. Ganó en más de la mitad de las comunidades autónomas que estaban en juego y fue el vencedor en bastiones históricos del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), como la Comunidad Valenciana y la ciudad de Sevilla. Era la primera contienda electoral del PP, desde que había asumido Alberto Núñez Feijóo como líder. Al día siguiente de la votación, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunció el adelantamiento de las elecciones generales.
España llega polarizada a la votación del domingo. Con el antecedente de mayo, la oposición de derecha llega como favorita. Pero Sánchez ya ha demostrado en el pasado que subestimarlo puede ser un error. Las encuestas anticipan un triunfo del PP, que no alcanzaría la mayoría absoluta. Para llegar a la Moncloa, por lo tanto, necesitaría la abstención del PSOE y una alianza con el partido de ultraderecha Vox. La posibilidad de que la ultraderecha ingrese al gobierno por primera vez desde el fin del franquismo enciende las alertas de las fuerzas progresistas.
Los comicios de mayo poco tuvieron que ver con los temas esenciales que competen a las comunidades y a los municipios. Por el contrario, el debate giró en torno a asuntos nacionales. Así planteó la campaña Sánchez, en la que resaltó los logros de su gestión, como la Ley de vivienda y la Ley de paridad. En cambio, Feijóo apuntó a criticar el Gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos, así como las alianzas en el Congreso con grupos independentistas; puntualmente, Esquerra Republicana de Catalunya y el partido vasco de izquierda abertzale Euskal Herria Bildu, que había incluido en sus listas a exmiembros del grupo terrorista ETA.
Las debilidades del primer gobierno de coalición en la historia de España desde la Segunda República —que existió entre 1931 y 1939— y varios errores de Sánchez durante la campaña determinaron que el primer round electoral del 28-M fuera una avalancha de votos para el PP. Los populares arrebataron al PSOE la Comunidad Valenciana, Aragón, Baleares, Extremadura y La Rioja. En este último, con mayoría absoluta, al igual que en la Comunidad de Madrid, con la estelaridad de Isabel Díaz Ayuso. Feijóo festejó el triunfo en Madrid en la sede del PP de calle Génova, en compañía de Díaz Ayuso y del alcalde de la capital, José Luis Martínez-Almeida. Además, el PP triunfó en todas las capitales de Andalucía, con la excepción de Jaén, y muchas otras del país.
La derrota dejó a los socialistas muy golpeados, pero la peor parte la llevaron sus socios políticos de Gobierno. Podemos sufrió una debacle. Perdió la representación en varias comunidades autonómicas, entre ellas Madrid, donde nació la formación morada.
Los cortocircuitos constantes entre Podemos y el PSOE fueron un lastre para el gobierno. La controversia por la llamada ley del sólo sí es sí provocó rispideces en el seno del ejecutivo, con críticas dirigidas a Irene Montero, ministra de Igualdad. Montero es además la esposa del exlíder de Podemos, Pablo Iglesias, que dejó el Gobierno tras postularse en 2021 a presidente autonómico de Comunidad de Madrid, y perder rotundamente.
Los cuestionamientos hicieron mella en Moreno, que fue excluida como candidata de cara a los próximos comicios generales en la nueva coalición de izquierda Sumar, que incluye a Podemos. La candidata a presidenta de Sumar para las elecciones generales de este domingo es Yolanda Díaz, actual vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía.
El partido de ultraderecha Vox tuvo una buena elección en mayo y llega con posibilidades concretas de entrar en el Ejecutivo, si obtiene suficiente número de bancas el domingo y el PP se ve obligado a pactar con ellos para gobernar.
El otro gran perdedor de las elecciones de mayo fue Ciudadanos. Si en 2015 parecía la estrella ascendente de la nueva política española, casi un espejo invertido de Podemos, en 2023 desapareció en varias comunidades. A tal punto, que el partido no se presentará a las elecciones generales del domingo.
La apuesta arriesgada de Sánchez y la aparición de Sumar
Pocos esperaban la jugada de Sánchez al día siguiente de las elecciones de mayo. El presidente decidió arriesgar a todo o nada, en lugar de aprovechar el tiempo que tenía hasta diciembre para reconfigurar la estrategia política. Sánchez lo presentó como una decisión democrática: poner en manos de la ciudadanía la formación del gobierno. Los críticos la consideraron una maniobra política destinada a desalentar la participación electoral, ya que la nueva fecha es en pleno verano en un país donde el voto no es obligatorio. Sin embargo, más de 2,5 millones de españoles ya votaron por correo.
Sánchez confía en una remontada. Para justificar su esperanza, señala que los bloques de izquierda y derecha obtuvieron casi los mismos votos en mayo: obtuvieron un 41% tanto el PP y sus posibles aliados como el PSOE y los partidos afines.
Durante la campaña, el líder socialista, economistas de 51 años, hizo una autocrítica sobre errores de comunicación del Gobierno y los roces constantes con sus socios. Sánchez anticipó que para gobernar volverá a necesitar una coalición con Sumar, liderada por Díaz y que integra a varios partidos, entre ellos Podemos, Izquierda Unida, Catalunya en comú, Más Madrid, Más País, Compromís, Chunta Aragonesista, Més per-Mallorca, Més per-Menorca, Verdes Equo, Alianza Verde, Batzarre, Proyecto Drago, Izquierda Asturiana e Iniciativa del Pueblo Andaluz.
Los discursos de Sánchez y Díaz se centran en el peligro del avance de la derecha. Subrayan que un cogobierno del PP y Vox terminaría con las políticas progresistas implementadas por el ejecutivo actual, como la reforma laboral, la Ley de la eutanasia, los avances en derechos de las mujeres, la revalorización de las jubilaciones de acuerdo con la inflación, el aumento del salario mínimo —que subió un 8% en 2023 y un 47% en los últimos cinco años—, y el control del precio del gas y de la electricidad.
Además, Sánchez destacó que la economía española recuperó los niveles previos a la pandemia y en el primer trimestre del año creció un 4,2% interanual. Cuatro veces más que la media de la Unión Europea. Alemania, en cambio, está en recesión y todavía no se recuperó del efecto de la pandemia.
A Sánchez nunca hay que darlo por muerto. Así lo certifica su historia política. Como cuando renunció como líder del PSOE en 2016 para luego ganar las internas de su partido y terminar en la Moncloa dos años después. Las encuestas lo dan segundo para este domingo, pero también proyectan que el PP no obtendrá escaños suficientes para gobernar en solitario. Ese es el argumento del PSOE para advertir sobre una posible alianza entre el PP y VOX, algo que ya sucedió en varios municipios y comunidades autónomas.
Por su parte, Yolanda Díaz, abogada de 52 años y perteneciente a las filas del Partido Comunista, fue la sucesora elegida por Pablo Iglesias para tomar las riendas de Unidas Podemos. Díaz nunca estuvo cómoda en ese rol, por diferencias con Iglesias. Por eso armó una nueva coalición: Sumar. El nuevo colectivo impulsa una agenda de propuestas que incluye una herencia universal de 20.000 euros para los jóvenes para estudiar o emprender, la reducción de la jornada de trabajo a 32 horas semanales, un nuevo bono de emergencia para los hogares que no puedan afrontar el coste de las hipotecas y una prestación “universal” por hijo de 200 euros al mes hasta alcanzar la mayoría de edad.
El PP, entre la ansia de poder y el veto a Vox
Alberto Núñez Feijóo, abogado de 61 años, debutará como candidato a presidente el próximo domingo. Su llegada a la cima del poder del PP ocurrió tras la salida de su antecesor, Pablo Casado, envuelto en una polémica por el enfrentamiento con Díaz Ayuso. La presidenta de la Comunidad de Madrid fue la protegida de Casado y la causa del fin de su carrera política.
Núñez Feijóo tuvo una larga trayectoria en la función pública en Galicia donde trabajó codo a codo con uno de los fundadores y líder histórico del PP, Manuel Fraga. Feijóo fue cuatro veces presidente de Galicia y secretario de Sanidad del gobierno de José María Aznar. De personalidad calculadora e impasible en sus modos logró encaminar a los populares tras la salida de Casado y es favorito a ser el próximo inquilino del Palacio de la Moncloa.
La campaña de Feijóo se centró en cuestionar lo que la oposición denomina como sanchismo. Básicamente, criticó la supuesta alianza del PSOE con los independentistas vascos de EH Bildu y los catalanes de Esquerra Republicana, ya que su apoyo fue necesario para aprobar los presupuestos a cambio de concesiones políticas; así como la designación de militantes socialista en organismos independientes y de transparencia; o el giro en política exterior sobre el Sahara, que rompió 40 años de equilibrio de España a favor de Marruecos y generó un choque diplomático con Argelia. Esto impidió que España accediera al gas argelino, necesario por el aumento de precio y la escasez de combustible causados por la guerra de Ucrania.
Ante la acusación de Sánchez de que el PP gobernaría en conjunto con Vox, Feijóo aseguró que intentará gobernar en solitario. Aunque los antecedentes recientes plantean dudas sobre la estrategia de los populares. Y Santiago Abascal, líder de Vox, aseguró esta semana que hará valer sus votos y que su partido quiere ser parte del ejecutivo.
En la actualidad, el PP y Vox gobiernan en conjunto 140 municipios, la comunidad autónoma de Castilla y León, la Comunidad Valenciana, Islas Baleares y Extremadura. Este último caso es significativo, ya que se destrabó tras la negativa de la líder popular extremeña, María Guardiola, que planteó diferencias en la política de género con Vox y fue presionada por la conducción nacional del partido para que cediera. Además, el PP y Vox siguen negociando en Aragón y Murcia, donde los populares se resisten a cogobernar con la ultraderecha.
Núñez Feijóo planteó durante la campaña que debería gobernar quien obtenga más votos en las elecciones generales. Incluso propuso este criterio a Sánchez en un debate cara a cara. La regla sugerida por Feijóo tiene sentido en un régimen presidencialista, pero no necesariamente se cumple en un sistema parlamentario, ya que una formación que no salió primera puede acordar una alianza con otros partidos, sumar más escaños en el Parlamento y formar gobierno.
El candidato del PP faltó al último debate, organizado por Radio Televisión Española (RTVE). Su justificación fue que solo participaban cuatro partidos y se había dejado fuera a otros, como HB Bildo o Esquerra Republicana. Los rivales de Núñez Feijóo achacaron su ausencia a la intención de evitar el escrutinio público en medio de las críticas que recibió el candidato en los últimos días. Entre ellas, por las fotografías en las que aparece junto al conocido narcotraficante gallego Marcial Dorado.
Participaron del debate Sánchez, Díaz y Abascal. La clara ganadora del debate fue Díaz que, en tándem con Sánchez, incomodaron a Abascal, que se mostró desorientado y no supo sacar provecho de la ausencia de Feijóo como el referente de la derecha española.
Los últimos sondeos prevén que el PP obtenga entre 145 y 150 escaños, seguido por el PSOE que alcanzaría entre 105 y 110 bancas. En tercer lugar quedaría Sumar, entre 33 y 36 bancas; y cuarto, Vox, entre 25 y 29.
Para formar gobierno se necesitan 176 escaños de los 350 que integran el Congreso. Si se cumplieran las proyecciones, el PP quedaría lejos de una mayoría absoluta que le garantizara un gobierno en solitario. Para llegar a la Moncloa, Núñez Feijóo necesitaría la abstención del PSOE o acordar con Vox.
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