*) Por Sebastián Lucas Ibarra |@sebaslucas10
La cuestión estructural
Marx, que nos guste o no “algo” sabía, decía que la estructura económica de una sociedad era “el factor fundamental de su proceso histórico, determinante del desarrollo y cambio social”; Esto implica que dicha estructura determina al conjunto de las diversas relaciones sociales que vivimos a diario como ciudadanos así como del propio país en su conjunto. A lo que voy es que si a pesar de tanta insistencia el país no logra desarrollarse en plenitud y ni siquiera resolver definitivamente antinomias y discusiones pretéritas, sería acertado ver si acaso estructuralmente haya cuestiones fundamentales que resolver.
No estoy diciendo nada nuevo. Ya Belgrano, en los albores de la patria, condenaba la obsoleta estructura colonial clamando la necesidad imperiosa de configurar un país integrado y desarrollado en todas sus regiones, fomentando la interdependencia del agro, la industria y el comercio. Pero fue el economista Alejandro Bunge quien dio a principios del siglo XX los primeros análisis rigurosos respecto del problema estructural con que en ese entonces se estaba construyendo a la Argentina. Hizo hincapié en dos cuestiones fundamentales: El país no estaba bien integrado. Su configuración geográfica, económica y social no era equilibrada ni armónica. Incluso describió su estructura económica como un abanico, que determinaba la densidad de población, la capacidad económica, el nivel cultural y el nivel de vida de su población, disminuyendo a medida que aumenta la distancia de la Capital, que es el centro, la cabeza hiper desarrollada de un país subdesarrollado. En medicina esta mal formación se llama macrocefalia. Lo otro en que hizo hincapié, en pleno modelo agro-exportador evidenciando sus miserias y contradicciones, era que sin forjar una industria nacional nunca seriamos una gran Nación. Bunge soñaba una Nueva Argentina, y profetizaba su realización: “Debemos convencernos, señores, que esta es la última generación de importadores y estancieros. En la próxima generación, la de nuestros hijos, el predominio será de los granjeros y de los industriales”. Su voz clamó fuerte en el desierto pero no fue escuchada salvo por tibios intentos industrialista más fruto de la necesidad que de la convicción.
Frigerio y la Integración como clave del enigma Argentino
Fue una generación más tarde cuando un joven empresario argentino, obsesionado también con la frustración argentina y comprometido fervientemente con la causa nacional, retomó la cuestión fundamental de la integración económica del país. Influenciado por el análisis metodológico marxista, las ideas de Bunge y las nuevas teorías del desarrollo económico que comenzaban a circular en el mundo, Rogelio Frigerio pretendió configurar una síntesis a modo de resolución del gran dilema nacional: Ser o no ser una Gran Nación. Desde esta perspectiva, la integración nacional, que implica en lo cotidiano que en todas las regiones de nuestra nación existan las condiciones materiales y espirituales para que sus hijos puedan desarrollarse en plenitud, era el nudo gordiano a resolver del gran enigma argentino, al punto de afirmar que “Toda doctrina toda tendencia que de alguna niegue la existencia y necesidad de la integración nacional en extensión geográfica y en profundidad de sus clases sociales, se halla condenada al fracaso”.
Según su análisis historiográfico, se había configurado una estructura que en lugar de integrar al país entre sus propios y diversos elementos humanos, sociales, culturales y económicos, estaba configurada para integrar la Pampa Húmeda a Inglaterra. Así mientras algunos sectores estaban muy bien integrados y desarrollados, la gran mayoría del país se sumía en la miseria y la postergación. De esta manera la grandeza de la Nación quedara siempre postergada: “La integración económica será cuando nuestras economías estén estructuradas hacia adentro, no hacia afuera. Cuando sus centros industriales y los adelantos de la civilización y la cultural no acaben en el litoral marítimo, sino se extiendan a sus bastas extensiones mediterráneas”
Mientras que las grandes naciones se han configurado integrando en primer lugar sus diversas regiones, en nuestro caso, la propia integración interna fue determinada por la dependencia externa, pues se estructuró en función de ella. Esa es la gran falla estructural argentina. De más está decir cuan frágil ha de ser la autonomía y capacidad de decisión, tanto económica como política, de los países en función periférica. Es la condena al subdesarrollo. Esto no implica que no haya que integrarse con el mundo, sino que lo que hacen las grandes naciones es integrarse ya integrada y fortalecida su estructura interna, no de una manera enclenque, incompleta que condenan a la postergación a millares de habitantes en sus vastas regiones. De más esta decir que la industrialización es un proceso clave y fundamental como ocurrió en las grandes naciones del mundo.
Las dimensiones de la integración
Pero para Frigerio el concepto de integración no hacía sólo a lo económico. Para él tenía además una dimensión cultural y política. Lo cultural en cuanto a aquello que distingue, diferencia y hace único a una Nación de otra. Sentirnos orgullosos de nuestra identidad y expresarla y compartirla no someternos a influjos y modos de vida impuestos desde afuera. La cuestión política hacía hincapié a que la Argentina necesitaba, (!y aún necesita!) de la concordia de sus actores políticos para salir adelante, en el sentido de una gran alianza movimiento nacional. Con la proscripción del peronismo el sentido de la misma tenía que ver que sin dicha fuerza incorporada e integrada a la vida política nacional no podría haber nunca un proyecto nacional real y viable.
Esta vital cuestión económica-productiva, sustento material del progreso de la Nación, ocupa en cambio valor primordial en el pensamiento de Frigerio, siendo la gran bandera con la que conoce popularmente su ideario: el desarrollismo. Si la integración era el que hacer para ser país, el desarrollismo es el cómo, la manera concreta y tangible de lograr el despegue del país. Tanto es así que veía al desarrollo económico desde una perspectiva de la integración, definiendo como “integración vertical” a aquella entre los diversos sectores productivos. Desde los bienes de capital, las industrias base, los insumos y materias primar hasta llegar a los bienes finales, siendo participe del proceso las fuentes energéticas, la infraestructura de comunicaciones, la logística de transporte, y los mecanismos de venta y comercialización.
La “integración horizontal”, en tanto, hacía referencia a que las diversas actividades productivas deben radicarse en las diversas regiones estableciendo polos de desarrollo estratégicos en el interior del país conectados entre sí. Incluso también podemos hablar de una integración, articulación, sectorial entre agro-industria-minería y servicios.
¿Cuál es el sentido ulterior de todos estos conceptos? Ni más ni menos que todos los habitantes de todas las regiones del país puedan desarrollar sus potencialidades en libertad, justicia y prosperidad. Pero mejor que el propio Arturo Frondizi expliqué de que se trata verdadera y concretamente el asunto:
“La transformación del interior rescatando sus vastas extensiones empobrecidas y desoladas para la obra transformadora del trabajo humano dotado de las posibilidades de la ciencia y la técnica moderna, la superación de la pobreza mediante la creación de oportunidades de progreso para todos, la modernización y expansión de la educación a través del logro de las bases materiales que apuntalen el desenvolvimiento adecuación o la realidad y modernización del sistema educacional y abriendo las puertas de la escuela, el colegio, la universidad, los institutos y las diversas formas de la enseñanza a todos los argentinos, cualquiera sea su origen o la región que habitasen. Todo ello hará posible a su vez con el robustecimiento de la cultura nacional y el despliegue de sus ricas virtualidades armonizando en su conjunto las particularidades folclóricas, estéticas, productivas y sociales de cada región”
La integración Hoy: El gran problema irresuelto
El desarrollo de un país y la integración del mismo son las dos caras de una misma moneda. No podía haber desarrollo sin integración del territorio, de su economía. Lo triste y patético de todo es que un siglo después las mismas cuestiones continúen irresueltas postergando nuestra prosperidad. Ni avanzamos seriamente en desarrollo ni en integración, quizás porque nunca desde el gobierno desarrollista se trataron como una cuestión vinculada entre sí y sostenida por un planeamiento estratégico que haga hincapié en la dirección estatal y la atracción masiva de capitales para inversión productiva.
Las asimetrías y desequilibrios regionales estructurales siguen estando y constituyen unos de los mayores obstáculos para el desarrollo pleno de todo un país. Solo cuatro jurisdicciones (Buenos Aires, Ciudad de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe), sobre un total de 24, son responsables de más de tres cuartas partes de su producción total; – Son estas mismas también las que ejecutan el 50% de la inversión en el país y acaparan casi el 80% del consumo. Difícilmente se pueda tener un país prospero y equilibrado con estas desigualdades tan manifiestas. ¿Se han hecho cosas por la integración? Si pero nada estructural, como exige el asunto. Nadie tuvo como el conquistador macedonio el valor de romper el nudo gordiano. Si analizamos, muchas de las políticas de fomento regional carecen de análisis ni visión estratégica, no contemplando si quiera las ventajas comparativas de cada región para fomentar diversos tipos de producción. Un caso emblemático es que en pleno siglo XXI las restricciones energéticas y el costo de la logística son las principales limitaciones en materia de competitividad para nuestra economía, particularmente, para aquellas regiones más marginales de producción, que literalmente quedan fuera de competencia. Hay casos en que sale más barato un flete de China a Buenos Aires que desde las provincias norteñas.
Pero incluso las evidencias tangibles de la “disgregación nacional” son claras y conocidas por todos hoy día: El AMBA, que no supera el 1% del territorio total del país (territorio urbanizado de cerca de 2.400 km2), concentra a 11. 255.600 habitantes y más del 40% de su Producto Bruto Industrial. Ni hablar del efecto político–electoral que esto implica y sus consecuencias para perpetuar este pérfido circulo vicioso. Reitero lo clave y fundamental que es el cambio de la estructura económica porque afecta y determina a todas las demás variables, siendo la densidad poblacional la evidencia concreta y tangible de este factor (ver cuadro complentario)
Esta atrofiada estructura de país que enfatiza la desintegración y el subdesarrollo trae aparejados problemas sociales que tienen que ver con la inmigración de cientos de miles de ciudadanos argentinos de las regiones más rezagadas que para salir de la miseria se ven tentados a abandonar sus lugares de origen para buscar suerte en los grandes centros urbanos donde del país donde creen poder encontrar posibilidades pero en cambio terminan condenados a la miseria y la abnegación. Justamente la solución radical al gran problema de la pobreza estructural reflejada en los populosos asentamientos de los conurbanos de las grandes ciudades es lograr con fuertes inversiones estratégicas el desarrollo de las economías regionales, para que con posibilidades reales de trabajo y educación, en cada región del país los argentinos encuentren las condiciones materiales y espirituales para poder desarrollarse en plenitud y sentirse parte integral de una Nación inclusiva.
Romper el nudo gordiano que allane el camino para la prosperidad de nuestro pueblo es superar la falla estructural de nuestro modelo productivo mediante un cambio profundo del mismo.Poner en marcha un plan estratégico de desarrollo económico para las diversas regiones del país es el primer paso para revitalizarlas y compensar los desequilibrios estructurales de nuestra Nación. Dicho desarrollo económico deberá ser impulsor del desarrollo social y cultural de las regiones, frenando en primer lugar las migraciones a las grandes urbes e incluso aspirando a que puedan ser focos de redistribución poblacional. Incluso considerar seriamente el traslado de gran parte de la burocracia nacional a alguna ciudad del interior puede ser un factor más que interesante para desconcentrar tanto foco en torno a Buenos Aires generando nuevas áreas de interés, desarrollo y atracción.
Es que un país estructuralmente más equilibrado va a ser siempre mucho más Nación que lo que podemos lograr con el modelo macrocefalico que aún impera. El efecto de una integración sana y armonica es mucho más potencialmente que la mera suma de las partes. Es configurar un país inclusivo, solidario, vinculado, prospero y pacífico, y entonces aquella Argentina que tanto anhelamos no se nos escapara más de nuestro horizonte.
Cuadro Complementario
Municipios con más de 500.000 habitantes (censo 2010) |
1. La Matanza (Conurbano) 1.772.130 hab.
2. Córdoba (Provincia de Córdoba) 1.330.023 hab. 3. Rosario (Provincia de Santa Fe) 1.118.664 hab. 4. La Plata (Provincia de Buenos Aires) 649.613 hab. 5. General Pueyrredón (Incluye a la Ciudad de Mar del Plata ) 614.350 hab. 6. Lomas de Zamora (Conurbano) 613.192 hab. 7. Quilmes (Conurbano) 580.829 hab. 8. Almirante Brown (Conurbano 555.731 hab. 9. San Miguel de Tucumán (Provincia de Tucumán)549.163 hab. 10. Salta (Provincia de Salta) 535.303 hab. 11. Merlo (Conurbano) 524.207 hab. |
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