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Militantes de Juntos por el Cambio, en el acto del 19 de octubre de 2019, en la avenida 9 de julio. / FRANCISCO URANGA

Samuel Huntington definió el desarrollo político como la evolución hacia mayores grados de institucionalización del poder y de participación política en la toma de decisiones. Plasmó esta idea en el libro El orden político en las sociedades en cambio, publicado en 1968. Dos años antes, Joseph La Palombara y Myron Weiner habían planteado que el surgimiento de nuevos partidos daba lugar al desarrollo político. El mundo cambió mucho desde entonces.

En la actualidad el desarrollo político continúa, pero no descansa en las ideologías, los dogmas y las teorías clásicas. Avanza con base en el pragmatismo y la solución de problemas específicos, puntuales y concretos. ¿Qué fue lo que provocó este cambio?

En primer lugar, cambió la forma de comunicarse con el votante. Si antes se hacía a través de un mensaje racional, destinado a convencer, ahora se apela a estímulos personales, tales como sentimientos, experiencias de vida y vínculos con sus grupos de referencia. Esto se ve reforzado por la irrupción de las nuevas tecnologías, que permiten la circulación rápida de información. El vínculo entre los partidos y los votantes es casi instantáneo. Por otro lado, se produjo un aumento considerable de los personalismos en la política, lo que dio lugar a la presidencialización de las políticas o el presidencialismo institucional.

Como consecuencia de estos cambios en la dinámica política, se evidencian tres resultados claros: los partidos políticos tradicionales se resquebrajaron en partidos de menor tamaño; nacieron nuevos partidos que no responden a las lógicas y concepciones tradicionales de
la política — PRO en Argentina, Podemos y Ciudadanos en España—; la atomización política aumentó la necesidad de la conformación de coaliciones y alianzas electorales. Son ejemplos de este último punto Juntos por el Cambio (Argentina), la Coalición Multicolor (Uruguay) y La Fuerza de la Mayoría (Chile).

Un nuevo partido para un nuevo votante
Los partidos políticos se enfrentan a un nuevo tipo de votante, menos leal, al que no logran representar. Si quieren recuperar la función como articuladores de los reclamos de la sociedad, deben emprender una serie de reestructuraciones. Desde nuevas formas de comunicación y cambios en la imagen hasta otras maneras de trabajar y hacer política. La más importante: dejar de hablar de postulados dogmáticos y empezar a trabajar sobre problemas concretos.

Una herramienta útil en este sentido, que algunos partidos ya adoptaron, es la creación de usinas de pensamiento o Think Tanks. Son el brazo intelectual y programático de los partidos. Algunos casos reconocidos son la Fundación Heritage, vinculada al Partido Republicano de EEUU; o su contracara demócrata, el Instituto de Políticas Progresistas; la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales, de Partido Popular de España; o la Fundación Pablo Iglesias, del Partido Socialista Obrero Español (PSOE).

La comunicación partidaria clásica consistía en un sistema verticalista que emanaba desde la cúpula del partido y descendía al candidato, que lo trasmitía al electorado. Este modelo se quebró. El proceso de horizontalización del discurso, sin embargo, comenzó hace mucho tiempo. Primero fue la radio, después vino la televisión, por último, llegaron Google, las redes sociales y WhatsApp. Ahora el mensaje nace de las conversaciones de miles de ciudadanos interconectados que opinan y reproducen mensajes, con su propia impronta. Así se crean redes dinámicas de interacciones en las que la cúpula partidaria tiene poca influencia.

Los partidos políticos y la pandemia

Los cambios recién mencionados se acelerarán como consecuencia de la pandemia del COVID-19. Los personalismos se harán aún más fuertes; continuarán los mensajes con dinámicas horizontales, con un incremento en el uso de las redes sociales; el uso difundido de las herramientas de videoconferencias permitirá un mayor acercamiento entre los dirigentes y los ciudadanos.

El desarrollo político siempre fue la base elemental para el desarrollo de las naciones; esto no ha cambiado. Sí se alteraron las dinámicas políticas que llevan a ese desarrollo. La ideología cedió ante le pragmatismo, los debates teóricos ante el análisis de los problemas prácticos, los discursos verticales ante las conversaciones horizontales. Aquellos partidos que entiendan la nueva manera de hacer política, perdurarán y tendrán más chances de ocupar lugares preponderantes como representantes de la sociedad.

Es inevitable mencionar, como ejemplo de desarrollo político, a nuestro espacio de reflexión y pragmatismo, la Usina Desarrollista, como el ámbito de debate de ideas y análisis sobre los temas de actualidad que más preocupan y ocupan a la sociedad. El propósito de la Usina es construir nuevos modelos de desarrollo, tomando como partida el diagnóstico crítico de los modelos que no han funcionado en nuestro país en las últimas cinco décadas. La usina , adaptada a realidades y contextos diferentes a los reinantes durante el gobierno de Frondizi, mantiene lo esencial, que es el método de análisis y abordaje de los grandes problemas nacionales, que busca identificar lo esencial de lo secundario, priorizar oportunidades y definir el ritmo que nos hará alcanzar nuevamente el status de Nación.


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