Comienza un nuevo periodo presidencial en Argentina y los ojos están puestos en la política económica. Los anuncios en el área serán cruciales para generar confianza en los inversores y ahorristas del país.
Alberto Fernández deberá enfrentar una situación difícil. Si bien algunas variables como el tipo de cambio real, el déficit primario, la producción de energía y la infraestructura tienen fundamentos más sólidos que en 2015, los indicadores sociales empeoraron sensiblemente en los últimos cuatro años y el escenario económico es de alta incertidumbre.
Ahorro e inversión
Una política de expansión monetaria para impulsar el consumo de los sectores con menor poder adquisitivo podría ser efectiva en el corto plazo para reactivar la economía porque existe capacidad ociosa en Argentina. Pero, superada la recuperación, es necesario incrementar la tasa de inversión para ampliar la frontera de posibilidades de producción. Por eso, el ahorro —interno o externo— es la base del crecimiento a largo plazo. Depende del modelo económico cómo se canalice hacia la economía real y potencie el desarrollo.
La tasa de ahorro viene experimentando una caída significativa en la última década. Descendió a un ritmo más acelerado que en el resto de los países de la región y está en un nivel considerablemente inferior al de países desarrollados como Canadá o Australia, donde ronda entre el 20% y el 25%. La tasa de ahorro en Argentina cayó por debajo del 15% y, pese a un leve repunte en los últimos años, sigue siendo muy baja con relación a los niveles de inversión que necesita el país.
Uno de los mayores desafíos que tiene Alberto Fernández por delante es generar expectativas que incentiven el ahorro y la inversión para revertir esta tendencia.
Tipos de expectativas
Las expectativas juegan un rol fundamental en la definición de la tasa de ahorro e inversión. Son el criterio que usan los actores económicos para tomar las decisiones en el presente que tendrán efecto en el futuro. En economía existen tres tipos de expectativas. Las expectativas estáticas son las que se basan en que el valor de una variable permanecerá constante en el tiempo y no se verá alterado por las perturbaciones del contexto, que son consideradas transitorias. Las expectativas dinámicas se basan en los valores presentes y pasados para proyectar el valor de una variable en el futuro. Por último, las expectativas racionales utilizan toda la información disponible para calcular el valor futuro de una variable.
El gobierno deberá trazar un horizonte claro sobre cuáles van a ser las prioridades económicas, para generar expectativas racionales positivas. Porque en un escenario donde las decisiones se toman a partir de los hechos pasados y los datos presentes —expectativas adaptativas— las perspectivas son poco promisorias y no generan incentivos para invertir y apostar por el desarrollo nacional. Es la consecuencia de una memoria social forjada en 40 años de extrema volatilidad, en los que periodos de alto crecimiento fueron seguidos por el hundimiento económico.
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