Dos meses antes de la primera corrida cambiaria del macrismo, Claudio Scaletta pronosticaba que el fracaso del modelo económico estaba cerca. Otros analistas proyectaban un crecimiento del 2,5% para 2018; él sostenía que el país iba a entrar en recesión. “Predije la crisis macrista, pero no porque tuviera la bola de cristal. Si aplicás la teoría económica correcta, podés establecer las relaciones causa efecto. El problema es que hay economistas que actúan como ideólogos. Porque la economía es una ciencia, pero también un discurso”, responde por teléfono desde su casa en Bariloche. Crítico tenaz de la política del Gobierno anterior, a la que calificaba como un modelo de valorización financiera que desalentaba el desarrollo, desde 2016 auguraba que la lluvia de inversiones nunca iba a llegar. Porque el capital busca la rentabilidad, y la rentabilidad está en los países que crecen.
Scaletta dibuja una línea histórica que une a José Alfredo Martínez de Hoz, Domingo Cavallo y Mauricio Macri. No es una idea suya, sino del historiador económico Pablo Gerchunoff, afín a Cambiemos. Para Gerchunoff, Macri encarnó el tercer intento de modernizar la economía argentina. “Esta idea de modernización es lo que tradicionalmente se llamó la economía por el lado de la oferta. La idea es que, si reducís impuestos y bajás salarios, aumenta la competitividad, llegan inversiones y todo se pone en marcha. Ese es el modelo del macrismo”, plantea Scaletta, que se para en la vereda opuesta: la economía por el lado de la demanda.
El consumo mueve la rueda de la reactivación económica, sostiene Scaletta. Reconoce, sin embargo, que un plan basado solo en el estímulo de la demanda tiene vuelo corto: “El problema es la restricción externa”. Cuando sube el consumo, explica, aumentan las importaciones, porque parte de los insumos son importados. Y lo hacen a una velocidad mayor velocidad que las exportaciones. Por eso, el mismo proceso de crecimiento lleva, tarde o temprano, a la escasez de divisas: la restricción externa. “Si querés generar un crecimiento sostenido e incluir a más gente, necesitás desarrollarte. ¿Qué es desarrollarte? Transformar la estructura productiva para alejar la restricción externa. Es decir, aumentar las exportaciones y sustituir importaciones”, plantea el el economista, que hace unos años se definía como desarrollista en su perfil de Twitter. Hoy se presenta como economista político, a secas.
Incentivo de la demanda más cambio estructural
Apoya abiertamente al kirchnerismo, pero no se priva de la crítica. Scaletta considera que el mayor error del ciclo entre 2003 y 2015 fue no haber planteado un modelo de desarrollo. No haber definido los sectores prioritarios y una estrategia para transformarlos. Confiar en que si se alimentaba el consumo, el resto “se ordenaba solo”. La fórmula de Scaletta podría resumirse: incentivo de la demanda más cambio estructural.
El discurso de Scaletta es el de un economista heterodoxo e industrialista. Defiende la industria y la sustitución de importaciones. Cree que es un modelo de desarrollo posible para el país en el siglo XXI. “Cuando hubo voluntad, Argentina llegó a fabricar hasta satélites”, argumenta. “Hay que analizar uno por uno los sectores. El país nunca va a ser competitivo fabricando celulares, pero sí puede desarrollar la industria electrónica para componentes que demandan los autos”.
En Argentina existe un sesgo antiindustrial muy arraigado, según el autor de La recaída neoliberal, el libro que publicó en 2017 y advertía sobre la insustentabilidad de la economía macrista. “Cambiemos planteó el Plan Australia como modelo. ¿Cuál era la idea? Australia decidió retroceder en su desarrollo industrial y concentrarse en los sectores vinculados a los recursos naturales. Pero es un país con la mitad de la población y el triple de los recursos que Argentina”, cuestiona. Opina, sin embargo, que Argentina implementó algunas políticas de promoción industrial poco inteligentes. “Cuando fabricás autos con el 90% de las piezas importadas, ya no tenés una industria automotriz, sino una armaduría. Tenés un mercado reservado para tres o cuatro fábricas que arman los autos acá para tener acceso al Mercosur”, critica y señala que la consecuencia es la “abismal diferencia tecnológica” que existe entre los autos nacionales y los europeos o japoneses.
Restricción externa y puja distributiva
El nuevo Gobierno, advierte Scaletta, se va a encontrar pronto con dos frenos cuando intente estimular la demanda: la restricción externa y la puja distributiva. Para enfrentarlos, plantea la necesidad de generar acuerdos entre el gobierno, los empresarios y los trabajadores.
“El gran problema de Argentina”, considera, “es que no existe un consenso sobre el modelo de desarrollo entre las clases dominantes para el país”. Por eso un día aspira a ser el supermercado del mundo y otro a seguir el Plan Australia o sustituir importaciones. La explotación de los recursos naturales no alcanza para generar empleo suficiente, razona, y por eso el desarrollo debería apoyarse en un modelo que genere mayor agregado de valor. Parece una propuesta sobre la que sería fácil genera consensos, pero Scaletta cree que no es así. Porque ve resistencias entre los empresarios y financistas vinculados al sistema productivo actual. “No quieren avanzar con ese modelo”.
Cuando la economía vuelve a crecer, explica Scaletta, baja el desempleo, suben los salarios y los empresarios trasladan el aumento a los precios: empieza la puja distributiva. “Eso desestabiliza el crecimiento. Por eso se habla de un Pacto Social. Lo que se busca es ordenar la puja distributiva”, argumenta. El punto central es, por lo tanto, un acuerdo entre los sindicatos y los empresarios sobre a qué velocidad aumentarán los salarios cuando comience la recuperación.
La situación económica es, según el autor de La recaída neoliberal, similar a la de 2003. Aunque destaca algunas diferencias importantes. El desempleo es la mitad que en la crisis de la convertibilidad, aunque los ingresos de los asalariados cayeron con fuerza. El peso de la deuda es mucho mayor. Los precios de los commodities son menores y no hay expectativas de que aumenten. La pobreza se disparó. La inflación está por las nubes. La cuenta final lo lleva a pensar que la salida de esta crisis será más dura: “No se va a poder recomponer el ingreso de los trabajadores tan rápido como en 2003. Va a ser un proceso de reconstrucción lenta”.
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