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Familia desarrollista: Gerónimo, Héctor y Facundo Rosso, en Mar del Plata

Durante años escuché anécdotas de mi abuelo y mi papá sobre sus militancias desarrollista cuando eran pibes; hoy en día cuento las mías.

Para entender un poco de donde proviene todo, debemos situarnos en la década del 40. Mi abuelo era un joven marplatense, hijo de inmigrantes italianos, que recién comenzaba a involucrarse en la política y se afilió a la Unión Cívica Radical. Fue en esos años cuando él y sus correligionarios escucharon hablar de un genio en la política, un tal Arturo Frondizi. No sabían ni quien era, solo habían escuchado un rumor: “Es un joven con un buen discurso y gran oratoria”. En 1945, los Rosso pasarían a ser frondizistas. Fiel a la militancia, pero mucho más fiel a la figura de Frondizi, mi abuelo saltó de la UCR a la UCRI. En 1958 integró la lista de concejales de Mar del Plata y ganó la banca.

En 1983 comenzó una nueva generación de militantes políticos. Entre ellos estaba mi viejo, que se afilió al Movimiento de Integración y Desarrollo (MID). Nacido en 1965, llegaba con la edad justa para votar en sintonía con la vuelta de la democracia. La militancia de esa época consistía en arremangarse los pantalones y meterse en el barro; era muy distinta a la militancia digital que me toca atravesar hoy en día. En aquellos años, la juventud salía a pintar “Frigerio-Salonia” en las calles de Mar del Plata. Era el nombre de la fórmula presidencial. “Tipo cinco de la mañana salíamos a pintar paredones y a las siete tirábamos a tu viejo en el colegio”, recuerdan sus compañeros de militancia de aquellos años. “Éramos el tercer partido político del país, podíamos discutir con peronistas y radicales de igual a igual”, subrayan.

¿Tiene sentido ser desarrollista hoy, ya entrado el siglo XXI? A los 17 años decidí levantar las mismas banderas con las que se identificaron mi abuelo en los 50 y mi papá en los 80. Podría decir que lo hago por una cuestión ideológica. Hoy está bien visto: muchos dicen ser desarrollistas. Pero no lo veo así, hay algo más. Una suerte de legado familiar, un gen desarrollista que me impulsa a seguir por el camino que ellos trazaron.


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