El primer dato de inflación del gobierno de Alberto Fernández fue mejor de lo esperado. Los precios aumentaron en enero un 2,3% mensual, menos de lo proyectado por la consultoras privadas. La tendencia a la desaceleración comenzó en noviembre de 2019 y se mantiene. Esto aleja el fantasma de una espiral inflacionaria.
El comportamiento de los precios, sin embargo, no es homogéneo en la economía argentina. El Índice de Precios al Consumidor (IPC) tiene tres componentes: el de precios regulados, el IPC núcleo y el estacional. Los precios regulados fueron los que registraron en enero el menor en aumento mensual (1,1%) porque los servicios de telefonía e Internet, educación, prepagas y combustibles tuvieron variaciones mucho menores a las del mes anterior. Dentro del IPC núcleo se registraron aumentos fuertes. Los precios de alimentos y bebidas subieron un 4,7% como consecuencia del vencimiento de la eliminación del IVA de 13 productos de la canasta básica, medida implementada por el gobierno de Mauricio Macri. La categoría recreación y cultura muestra un encarecimiento por motivos estacionales. En el sector Salud se observa una caída en los precios producto del acuerdo del Gobierno con la industria farmacéutica para retrotraer el precios a valores de diciembre.
A pesar de la desaceleración, Argentina tiene una de las cinco inflaciones más altas del mundo. ¿Por qué no puede controlar el aumento de precios, un problema que parece resuelto en la mayoría de los países?
La inflación en los países subdesarrollados
El economista indio Vijayendra Rao explica por qué las políticas keynesianas de estímulo de la demanda efectiva impulsan, en muchos casos, el aumento de precios en los países subdesarrollados. Estas economías, según Rao, tienen una alta inelasticidad de la oferta, lo que impide que pueda darse una respuesta a una expansión de la demanda para salir del estancamiento y, como consecuencia, presiona al alza de los precios.
Michal Kalecki, economista polaco, coincide con Rao sobre las causas del inicio del proceso inflacionario, pero consideraba, además, que el aumento de la demanda desencadena una inflación que se torna crónica en los países subdesarrollados. Kalecki subraya que el principal problema a resolver en estas economías es cómo incrementar la inversión, pero no para resolver el problema del desempleo —que era lo esencial en la teoría keynesiana— sino para acelerar la expansión de la capacidad productiva, factor indispensable para superar la inflación.
Existen tres problemas que pueden encontrar los países que quieren intensificar la inversión, según Kalecki. El primero: que no llegue al ritmo deseable. Una realidad con la que se topó el gobierno de Mauricio Macri. El segundo: puede que no existan recursos suficientes para la inversión. Esto sucede en la mayoría de los países subdesarrollados y entra en conflicto con políticas económicas que buscan destinar los recursos escasos a la dinamización del consumo, en vez de incentivar la inversión. Por último, puede ocurrir que existan recursos suficientes y la tasa de inversión sea la deseada. En este caso, puede ocurrir que las inversiones no fluyan hacia los sectores prioritarios para el desarrollo de la economía. Por lo tanto, debe existir un Estado presente que conduzca el proceso económico y oriente las inversiones a través de incentivos.
En el corto plazo, resulta imprescindible resolver la negociación de la deuda para lograr que sea sostenible. Es un punto de partida hacia la estabilización. En este contexto, las políticas de moderación de la inflación, como los acuerdos de precios, pueden servir para contener la crisis y evitar la ruptura del tejido social. Pero esa no va a ser la salida. El único camino, ya lo dijo Kalecki, es generar las condiciones para la inversión y la expansión de la economía.
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