Esta entrevista fue realizado en Buenos Aires en 1982, veinte años después del derrocamiento del Presidente Frondizi a pedido de la agencia ALA de Miami, que lo publicó en su propia revista y lo distribuyó en todos los medios en español de EE UU y en distintos medios de Venezuela y países de América Central.
Albino Gómez. En agosto de 1961, en una reunión del CIES (Consejo Interamericano Económico y Social) realizado en Punta del Este (Uruguay), quedó establecida la Alianza para el Progreso. El representante de Cuba, Ernesto Che Guevara, asistió a la reunión, pero no firmó la declaración final y el día 18 de agosto viajó desde Punta del Este a Olivos para visitar al presidente. ¿Cuál era su opinión sobre la Alianza para el Progreso y el motivo de su reunión con Ernesto Guevara? ¿Se vinculó ella a alguna forma de mediación de Argentina entre Cuba y los Estados Unidos?
Arturo Frondizi. La Alianza para el Progreso fue una iniciativa valiosa. Por lo menos, con ella, el presidente John Kennedy ponía de manifiesto la importancia del problema del desarrollo en América Latina; la íntima vinculación de ese problema con la consolidación de la democracia; la necesidad de la cooperación financiera de los Estados Unidos, y el valor de todo ello para el mejoramiento de las relaciones continentales. No obstante, antes de la reunión de Punta del Este, durante ella y después de que se sancionara la Carta que puso en marcha la Alianza, formulamos siempre –por parte nuestra- serios reparos. Consideramos entonces –y esto parece hoy evidente- que una filosofía meramente asistencial no era suficiente para resolver los problemas del desarrollo. Pensábamos, y de ello estamos hoy más convencidos que nunca, que sólo la transformación de la estructura de producción de los países de América Latina podría resolver, con base propia, las metas de desarrollo social trazadas en Punta del Este. Era muy claro en 1961 que la dependencia de esta parte del Continente, expresada en el deterioro de la relación de intercambio, tendía a agravar la situación latinoamericana. Hoy, la enorme deuda externa revela en qué medida están lejanos los objetivos a los que apuntaba la generosa iniciativa del presidente de los Estados Unidos. Cabe recordar también que en los debates de Punta del Este, la Argentina se opuso con éxito al establecimiento de un sistema de programación regional de las inversiones, que resumía los aspectos menos positivos de la teoría de la integración económica continental. Creemos que el tiempo también nos dio en esto la razón. Luego de terminada la reunión del CIES, el entonces ministro de Industria de Cuba, Ernesto Guevara, nos visitó en la residencia presidencial de Olivos. Su viaje no tenía nada de sorprendente, ya que ambos países mantenían relaciones diplomáticas normales, aunque no estrechas. Cuba, por otra parte, conservaba todavía sus vínculos con todos los países de América Latina. Por supuesto, teníamos mucho interés en explorar las posibilidades de una disminución de la peligrosa tensión que existía entre Washington y La Habana, y era muy profunda nuestra convicción de que esa tensión podía terminar en una confrontación de nivel mundial. Un año más tarde la crisis provocada por la instalación de los cohetes soviéticos llevó a la humanidad al borde de la guerra nuclear, por primera y única vez hasta ahora. Quedó claro entonces que nuestra apreciación era correcta, tanto en lo que atañe a los peligros que existían como a la necesidad de comprender que el gobierno de Castro era un dato permanente. Desde luego, los sectores extremistas que pensaban lo contrario aprovecharon el pretexto para dar un golpe contra la democracia argentina, golpe del que todavía no ha podido reponerse.
AG. En septiembre de 1961 se entrevistó usted con el presidente Kennedy. ¿A qué conclusión arribó después de tal entrevista?
AF. Como usted sabe, tuve dos entrevistas con el presidente Kennedy, así como dos anteriores con el Presidente Einsenhower. En las de septiembre de 1961 con Kennedy se analizaron varios aspectos de la problemática regional y bilateral. En el orden regional, el tema de Cuba ocupó gran parte de la conversación y tuve ocasión de exponerle al presidente Kennedy mi convicción de que había que buscar fórmulas que permitieran la coexistencia del gobierno de Castro con el de los restantes países americanos. Señalé en qué medida la actividad potencial cubana planteaba peligros para la estabilidad democrática de los países de América Latina, de suerte que nuestros problemas de seguridad no eran iguales a los de Estados Unidos. Entendí entonces, como lo pienso todavía hoy, que la política de acosar al gobierno castrista con la permanente amenaza de intervenciones o bloqueos, por una parte acentuaba la real intervención de la URSS y por otra invitaba a Castro al contraataque subversivo. En el plano bilateral, las conversaciones fueron particularmente positivas, puesto que Kennedy valoraba la enorme importancia que tenía para el futuro de la región el éxito de la experiencia del desarrollo democrático que estábamos llevando a cabo en la Argentina. En la oportunidad discutimos un programa concreto de cooperación bilateral, para el cual Kennedy comprometió ayuda pública norteamericana. Visto lo ocurrido después, parece extraño que el nivel de las relaciones bilaterales hubiera alcanzado entonces tanta excelencia, sin perjuicio de la decisión argentina de rechazar cualquier forma de alineamiento automático con los Estados Unidos.
AG. En enero de 1962 se cumplió, también en Punta del Este, la Octava Reunión de Cancilleres y fue decidida la exclusión de Cuba del sistema interamericano. ¿Por qué se opuso la Argentina a dicha exclusión?
AF. Lo que ocurrió en la segunda reunión de Punta del Este, es decir, en la Octava Reunión de Consulta de Cancilleres, confirma lo que le expresé al final de la respuesta anterior.
AG: ¿Usted se refiere a la decisión argentina de rechazar cualquier forma de alineamiento automático con los Estados Unidos?
AF. Así es. Entonces, la Argentina no votó por la exclusión del gobierno de Cuba de la Organización de Estados Americanos, en primer lugar, porque dicha sanción no estaba prevista en la Carta de la Organización, lo cual ya era suficiente; pero, sobre todo, porque entendía que esa forma de tratar al problema de Cuba era contraindicada. Así las cosas, tuvimos capacidad para prever con mucha exactitud lo que ocurriría después en el Continente, incluida la inestabilidad en que entrarían todos los procesos democráticos latinoamericanos. Manifestamos entonces nuestra preocupación por los peligros futuros que surgirían del terrorismo y la subversión. Como puede verse, han pasado más de veinte años desde Punta del Este y quedado muy en claro que no eran idóneos los métodos que se querían aplicar para derrumbar a Fidel Castro, así como se ha confirmado la necesidad de convivir en el continente con el pluralismo político e ideológico.
AG: Usted pronunció en la ciudad de Paraná un discurso el día 3 de febrero de 1962, que no hacía pensar precisamente que la Argentina rompería finalmente relaciones diplomáticas con Cuba. Sin embargo, pocos días después lo hizo. Exactamente el 8 de febrero, cinco días después. ¿Qué pasó?
AF. El discurso de Paraná fue, objetivamente, un testamento político –recuerde que el golpe de Estado que me derrocó se produjo el 29 de marzo de 1962- formulado con conciencia y en el que se expresaba qué se debía hacer. El rompimiento de relaciones con Cuba, decidido unos días después, fue, como todo el mundo lo comprendió en ese momento, una medida destinada a contrarrestar el golpe de Estado que gestaban la extrema derecha militar y las fuerzas económicas y políticas que instrumentaban a ese grupo de militares. Fue, simplemente, un frustrado esfuerzo para tratar de preservar la legalidad –cada vez más debilitada- que constituía nuestra primera obligación para con la República Argentina.
AG. Doctor Frondizi, han transcurrido 21 años desde esos acontecimientos. ¿Cómo los evalúa hoy, a la luz de las actuales relaciones interamericanas?
AF. Fundamentalmente, pienso que en la perspectiva de más de dos décadas hubo quien tuvo en América Latina una verdadera capacidad de previsión. Creo que fuimos muy pocos los que entonces cumplimos con esa obligación inexcusable de los hombres de Estado. Básicamente, pensamos hoy lo mismo que entonces: la cooperación para el desarrollo agroeconómico y el principio de no intervención en los asuntos de los otros Estados son las bases para la convivencia regional.
AG. ¿Cómo ve hoy a los Estados Unidos frente al mundo, frente a América Latina y frente a la Argentina?
AF. El gobierno actual de los Estados Unidos no ha avanzado en la comprensión de los problemas del continente. Y hay una evidente profundización de la tendencia a contemplar todos los problemas de América Latina en términos de la confrontación Este-Oeste. Esto es muy claro en el caso de América Central. Y ha sido altamente perjudicial para la Argentina la incitación proveniente de Washington de envolverse militarmente en los problemas de América Central. Tampoco se percibe una adecuada comprensión de la necesidad de promover el desarrollo latinoamericano por razones de interés mutuo. Claro está que podría decirse que tanto el Departamento de Estado como el Departamento del Tesoro han prestado una activa colaboración para la solución de la crisis financiera en curso, pero sin embargo esta colaboración parece estar sólo destinada a asegurar el cumplimiento del pago de la inmensa deuda actual, de acuerdo con los clásicos mecanismos recesivos que, evidentemente, no son adecuados al problema presente. En estas condiciones, no se puede prever otra cosa que un distanciamiento creciente entre Estados Unidos y América Latina, así como la necesidad de promover una tendencia exactamente contraria, ya que el futuro de la democracia latinoamericana depende íntimamente de la relación de estos países con Estados Unidos y, por otra parte, la seguridad económica norteamericana puede jugarse en el futuro en este hemisferio más que en cualquier otra parte del mundo.
AG, ¿Cómo ve hoy a Cuba?
AF. Creo que Cuba ha agotado desde hace tiempo las posibilidades de desarrollo dentro de su actual esquema. Los pasos dados en materia de educación popular, salud pública y, en general, desarrollo social, no ocultan ni la ausencia de pluralismo político ni la imposibilidad práctica de desarrollo económico. En las actuales condiciones, la situación cubana parece estancada, sin perjuicio de la indudable relevancia que el país ha adquirido en el escenario internacional.
AG: ¿Cómo ve hoy a nuestro país frente al mundo?
AF. La Argentina proyecta sobre el mundo la profundidad de su crisis política, económica, social y moral. Mientras no exista un establecimiento de condiciones internas que aseguren la vigencia del orden jurídico, el respeto a la persona y el desarrollo económico, la Argentina continuará perdiendo posiciones. A su vez, en la medida en que el rumbo se corrija, el país de los argentinos recuperará automáticamente el lugar de privilegio que le asignan su historia, su potencial económico y la calidad realmente singular de su población.
*Nota del autor: Conocí personalmente al Presidente Arturo Frondizi a partir de 1958 y fue él quien me incorporó al Servicio Exterior de la Nación. Entre 1960 y hasta su derrocamiento tuve el honor de trabajar con él todos los días en Olivos por las mañanas y en la Casa Rosada por las tardes, lo que significó para mí una escuela de política, e historia nacional e internacional, y de dignidad personal.
Fuente: www.con-texto.com.ar
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