Yrigoyen
Funeral de Hipólito Yrigoyen a la altura del Congreso de la Nación, el 6 de julio de 1930

Corrían los primeros días de julio de 1933 cuando un joven abogado de 24 años se hacía lugar junto a su mujer en la esquina de Tucumán y Callao. Emocionado, observó pasar el féretro de su guía político y moral. Acompañado por otros miles de argentinos, este joven abogado se dio cuenta de que estaba despidiendo a “un mito de la Patria”. Aquel joven era Arturo Frondizi y despedía a Hipólito Yrigoyen, primer presidente argentino (1916–1922 y 1928–1930) electo por el sufragio libre, secreto y obligatorio.

La ausencia física de Yrigoyen no significó para Frondizi la muerte de sus ideas. A lo largo de toda su carrera como servidor público, don Arturo buscó elevar lo más alto posible las banderas de Yrigoyen. No podía ser de otra manera, ya que se trataba del hombre cuyos valores lo motivaron a involucrarse en política —fue en 1925, como militante del yrigoyenismo y opositor a los “galeritas” de Alvear—. La persona de Yrigoyen no solamente forjó políticamente a Frondizi, sino que estuvo presente a lo largo de toda la presidencia desarrollista (1958–1962). En un discurso presidencial durante 1960, Frondizi consideró la llegada de Yrigoyen al poder en 1916 como “el comienzo de una nueva etapa en la vigencia de los valores democráticos y en la intervención del pueblo en el destino nacional”. De El Peludo, Arturo heredó su amor por la democracia y la ambición de unir a todas las capas de la sociedad argentina en un mismo proyecto de progreso. Esta herencia espiritual fue su estrella moral a perseguir en sus años como opositor, gobernante y expresidente de la nación.

Un gesto público de su lealtad a Hipólito sucedió en 1931, cuando se negó a recibir el diploma de honor y medalla de oro de la Facultad de Derecho de las manos de José Félix Uriburu, protagonista del derrocamiento de 1930 a Yrigoyen. Su respuesta a las autoridades de la institución fue: “Lo que he conquistado legítimamente, no estoy dispuesto a recibirlo de manos ilegítimas”. Como consecuencia de su militancia, Arturo fue encarcelado, pero su radicalismo se intensificó aún más en sus convicciones. Debieron pasar 61 años para que Frondizi retirara su diploma de la Universidad de Buenos Aires, en 1992.

Una política petrolera yrigoyenista

En la campaña electoral de 1958, se repartieron panfletos que titulaban “Vote YPF: Yrigoyen, Perón y Frondizi”. En primer lugar, se buscó hacer alusión a una continuidad histórica e ideológica entre estos tres hombres, producto del traslado de los votos peronistas al candidato de la UCRI. Además, la campaña de Frondizi prometía desarrollar la industria petrolífera como parte fundamental de un proyecto nacional de desarrollo. Por su parte, durante la primera presidencia de Yrigoyen se creó YPF y el General Mosconi —al frente de YPF desde 1922 hasta el derrocamiento de 1930— defendió en primera instancia la participación de capital privado en la explotación de los propios recursos, a través de una empresa mixta integrada también por YPF. Sin embargo, a partir de 1928 optó por la idea del monopolio estatal pero años más tarde volvió a defender la opción de la empresa mixta. Este ida y vuelta de Mosconi encuentra similitud con la posición de Frondizi, que en el gobierno eligió la ayuda de capitales extranjeros en la explotación del petróleo, a pesar de manifestarse en contra de este tipo de políticas en su libro Petróleo y política unos años antes. En definitiva, la política petrolera de Yrigoyen y Frondizi coincidió en el mismo aspecto esencial: alcanzar el autoabastecimiento.

En el contexto internacional, tanto Yrigoyen como Frondizi debieron afrontar escenarios bélicos. Uno la Gran Guerra, el otro la Guerra Fría. Si bien se trató de dos tipos de guerras distintas, ambos presidentes priorizaron el interés nacional, colocando en segundo lugar lo ideológico y partidario. Al presentar los planes de su política internacional en su discurso inaugural de gobierno de 1958, el nacido en Paso de los Libres anunció que se retomaría la doctrina sintetizada por Hipólito Yrigoyen cuando afirmaba que “los hombres son sagrados para los hombres y los pueblos son sagrados para los pueblos”. Asimismo, en palabras del mismo Frondizi, la neutralidad adoptada por Yrigoyen durante la Gran Guerra “fue una actitud de afirmación categórica a favor de la paz y una enérgica defensa de la personalidad argentina”. El apodado cariñosamente como El Viejo defendió fervientemente la paz y el desarrollo de los pueblos, dos principios tomados por Frondizi y que lo caracterizaron según la mirada extranjera. Retomando los ideales yrigoyeneanos, la política exterior de Frondizi respetó la autodeterminación de los pueblos para que decidieran en paz su destino y promovió la expansión de las fronteras comercial con toda nación que pudiera aportar un mayor progreso material y espiritual al pueblo argentino. De esta manera, sendas políticas exteriores se destacaron por ser humildes ejemplos de paz y humanismo en un escenario internacional hostil y bárbaro.

Ya en el ocaso de su gobierno, a poco más de un mes de ser derrocado por la fuerza, Arturo Frondizi se vió identificado con el gobierno de Yrigoyen pero, esta vez, por la campaña de difamación que estaba padeciendo. Previendo lo que iba a acontecer, Frondizi recordó el preludio del derrocamiento de 1930 y sostuvo que “la fuerza se pondrá en movimiento solamente si se lograba desacreditar suficientemente al Gobierno popular” y que a lo largo de nuestra historia “se repiten los métodos para calumniar y sofocar al pueblo”. En la antesala de los derrocamientos, los ataques sufridos por ambos presidentes representan el avasallamiento contra un país cuya democracia —por diversos motivos— se encontraba en un estado de fragilidad. En los tiempos actuales, la interrupción de los gobiernos democráticos se distinguen por colocar como mártires de la democracia argentina a aquellos presidentes que fueron despojados de la confianza otorgada por el pueblo.

Un modelo protodesarrollista

La historia no se repite, es cierto, pero sí pueden repetirse determinados aciertos y errores. En la presidencia de Arturo Frondizi se proyectaron algunas virtudes y defectos que se desarrollaron durante los gobiernos de Yrigoyen. En contextos sociales, políticos y económicos dispares, ambos asumieron el gobierno con una sociedad fragmentada y con muchos sectores postergados y desoídos. Estos dos presidentes originarios del radicalismo, buscaron alcanzar soluciones a través de la puesta en práctica de los mismos valores que nos plenifican integralmente como nación. Muchas de las políticas del gobierno de Frondizi encontraron en el gobierno yrigoyeneano un modelo protodesarrollista.

Arturo Frondizi vio en Hipólito Yrigoyen un prócer contemporáneo de la Patria, al que debía rendirle respeto a través de su actos cívicos y persiguiendo sus sueños inconclusos. Lastimosamente, Frondizi no logró concluir su proyecto de desarrollo nacional, al ser ilegítimamente desplazado del gobierno por medio de la fuerza. Sin embargo, don Arturo brindó claras muestras de que su admiración por el presidente Yrigoyen no quedó en lo romántico —a diferencia de tantos otros presidentes argentinos durante nuestra historia reciente—, sino que actualizó con hechos y políticas toda la devoción que sentía por la obra del caudillo radical.

Sin saberlo, en las lágrimas de aquel joven abogado que seguía el funeral del último caudillo se estaba conciliando una unidad histórica que lo colocaba como un hijo espiritual de Juan Hipólito del Sagrado Corazón de Jesús Yrigoyen y un valiente continuador de su legado.


Video del funeral de Hipólito Yrigoyen


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