pandemia
Un tapabocas tirado sobre la vereda. / Marta Ortigosa (unsplash)

A poco más de un año del confinamiento que dio inicio al tratamiento oficial de la pandemia en Argentina, se han conocido distintos balances. Hay índices y estadísticas, más o menos confiables. También sensibilidades e ideologías diversas, posicionamientos políticos. En definitiva, subjetividades que ofrecen interpretaciones y valoraciones muy disímiles. Pero, si vamos al núcleo del asunto, debemos aceptar que sigue faltando lo esencial: un cerebro coordinador de gestión sanitaria y epidemiológica, con sólidas bases científicas y logísticas.

Efectivamente, si en lugar de surfear la superficie de las olas nos adentrásemos en la profundidad del océano veríamos que las mismas falencias que advirtiéramos hace un año siguen pendientes. El déficit sanitario argentino lleva décadas. Se puede reconocer un síndrome de retroceso nacional que se remonta a 1966, con hitos y fases que redundaron en deterioro científico y el avance del mercadeo financiero, el uso acrítico de tecnología y la descentralización sin presupuesto ni coordinación, al compás de la pauperización social y la corrupción burocrática estatal.

Pero las fallas acumuladas no pueden ser justificación de la falta de iniciativa para revertir la tendencia. El único atisbo de reforma profunda, y no por ello radical, con la simple mención de una integración de los subsistemas de salud, parece haber naufragado antes de haber zarpado.

¿Qué es gobernar un barco?, para continuar la metáfora marítima.  Hacerse cargo de los marineros (población), hacerse cargo del navío (territorio) y hacerse cargo de la carga (instituciones y valores). Para todo ello deben tenerse en cuenta los vientos, escollos, tormentas y otras inclemencias inclemencias (dificultades y oposiciones). De ahí la necesidad de un tablero de comando y la energía vital para la propulsión. Más allá de la idoneidad de tal o cual funcionario, o de lo acertado (o no) de tal o cual medida, con un año a cuestas, el barco puede no haberse hundido, pero ciertamente le falta un rumbo claro un plan de viaje sólido y la operatividad adecuada para llevarlo a cabo.

Dejando de lado la metáfora: ¿qué es gobernar? Crear instituciones capaces de componer tanto normas como procedimientos a fin de obtener un funcionamiento que gestione problemas concretos y prevea y limite devenires no deseados a fin de revertir burocracias inoperantes. Para ello debe desplegar conocimientos científicos y técnicos y dejar de lado los sofisticados relatos que componen una ficción argumental. Pues no sirve discutir políticas con espíritu crítico si no se dispone de órganos operativos, capaces de accionar en correspondencia a la finalidad.

Las tareas pendientes ante la pandemia siguen siendo profundizar en mitigar los contagios y sus efectos; establecer protocolos procedimentales, que implican una genuina inversión en formación y capacitación sanitaria, y no meros decálogos conductuales; la tríada de testeos-rastreos-aislamiento; y restaurar la estructura sanitaria para evitar su agotamiento., siguiendo las indicaciones de la OMS de 2015 para escenarios pandémicos.

Finalmente, a partir del registro nacional de eventos adversos, se debe instituir un gabinete de evaluación de errores y aciertos a fin de adicionar al conocimiento científico la experiencia cotidiana. Se trata, en fin, de regenerar un asistema, ya que el acutal no cumple con las definiciones de un sistema, para revertir nuestra indefensión sanitaria.


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