Integrantes de la Armada de Brasil llegan para desinfectar la estación central de buses de Brasilia. /Ueslei Marcelino (REUTERS)

El conocimiento de trabajos académicos que alertaban sobre el brote de un virus como el COVID-19 generó indignación. La opinión pública global consideró que los gobiernos habían prestado atención insuficiente a esta posibilidad que hoy se materializa con dramáticas consecuencias. Lo cierto es que la aparición de un virus de estas características de hecho sí fue considerada, analizada e incorporada en documentos gubernamentales de distintas naciones.

Empecemos por el caso de Estados Unidos, que lidera el ranking mundial de infectados y fallecidos. En dicho país, cada presidente publica una Estrategia de Seguridad Nacional en la que se analizan las amenazas a los intereses vitales de EEUU, a partir de la cual se organizan las respuestas de las diferentes agencias federales. En la estrategia publicada por Donald Trump en 2017, el primer subapartado está destinado a la defensa contra las armas de destrucción masiva: nucleares, químicas, radiológicas y biológicas. La letalidad de estas armas claramente las hace merecedoras de dicha prioridad. A continuación, la estrategia menciona el “combate a las amenazas biológicas y las pandemias”. Vale la pena citar lo que se enumera en los dos primeros párrafos: “Los incidentes biológicos tienen el potencial de causar pérdidas catastróficas de vidas. Brotes naturales como el del ébola y el SARS demuestran el impacto de las amenazas biológicas al perderse vidas, causar pérdidas económicas y contribuir a la pérdida de la confianza en las instituciones gubernamentales”. Como acciones prioritarias frente a esta amenaza, el documento señala: “Fortaleceremos la seguridad sanitaria global sobre todo en la intersección de la salud humana y animal para prevenir brotes de enfermedades infecciosas”. Hay que mencionar que la Estrategias de Seguridad Nacional de los gobiernos de Barack Obama también hacían repetida mención a la posibilidad de una epidemia y a la necesidad de la cooperación internacional para combatirla.

En Francia, quinto país con más fallecidos, la posibilidad de un virus es mencionada en su Revisión Estratégica de Defensa y Seguridad Nacional de 2017. De manera escalofriante.  El documento señala que “el riesgo de la emergencia de un nuevo virus que atraviese las barreras entre las especies o que escape de un laboratorio es real”.

También está presente la posibilidad de una pandemia de consecuencias destructivas en las estrategias de países que han sabido hasta ahora lidiar eficientemente con el coronavirus. Australia, que apenas ha superado las 100 víctimas fatales y ya está flexibilizando su cuarentena, ha prestado importante atención a la posibilidad de una epidemia y ha implementado distintas políticas al respecto. En su Estrategia para la Seguridad Nacional de 2013 menciona que el Gobierno ha iniciado actividades para protegerse de epidemias como el almacenamiento de vacunas. Australia ha prestado importante atención a la pasada epidemia de Gripe A (virus de familia distinta al COVID) y ha desarrollado desde 2009 distintos planes nacionales para enfrentar dicha amenaza. En la última actualización de dicho plan, de agosto pasado, se señala sombríamente que “es inevitable que el mundo sufra otra pandemia de influenza”.

En nuestra región, podemos mencionar que México, cuna de la Gripe A, presta importante atención a la cuestión de las epidemias en distintas estrategias, al igual que Paraguay y Colombia.

De la estrategia a la solución

Este breve resumen nos deja varias enseñanzas. Primero, que los gobiernos estaban al tanto de la posibilidad de una epidemia de las características de la actual. La información de los científicos no solo alcanzó a los estrategas de las distintas naciones, sino que la misma se plasmó en estrategias y planes oficiales a lo largo de los años. Segundo, dichas estrategias apuntan a que la cooperación internacional es fundamental para prevenir la aparición de epidemias. La globalización ha generado que un problema sanitario en cualquier parte del mundo pueda impactar de lleno en todo el globo.

Como señala el Libro Blanco de la Defensa del Paraguay del año 2013: “Los estados deben aceptar que su seguridad está condicionada por los sistemas más débiles de salud pública”. A este panorama hay que agregarle otras amenazas a la salud pública global y a las que las estrategias nacionales también hacen referencia: la creciente resistencia a los antibióticos —por ejemplo, en el tratamiento de la neumonía y tuberculosis— y la reaparición de enfermedades que se creían erradicadas, como el sarampión. Es hora de empezar a recoger las enseñanzas que nos deja la pandemia y de tener la firme convicción que solo con la cooperación internacional se podrán ofrecer soluciones a los problemas globales.


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