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Arturo Frondizi y Rogelio Frigerio reciben al almirante Albano Goodrich Kirck, de la petrolera estadounidense Atlas Co. /AGN

La definición de un plan económico en un país subdesarrollado implica una primera elección: privilegiar el desenvolvimiento de las industrias básicas y la producción de equipos o favorecer el consumo con la esperanza de que dinamice la producción.

El primer caso abre un proceso de altísima capacidad reproductiva. Cada tonelada de acero que se lance al mercado, cada tonelada de productos químicos, abre un circuito de innumerables efectos en catarata, con eslabonamientos, industrializadores, hacía atrás y hacía adelante. Paralelamente, el fomento de estas industrias rompe la espina dorsal de la dependencia del sector exterior, pues libera la balanza comercial del gravoso peso de la importación de los insumos indispensables en un mundo crecientemente interdependiente y modifica cualitativamente la composición de las importaciones, las que podría volcarse, en gran medida, a la adquisición de tecnología de avanzada, no alcanzables internamente por razones técnicas o económicas. No es casual que el 75% del comercio mundial se realice entre los países industrializados, todos los cuales parten del principio, elevado a la condición de axioma, de la integración de sus estructuras productivas.

La segunda opción, como ya hemos visto, fue probada en el país con el resultado conocido. Ni se quebró la dependencia y vulnerabilidad de la economía —por el contrario, se la acentúo— ni se logró sostener el crecimiento en el tiempo.

Definida de ese modo la primacía de los medios de producción sobre el consumo, queda por determinar otro punto: cuales son las actividades a las que se confiere prioridad dentro de la programación económica.

Petróleo, química y acero  

Sabido es que una de las características de los países subdesarrollados radica en su reducida dotación de capital. Dado que en las naciones atrasadas el costo de las máquinas y equipos, como el de las financiaciones, es mucho más alto que en las industrializadas, una misma tasa de inversión no presupone un idéntico resultado en cuanto a la porción de bienes que se incorporan a la actividad económica en carácter de activos fijos. Por otra parte, las carencias son tan notorias que es indispensable, en una primera etapa, forzar y orientar selectivamente el proceso de inversión. Cualquier estudiante de economía sabe, por ejemplo, que el consumo de acero crece más aceleradamente en los países que están transitando las etapas de su integración económica que en aquellos que la han alcanzado. Frente a grandes necesidades y escasas disponibilidades corresponde, entonces, fijar un criterio rector que oriente el sentido general del proceso.

La política de inversiones debe programarse con el criterio de establecer una escala de prelaciones que conduzca al desarrollo vertical —una estructura industrial integrada desde los rubros básicos hasta la industria liviana y soporte de una agricultura tecnificada— y horizontal que, mediante la intercomunicación física de las regiones y la radiación de polos fabriles en el interior, integre la Nación, y extienda y unifique el mercado.

Naturalmente, esto debe hacerse desde una visión política que atienda las condiciones y las circunstancias. En 1958 establecimos como prioridades el petróleo, la siderurgia, la energía, la química pesada, el aumento de la productividad agropecuaria y la modernización de la infraestructura del transporte. Esto último involucraba, además, un ambicioso plan vial y del redimensionamiento del sistema ferroviario, la instalación de la industria automotriz.

En esos pocos puntos radicaba la espina dorsal de nuestro gobierno. Su lanzamiento y realización justificaban soportar todas las presiones y ofrecer las concesiones que fueran necesarias. En la medida en que se concretaban esos objetivos se habría operado la transformación del país con el consiguiente resultado político. Por un lado, se había logrado la sustitución de la estructura tradicional, es decir, de sus bases internas de sustentación; por el otro, naturalmente, se habría operado la potenciación de los intereses vinculados a las industrialización y al mercado interno, tanto en los sectores empresarios como laborales, o sea que apuntábamos a una modificación global del escenario político que daría renovadas bases al Movimiento Nacional y afirmaría los presupuestos materiales necesarios para que la Nación desplegase la totalidad de sus potencialidades culturales y de sus virtualidades sociales y materiales. prioridades prioridades prioridades


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