Una vez más las encuestas no fueron para nada precisas. A pesar de que vaticinaban una victoria rotunda de Luiz Ignacio Lula Da Silva, inclusive en primera vuelta, la diferencia a favor del ex presidente fue de solo 5 puntos y habrá balotaje el próximo 30 de octubre. Fue una elección reñida que deja en evidencia la extrema polarización política en Brasil. Se esperan semanas de alto voltaje aún peor de lo acontecido durante la campaña con feroces ataques entre los dos candidatos, falsas noticias en los medios y las redes sociales y enfrentamientos entre simpatizantes y militantes de ambas fuerzas políticas que tuvo victimas fatales.
La campaña de Lula esperaba obtener la victoria en la primera vuelta como auguraban los sondeos previos (47 a 33) pero no se logro el objetivo para evitar el balotaje que en cuatro semanas definirá la presidencia de la segunda economía del continente. El primer mandatario, Jair Bolsonaro, que durante toda la campaña desconfió del posible resultado electoral planteando la posibilidad de fraude tardó en reconocer los resultados, gana cierto aire de confianza de cara al balotaje por la muy buena elección en varios Estados del país y en el Congreso donde el Partido Liberal (PL), del actual mandatario, tendrá la mayor bancada de la Cámara de Diputados, con 99 escaños de los 513 asientos. En caso de ganar, para el Partido de los Trabajadores (PT) de Lula será casi imposible construir una mayoría, ya que en entre las decenas de partidos con representación, la mayoría estarán en el margen que va del centro a la extrema derecha. La ola bolsonarista vino para quedarse incluso perdiendo.
En los comicios por la gobernación del Estado de San Pablo, el motor económico del país, también fallaron las encuestas que daba como ganador al candidato del PT Fernando Haddad que quedó detrás del candidato bolsonarista, Tarsicio de Freitas de los Republicanos que obtuvo el 42,32% de los votos frente al 35,70 del candidato de Lula. El próximo gobernador también se definirá en el balotaje el 30 de octubre.
En el Estado de Río de Janeiro fue reelecto Claudio Castro, aliado del presidente, con el 58,67% de los votos. En otros de los Estados de mayor importancia del país, en Minas Gerais, Romeu Zema, del partido Novo, cercano al bolsonarismo, fue reelecto con más del 53% de los votos.
Cuatros semanas a todo o nada
La jornada electoral demostró que el bolsonarismo se afianzó en varios Estados del país a raíz de los cuatros años de gobierno y se muestran confiados en retener la presidencia. En estas regiones Brasil avanzó del centro hacia la centroderecha. Sin embargo, no en vano Lula, rey del pragmatismo, en su boleta electoral llevó de compañero de formula su ex rival en las elecciones del 2006 y ex gobernador de San Pablo, Geraldo Alckmin, un conservador nato además de mostrarse con el empresariado y hacer hincapié en la responsabilidad fiscal. Todo esto sin olvidar el compromiso que efectuó en sus dos administraciones en seguir luchando para reducir la pobreza que asciende actualmente a más de 30 millones de personas. Esas serán las premisas de Lula para acceder a su tercera presidencia.
Ahora ambos candidatos deberán seducir a los votantes de la centroderechista y senadora Simone Tebet del Movimiento Democrático Brasileños que sacó 4,2% y del centroizquierdista, Ciro Gomes, del Partido Democrático Laborista que obtuvo el 3%. Ambos se mostraron muy críticos tanto de Bolsonaro y Lula. En el caso de Gomes se mostró muy preocupado por la situación del país y adelantó que “Me reservo el derecho de hablar con mis compañeros de partido para ver qué hacer”. También, están en juego los votos de lo obtenido por otros siete contendientes, los votos blancos, nulos y principalmente los 30 millones de votantes que no acudieron a las urnas que son clave convencer a este sector para sumar más votos.
Con esta perspectiva, en la campaña de Lula se mantendrá el discurso de los logros socioeconómicos relevantes de los dos gobiernos del líder del PT sumado a la defensa de la democracia ante el peligro que representa Bolsonaro. Por eso, desde el búnker, en San Pablo, Lula manifestó: “La lucha continúa hasta la victoria final” y con firmeza agregó “Siempre consideré que íbamos a ganar las elecciones y les garantizo que vamos a ganar estas elecciones. Para nosotros esto es aplazar un poco”. Además, hay cierta confianza en el PT porque la estadística marca desde las elecciones en Brasil, en 1989, siempre el candidato más votado en primera vuelta resultó vencedor en el balotaje, como sucedió con el propio Lula en 2002 y 2006.
El gran riesgo es que una posible radicalización de Bolsonaro de cara al balotaje genere un mayor ambiente de violencia política y refuerza la idea que venía manifestando el presidente que las encuestas “no eran confiables” y alimenta la posibilidad de no reconocer los resultados del 30 de octubre. Desde su residencia oficial en Brasilia adelantó que buscará tejer alianzas de cara al balotaje y que buscará mostrarle a la población que la inflación está bajando y que el Gobierno “no ha dejado de atender a los más pobres” mediante diversos subsidios que fueron aprobados en los últimos meses. “Entiendo que hay una voluntad de cambio, pero ciertos cambios pueden ser para peor”, sentenció el ex capitán del ejército.
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