El presidente Frondizi recibe a alumnas de la escuela Nuestra Señora de Lourdes de Banfield- AGN
El presidente Frondizi recibe a alumnas de la escuela Nuestra Señora de Lourdes de Banfield- AGN

Durante la segunda presidencia de Julio Argentino Roca se llevó a cabo una exposición en la Cámara de Diputados de la Nación, impulsada por el Ministro de Educación, Osvaldo Magnasco, con el objetivo de promover que la Instrucción Pública se orientase explícitamente para preparar a los ciudadanos para el mundo del trabajo. Se creo así un debate con legisladores que defendían el normalismo academicista vigente de la época.

Para fundar su postura Magnasco se basó en escritos de Juan Bautista Alberdi y Domingo Faustino Sarmiento, ni más ni menos. El autor intelectual de la Constitución Argentina aseveraba que “para que la instrucción general y la educación gratuita produzcan el efecto que les atribuye entre otros  la Constitución, de servir a la prosperidad y bienestar material del país, será preciso que se contraiga a instruir a las futuras generaciones en el ejercicio práctico de los medios de producción” y especificaba, acorde al modelo productivo imperante entonces, ,que “la instrucción comercial, la enseñanza de artes y oficios , los métodos prácticos de labrar la tierra y de mejorar las razas de animales útiles, el gusto y afición por las materias mecánicas, deberá ser el grande objeto de la enseñanza popular”.

Sarmiento en su obra Educación Popular, enfatizaba que “el poder, la riqueza y la fuerza de una nación dependen de la capacidad industrial, moral e intelectual de los individuos que la componen. Y la educación pública no debe tener otro fin que el aumentar esta fuerza de producción, de acción y de dirección, aumentando cada vez más el número de individuos que las posean”.

A pesar de contar con un fuerte respaldo del Presidente Roca, la propuesta de Magnasco no prosperó frente a una Cámara cuyo conservadurismo les impedía no pocas veces comprender el interés nacional como guía principal.

Años más tarde, pero con un sesgo clasista en su visión estratégica del asunto, el gobierno peronista creó la Comisión Nacional de Orientación y Aprendizaje (CNAOP) en 1946, dónde se intentó impulsar una educación técnico vocacional destinada a las clases obreras. En este tipo de escuelas predominaba el origen social popular. A partir de esta institución se promovió la creación de la Universidad Obrera, que buscaba que estos alumnos pudieran proseguir sus estudios técnicos en el Nivel Superior. Esta universidad dio origen a la actual Universidad Tecnológica Nacional (UTN). Faltaba una visión holística y estructural que integrase la educación a la demanda de empleo de un modelo productivo que permita trascender hacia el desarrollo.

La visión desarrollista del tema

Fue recién en el gobierno desarrollista  que se concibió explícita y estratégicamente a la educación también como un factor de acumulación de saberes necesarios en la población (denominado en dicha década, capital humano), cuyo fin era capacitar trabajadores con creciente grados de calificación en las múltiples áreas estratégicas que se desplegaban entonces para alcanzar el estatus de país desarrollado. La función social de la educación, en lugar de un carácter puramente academicista, debía también adecuarse a las necesidades productivas del país lanzado a una fuerte expansión propagada a todo el territorio nacional. Pero además esas  presuntas necesidades ya no eran las que perpetuaban el subdesarrollo argentino.

El modelo productivo que explícitamente instauró la gestión Frondizi era superador del modelo agroimportador de antaño al tener el eje en la industrialización: la industria pesada, la ciencia y la técnica en todos los sectores productivos, incluso el agro, que se capitalizó en forma notable. De esta forma se le dio un impulso significativo a las escuelas técnico-industriales y agrarias estableciendo adicionalmente una descentralización de la educación en las diferentes jurisdicciones del país.

“Era un enfoque sistémico. El eje era la industrialización del país y había que darle una orientación técnica a la educación. Hay que comprender que la política es una sola y debe abarcar lo económico, lo social, lo educativo y lo cultural para que sea coherente” relata el entonces Subsecretario de Educación de la Nación Antonio Salonia en su entrevista a Visión Desarrollista.

La educación debía a acompañar la integración de la Argentina al mundo teniendo en cuenta un mercado cada vez más interdependiente dónde predominaba la necesidad de la acumulación de inversiones  para industrializar la nación. Se requería planificación para reorientar recursos a las áreas más dinámicas y generar mejoras en la productividad de los factores, especialmente el del trabajo. En ese sentido, el rol del Estado era fundamental para articular el progreso productivo de nuestro país tomando las diferentes dimensiones de análisis tanto económicas como sociales con el fin de integrar los  sectores productivos con las instituciones de enseñanza

Se buscó de esta forma la federalización de este tipo de actividades productivas mediante el impulso de la educación basada en potenciar actividades económicas consideradas prioritarias para  las diferentes regiones de nuestro país. Se profundizó también la creación de instituciones que promovieron los saberes prácticos enfocados en potenciar las industrias de base, es decir las que transforman materias primas en productos para su utilización en otras industrias.

En la misma línea de pensamiento se creó el Consejo Nacional de Educación Técnica (CONET, hoy INET) con el objetivo de generar las condiciones de impartir un tipo de enseñanza con un enfoque técnico con el fin de posicionar a la Argentina dentro del concierto internacional de naciones competitivas en ramas productivas vinculadas a la industria pesada. El concepto se adecuaba a la idea de que la educación en saberes técnicos y científicos iba a posibilitar que nuestro país no dependiera únicamente de un modelo extractivista de materias primas, ni limitado a las industrias livianas, siendo este un modelo superador al de la primera mitad del Siglo XX. No menor es el dato de que su cuerpo colegiado lo integraban representantes de la docencia, del empresariado y de los sindicatos. Los sectores productivos eran corresponsables de la gestión y del planeamiento del mismo, y acorde con los objetivos del desarrollo.

Siguiendo un marco productivista de la formación profesional se percibe un intento de establecer una conexión entre la educación y la producción orientado mayormente a la demanda laboral. Hay una articulación centrada en encontrar una formación laboral acorde a las necesidad de los diferentes actores políticos y sociales en un marco dinámico que se modifica velozmente en sus requerimientos de recursos humanos calificados. El Estado ejerce un rol de regulador poniendo énfasis en la productividad en áreas que se consideran funcionales al bienestar nacional. Se puede decir de esta manera que este enfoque está alineado con la idea de una educación orientada a satisfacer la demanda de empleo en sectores prioritarios, es decir mejorar la acumulación del capital humano y la productividad en el mercado de trabajo.

Obviamente no se despreciaban las ciencias humanas, sino que se perseguía superar un enciclopedismo de vuelo corto que ofrecía profesionales en un abanico restringido de opciones mientras desguarnecía las especialidades que requería en cantidad creciente en los sectores en los que se desplegaba la potencialidad argentina.   No tantos abogados y psicólogos y más ingenieros y geólogos, a modo de ejemplo.

Por ultimo no se puede dejar de destacar el logro destacable de garantizar la libertad de enseñanza en el nivel universitario, otro aspecto revolucionario. Implicaba terminar con el monopolio estatal de los títulos del tercer nivel, aunque sin crear dicotomías inéditas. El tiempo demostró que esta iniciativa del gobierno desarrollista fue superadora de una situación de estancamiento que hacía necesario renovar la universidad para ponerla al servicio de un plan de desarrollo que interesaba al conjunto de la sociedad argentina. La oferta académica aumentó considerablemente. La competencia con las universidades privadas promovió una época de oro en la universidad pública en los años siguientes. (Algo similar le ocurrió a YPF, que salió de su estancamiento y duplicó la producción propia al mismo tiempo que sumaba el aporte del capital extranjero para alcanzar el autoabastecimiento de hidrocarburos y eliminar la dependencia externa en el abastecimiento de hidrocarburos).

La formación vinculada a un modelo productivo diversificado e integrado al mundo resultaba ser un motor para el desarrollo en dónde la capacitación vinculada con los sectores productivos resultaría determinante para el crecimiento económico en el largo plazo.

El Plan Taquini

Como anexo cabe destacar como continuidad al impulso de este enfoque de política educativa desarrollista la creación de Universidades Nacionales durante el denominado Plan Taquini, ya a fines de la década del 60, con un carácter puramente federal con la idea de fomentar carreras que favorezcan polos productivos orientados a las economías regionales . Se vieron casos a partir de este plan con efectos virtuosos de integración productiva como los de las Universidades Nacionales de Rio Cuarto y la Nacional de San Luis, única que actualmente cuenta con la mitad de la dotación docente de dedicación exclusiva a la investigación.

La idea central del Doctor Taquini era  la creación de casas de estudio con un fuerte énfasis en la investigación académica y en la ciencia básica, que fomentaran polos productivos en una región determinada del territorio, creando una reacción de efectos en el subsistema que inevitablemente crearía un resultado positivo en términos de desarrollo regional.

El plan Taquini perfeccionaba y ampliaba la transformación iniciada por el gobierno desarrollista y no podría haberse concebido sin aquella intervención del 58 que bien puede considerarse una Segunda Reforma Universitaria a la que, curiosamente, se opusieron tenazmente los autodenominados “reformistas” que para la época se habían convertido en miopes conservadores imposibilitados de advertir que el monopolio estatal actuaba en este caso como freno de la modernización educativa. A las propias universidades privadas les llevó su tiempo ampliar la oferta educativa, entre otras cosas porque el impulso transformador del conjunto productivo y social se debilitó con la interrupción del impulso desarrollista.

En la actualidad se puede tomar como consecuencia virtuosa de estos procesos inteligentes que evocamos el caso paradigmático de este enfoque concretado en la Universidad del Centro (UNICEN) en Tandil. A partir de una sinergia público-privada se creó un polo tecnológico con empresas exportadoras de conocimiento con fuerte apoyo del gobierno municipal.

En esta línea de ideas, el desafío hoy pasa por definir una estrategia de política educativa que acompañe las diferentes reformas económicas y culturales que requiere la Argentina para insertarla al mundo en el marco de la Cuarta Revolución Industrial, con el objetivo esencial de mejorar la calidad de vida del conjunto de la población. Frondizi ya demostró en su tiempo que esa visión no solo es posible sino que también es necesaria.


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