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Marine Le Pen tras conocer los resultados del balotaje de 2022. / Twitter (@MLP_officiel)

Las últimas elecciones presidenciales en Francia dejaron en evidencia la crisis que arrastran los partidos tradicionales y el auge de las formaciones de carácter populista, que van desde la izquierda hasta la derecha. El populismo se alimenta de la fragmentación de las sociedades y la incapacidad de la dirigencia política para responder a las problemáticas económicas y sociales. El fenómeno se extiende por Europa y crece en América Latina. El bipartidismo mantiene buena salud en EEUU, pero la posibilidad de un retorno de Donald Trump a la Casa Blanca en 2024 enciende las alertas sobre la estabilidad del sistema político.

Si bien Emmanuel Macron, un candidato de centro, obtuvo la reelección en Francia, la ultraderecha logró el mejor resultado de su historia. Al igual que cinco años atrás, Macron enfrentó a Marine Le Pen en el balotaje. Y esta vez también los partidos tradicionales quedaron fuera de la segunda vuelta. El bipartidismo francés —representado por el Partido Socialista que reorganizó a fines de los sesenta por el expresidente François Mitterrand, y la centroderecha heredera de la figura del general Charles De Gaulle— se redujo a la insignificancia. Ninguno de los dos partidos superó el 5% de los votos.

La crisis de los partidos tradicionales también es evidente en Italia. Es un proceso largo que comenzó en la década de los noventa con el Mani Pulite, la causa de corrupción que dinamitó a la Democracia Cristiana, el partido que había ocupado el centro político del país desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. En los últimos años, sin embargo, la dinámica se profundizó y ganaron fuerza formaciones de caracter populista tanto por derecha como por izquierda. La expresión más importante de la derecha populista es La Liga, liderada por Matteo Salvini, pero existe otra aún más extrema: Hermanos de Italia, bajo el mando de Giorgia Meloni, que es heredera del posfascista Movimiento Social Italiano. Ambas fuerzas se enfrentan por la hegemonía de la ultraderecha italiana. La diferencia más importante es que la formación de Salvini integra el gabinete de unidad encabezado por el primer ministro, Mario Draghi. Hermanos de Italia, por el contrario, es el único partido opositor al gobierno. Por izquierda se destaca el Movimiento 5 Estrellas, creado por el actor cómico Beppe Grillo. Si bien es un partido que se autoproclama antisistema, también integra la coalición de unidad nacional. En las últimas elecciones, en 2018, el Movimiento 5 Estrellas logró el primer lugar, con el 32,7% de los votos.

El populismo europeo, en alza

En el resto de Europa el eje del sistema de partidos sigue girando en torno a la socialdemocracia y los conservadores, pero la extrema derecha sigue creciendo.

España es gobernada por un partido tradicional con 142 años de historia: el Partido Socialista Obrero Español. El PSOE mantiene, con altibajos, una presencia importante en todo el territorio del país. Lo mismo puede decirse del Partido Popular (PP), con la excepción del País Vasco y Cataluña, donde los populares cosechan pocos votos. El socialismo, sin embargo, no gobierna en solitario. El presidente, Pedro Sánchez, necesitó formar un gobierno de coalición con Podemos, una formación de izquierda con tintes populistas. También necesitó del apoyo de partidos separatistas y nacionalistas vascos y catalanes, como Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) o EH Bildu. 

El desafío separatista catalán y la llegada de Podemos al gobierno dieron aire a la extrema derecha española. Eso explica el crecimiento electoral sorprendente de Vox, un partido ultra que hace apenas unos años era insignificante en las urnas. Parte de su expansión se debe a la crisis del PP, que se vio atravesado por varias tramas de corrupción. Entre ellas, el caso Gürtel, que provocó la caída del expresidente Mariano Rajoy. De hecho, Vox fue creado por exmilitantes del PP desencantados con la conducción del partido. A pesar de que tiene un discurso reaccionario que combina el nacionalismo tradicional español con racismo, xenofobia y sexismo, Vox es la tercera fuerza en el Congreso de los Diputados, con 52 escaños, y logró formar parte del gobierno de la Comunidad Autónoma de Castilla y León junto con el PP. Es la primera vez que un partido de extrema derecha integra un gobierno regional en España desde la vuelta de la democracia en 1976. 

Situaciones similares se viven en Portugal, Países Bajos, Suecia y Dinamarca, donde expresiones de extrema derecha son la tercera o incluso la segunda mayor fuerza en el parlamento. Aunque tienen diferencias entre países, estos partidos comparten un ideario que pone la unión nacional por encima de todo y una mirada euroescéptica.

El populismo en América

Algunas de las últimas encuestan muestran que Donald Trump podría ser el próximo presidente de EEUU. Aunque falta mucho tiempo para las elecciones y nunca antes un expresidente se postuló y ganó una elección en EEUU, el dato de por sí ya es una rareza. Sobre todo si se tiene en cuenta el dramático y patético asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021, alentado por el magnate, entonces presidente. El bipartidismo en EEUU es extremadamente estable y sostenido por un sistema electoral que favorece la división del espectro político en dos partidos. Pero el cambio puede ocurrir dentro del mismo sistema, como dejó en claro la primera presidencia de Trump.

Los partidos políticos tradicionales también están en crisis en América Latina. Poco y nada queda en Colombia del bipartidismo liberal-conservador que dominó la política del país durante décadas, hasta comienzos del siglo XXI. En las elecciones que se celebrarán el 29 de mayo, por primera vez en la historia podría ganar un candidato de centroizquierda, Gustavo Petro. La centroderecha, por su parte, agrupada en varios partidos nuevos, postula a Federico Gutiérrez, que, según las encuestas, le pisa los talones a Petro.

El mayor acontecimiento político de este año para la región es la elección presidencial en Brasil del 3 de octubre. Hace cuatro años apareció la figura del excapitán del ejército Jair Bolsonaro que, frente a un conglomerado de formaciones de derecha, ganó las elecciones. Bolsonaro irá por la reelección, pero enfrente tendrá a un duro adversario, el expresidente Lula Da Silva. El próximo sábado, 7 de mayo, Lula lanzará formalmente su candidatura presidencial. El compañero de fórmula será su antiguo rival, Geraldo Alckmin, del Partido Socialista Brasileño (PSD).

Otra consecuencia de la crisis de los partidos es la complicada gobernabilidad. Un caso testigo es Perú. A solo ocho meses de haber asumido, el presidente Pedro Castillo ya enfrentó dos intentos de destitución. Sus predecesores cayeron justamente por mociones de vacancia, un mecanismo previsto en la Constitución de Perú y que está condicionado por las mayorías en el Congreso. Castillo está en clara minoría, debido a la elevada fragmentación política del país.

El extraño caso del ‘populismo liberal’ argentino

El sistema de partidos tradicional de Argentina implosionó tras la crisis de 2001. En ese sentido, el país es un caso testigo. Hasta 2015 se produjo una profunda transformación que derivó en el surgimiento de nuevos partidos y la instalación de un sistema fuertemente polarizado. La llamada grieta. La base social del voto, sin embargo, muestra continuidades: el nuevo sistema de partidos expresa, con cambios, la división tradicional del voto peronista y antiperonista.

Entre los actores nuevos se destacan el PRO, de centroderecha, y el kirchnerismo, de centroizquierda. Son las fuerzas que estructuran las dos grandes coaliciones. Aunque el kirchnerismo tiene rasgos inconfundibles de la izquierda populista, no emergió en Argentina una expresión equivalente por derecha. ¿La grieta impide que surja un fenómeno de estas características? Si esa era la hipótesis defendida por muchos analistas hasta hace poco tiempo, esto se puso en duda tras la aparición de nuevas formaciones autodenominadas liberales, con tintes antisistema en sus discursos, atravesados por exabruptos y agresividad verbal contra sus adversarios. Estas expresiones, encarnadas por el economista Javier Milei, reciben buena aceptación en parte de la sociedad, desencantada con los resultados de los últimos gobiernos. Así lo reflejan las encuestas, que muestran resultados alentadores para Milei de cara a las presidenciales de 2023.

Tanto la crisis de los partidos como el auge del populismo son el resultado de la mala política de las formaciones tradicionales. La incapacidad de los partidos de representar a la sociedad que pretenden gobernar explica la dinámica que se está produciendo tanto en Europa como en América. Pero no está todo dicho. Lo prueba el triunfo de Macron en Francia y es lo que intentará demostrar la fórmula Lula-Alckmin en octubre.


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