ultraderecha
El primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki; el líder de Vox, Santiago Abascal; y el primer ministro Húngaro, Víktor Orbán; el 29 de enero en Madrid, España. /Twitter (@Santi_ABASCAL)

El ascenso en los últimos años de los partidos de extrema derecha en Europa marcó la agenda política en sus respectivos países. Francia, España e Italia son claros ejemplos. Semejante avance encendió las alarmas en Bruselas, que lo ve como un peligro latente para el proyecto europeo. La llegada de alguna de estas formaciones al poder en un país occidental podría doblegar el statu quo. En el lado oriental del viejo continente ya son una realidad: Hungría y Polonia son el sostén de esta oleada que se quiere expandir por toda Europa.

La impronta de esta nueva derecha se basa en la prevalencia de lo nacional por encima de todo. Agitan la bandera de la pérdida de identidad nacional y de las costumbres como consecuencia de la inmigración, que consideran la mayor amenaza. La xenofobia y los ataques a los partidos tradicionales fueron el eje de sus discursos desde su formación. En los últimos años, sin embargo, suavizaron el mensaje en la búsqueda de nuevos electores e incorporaron mensajes sobre la libertad económica como propios, con el objetivo de penetrar y conseguir adeptos tanto de centroizquierda o derecha para llegar al poder.

La familia de partidos de ultraderecha europea tiene puntos en común, pero también diferencias. Esto quedó en evidencia tras la invasión de Rusia a Ucrania, aunque todos los partidos terminaron despegándose de la figura de Vladímir Putin. El presidente ruso había sido modelo y referencia para varios dirigentes de la extrema derecha europea. La líder de Reagrupamiento Nacional francés, Marine Le Pen, y el líder italiano de La Liga, Matteo Salvini, trataron de esconder sus vínculos con Putin. Salvini incluso fue a Polonia, a la ciudad fronteriza de Przemysl, donde se encuentran miles de refugiados ucranianos, para dar su apoyo. El alcalde de Przemysl, Wojciech Bakun, lo increpó y le enrostró una camiseta con la imagen de Putin con la que el propio Salvini había posado frente al Kremlin.

Polonia y Hungría: la extrema derecha al poder

Polonia es gobernada por el partido de extrema derecha Ley y Justicia, que decidió abrir las fronteras y recibir a miles de refugiados ucranianos. También permitió que llegue a su territorio armamento de la OTAN destinado a Ucrania. Son decisiones fáciles de entender: Polonia tiene una aversión histórica con Rusia.

A pesar de que es el principal aliado de Putin en Europa, el líder húngaro, Victor Orbán, se acopló a las sanciones contra Rusia, impuestas por la Unión Europea. Rechazó, sin embargo, que su país fuera una vía para transportar armas hacia Ucrania y es uno de los principales opositores al embargo del petróleo ruso. Hungría, Eslovaquia y República Checa son los tres miembros de la Unión Europea más reacios a implementar un embargo, ya que consideran que se verían perjudicados porque no cuentan con formas alternativas de abastecimiento energético. Hungría y Eslovaquia solicitan un plazo hasta finales de 2024 para imponer el embargo al petróleo ruso; República Checa, hasta junio de 2024.

Orbán y su par polaco, Mateusz Morawiecki, fueron las figuras más importantes del encuentro de la ultraderecha que se celebró el 29 de enero en Madrid. Junto a ellos estaban Marine Le Pen y el líder de Vox, Santiago Abascal, que ofició de anfitrión. Como resultado de esta reunión, los dirigentes redactaron un documento que cuestiona la Unión Europea. “La Comunidad Europea se forjó como un espacio de libre cooperación entre espacios soberanos. Sin embargo, hay una amenaza creciente que trata de transformar la unión en un megaestado ideologizado”, critica el documento. También objeta la decisión de Bruselas de iniciar expedientes contra Polonia y Hungría, a los que acusa de vulnerar el Estado de derecho. El comunicado hace hincapié en la importancia de defender la preeminencia de las constituciones nacionales sobre los tratados de la Unión Europea.

La extrema derecha tiene su base más sólida en Europa del Este, pero sufrió un serio revés en 2021 con la caída de Andrej Babis, que era primer ministro de República Checa, y la reciente derrota en Eslovenia de Janez Jansa, admirador confeso de Donald Trump y Orbán.

La división en el Parlamento Europeo

Si bien los partidos de ultraderecha son una especie de gran familia política donde florecen más las coincidencias que las diferencias, existen partidos más extremos que otros. En Francia irrumpió la figura de Eric Zemmour, líder de Reconquista, que está más a la derecha que Le Pen y obtuvo el cuarto lugar con el 7% de los votos. Su plataforma plantea el peligro latente de un supuesto reemplazo de la población francesa por el efecto de la inmigración musulmana. El nivel de xenofobia de Zemmour hace que la posición de Le Pen parezca moderada. En Italia existe una puja en la ultraderecha entre La Liga, de Salvini, y los Hermanos de Italia, liderados por Giorgia Meloni y heredero del posfascista  Movimiento Social Italiano por la hegemonía de la ultraderecha italiana. La formación de Meloni es la única fuerza de oposición al gobierno de unidad nacional de Mario Draghi.

En el Parlamento Europeo las formaciones de Le Pen y Salvini integran el bloque Identidad y Democracia, que cuenta con 65 eurodiputados. Además de la Liga, son parte del mismo grupo dos formaciones con experiencia de gobierno: el Partido de la Libertad austriaco (FPÖ) y el Partido de los Finlandeses. También conforman el bloque Alternativa por Alemania (AfD) y el Partido por la Libertad de Países Bajos.

Un aspecto en el que se evidencian las divergencias dentro de la familia de la ultraderecha es la posición en torno a las políticas de género. Los miembros del bloque Identidad y Democracia tienen una política más abierta hacia la comunidad LGTBI. Incluso AfD tiene como lider a Alice Wiedel, que se declara lesbiana, y Le Pen tuvo durante años como número dos a Florian Philippot, abiertamente gay.

Pero existe otro grupo parlamentario europeo de ultraderecha: el Grupo de Conservadores y Reformistas Europeos. Integran el mismo Vox (España), Ley y Justicia (Polonia), y Hermanos de Italia. Cuenta con 63 eurodiputados y tiene una posición mucho más conservadora. Vox rechaza el aborto incluso en caso de violación, es contrario al matrimonio entre personas del mismo sexo y se opone la eutanasia. Ley y Justicia es expresamente homofóbico y promovió una política que derivó en que un tercio de los municipios polacos se declarasen “libres de ideología LGTBI”.

Los 12 eurodiputados del partido de ultraderecha húngaro, Fidesz, liderado por Orbán, no pertenecen a ningún grupo parlamentario. Quedaron como no inscritos a ninguna bancada tras su salida del Partido Popular Europeo en 2021, forzado por sus exsocios.

La consolidación de la extrema derecha en el mapa político europeo ya es un hecho. Gobierna dos países y gobernó otros, en solitario o en coalición. Tiene dos bloques en el Parlamento Europeo, que sumados a los no inscritos de Fidesz suman 141 votos sobre 705. Es decir, un 20% de las bancas. Con sus matices, las distintas formaciones plantean un desafío a la concepción política en torno a la que se creó la Unión Europea. El conflicto ideológico, ya instalado, tiene un largo camino por delante.


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