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Una mujer vota en las elecciones de Corrientes, el 29 de agosto de 2021. / Telam

Las elecciones de medio término funcionan como un filtro para las presidenciales siguientes: los candidatos poco competitivos quedan en el camino y los ganadores se proyectan hacia la Casa Rosada. Pasó con la victoria de Sergio Massa en 2013, que instaló al tigrense como favorito para 2015. Y volvió a pasar con la derrota de Massa en 2017, que sepultó sus aspiraciones presidenciales. También se puede leer una elección legislativa como un plebiscito sobre el oficialismo de turno. ¿Cómo afectarán las elecciones de este año el resto del mandato de Alberto Fernández? Un repaso histórico de las elecciones de medio término ayuda a entender cómo interpretar los resultados de estos comicios.

Hubo elecciones legislativas que marcaron con claridad el destino de un gobierno. Un caso paradigmático fue la derrota del oficialismo radical en 1987. El alfonsinismo perdió en suelo bonaerense, la madre de todas las batallas electorales, y en la mayor parte del país. El resultado dio inicio al tramo final del mandato de Raúl Alfonsín, el que registró el mayor nivel de inestabilidad política y caos económico. En ese contexto convulsionado se celebraron las presidenciales de 1989, en las que el candidato oficialista, Eduardo Angeloz, cayó en manos del peronista Carlos Menem. El deterioro en la gobernabilidad llevó a que Alfonsín terminara el mandato seis meses antes, porque adelantó la entrega del poder a su sucesor.

El ejemplo más crítico, sin embargo, fue la dura derrota del gobierno de Fernando de la Rúa en 2001. El triunfo de la oposición fue el desencadenante de la caída del gobierno de la Alianza. El país atravesaba una crisis económica e institucional profunda. El vicepresidente, Carlos Álvarez, había renunciado y denunciado la corrupción del gobierno que integraba, apenas un año después de la asunción. Tras la victoria en las legislativas, el peronismo se quedó con el control de las dos Cámaras legislativas y, de hecho, ocupaba la presidencia del Senado y de Diputados. Es decir, el segundo y tercer cargo en la línea sucesoria estaban en manos de la oposición. En medio de la ola de protestas, saqueos y represión de diciembre de 2001, De la Rúa renunció y abrió la puerta al retorno del peronismo al poder. Tras una secuencia institucional compleja, que quedó en reflejada en el imaginario colectivo en la frase “cinco presidentes en una semana”, el entonces senador Eduardo Duhalde llegó a la presidencia.

Una derrota en las legislativas no siempre desencadena una crisis. El menemismo tuvo en 1997 un duro revés electoral. La Alianza ganó a nivel nacional, pero lo más significativo fue el triunfo de la candidata del Frepaso, Graciela Fernández Meijide, en la provincia de Buenos Aires. Dos años después, la fórmula De la Rúa-Álvarez llegó al poder en una transición ordenada. Fue la primera vez en la historia argentina en la que un presidente electo democráticamente pasó el mando a un mandatario del partido opuesto sin que medie un golpe de Estado o una crisis institucional.

Los resultados de 2009, 2013 y 2017 muestran que el poder predictivo de las elecciones de mitad de mandato es relativo. Las elecciones de 2009 estuvieron marcadas por el conflicto de la resolución 125. Muchos dirigentes ruralistas fueron candidatos ese año. El kirchnerismo sufrió una derrota a nivel nacional y en la provincia de Buenos Aires, a pesar de que llevaba a Néstor Kirchner como cabeza de lista. Sin embargo, Cristina Fernández fue reelecta dos años después con el 54% de los votos.

El Frente para la Victoria fue el espacio más votado en 2013. El Frente Renovador de Massa ganó en la provincia de Buenos Aires. Las presidenciales de 2015, sin embargo, las ganó Cambiemos. Y hubo una nueva transición ordenada y democrática.

Las legislativas y los golpes de Estado

El concepto de elección de “medio término” es relativamente reciente. Antes de la reforma de 1994 los periodos presidenciales eran de seis años, por lo que se celebraban dos legislativas durante un mandato. La más importante era la segunda, que en ocasiones coincidía con la elección de gobernadores. Fue lo que pasó en febrero de 1962 y el resultado determinó el derrocamiento del gobierno de Arturo Frondizi.

Los comicios de 1962 eran muy sensibles porque el peronismo podía presentarse a las urnas por primera vez desde el derrocamiento de Juan Domingo Perón. La fuerza política del general había sido imbatible hasta ese momento. El peronismo ganó las presidenciales de 1946, arrasó en las legislativas de 1948 y 1951, fue reelecto en 1952 y volvió a triunfar en las legislativas de 1954. Parecía invencible.

En la elección de 1962 estaba en juego la vuelta del peronismo a las urnas y coincidían las segundas legislativas durante el mandato de Frondizi con la elección de gobernadores. El triunfo del candidato peronista, el sindicalista textil Andrés Framini, en la provincia de Buenos Aires determinó la caída del gobierno desarrollista. Las Fuerzas Armadas no toleraron que la provincia más poblada del país fuera gobernada por el peronismo.

En la presidencia del radical Arturo Illia hubo solo comicios legislativos en 1965. A pesar de que el oficialismo de la UCRP obtuvo la victoria a nivel nacional, cayó en la provincia de Buenos Aires ante la Unión Popular, que representaba al peronismo. En 1967 no hubo elecciones porque un año anterior estuvo el golpe del 66, autodenominado la Revolución Argentina. Uno de los mayores temores de las fuerzas castrenses era que el peronismo se alzara nuevamente con la gobernación en la provincia de Buenos Aires.

Revalidar el apoyo

Los resultados legislativos desencadenaron en el pasado crisis políticas y golpes de Estado, pero en otros casos sirvieron para revalidar el apoyo al oficialismo o dirimir disputas por el liderazgo. Un ejemplo claro es la elección de mitad de mandato de Néstor Kirchner. El triunfo de 2005 confirmó el respaldo popular al Frente para la Victoria, que había llegado a la Casa Rosada con un bajo nivel de apoyo. Kirchner había quedado segundo en la primera vuelta de 2001 con el 22% de los votos y fue electo presidente tras la decisión de Carlos Menem de no competir en el ballotage. La victoria de Cristina Fernández sobre Hilda Chiche Duhalde en la provincia de Buenos Aires también resolvió la competencia por el liderazgo del peronismo entre los dos sectores políticos. El resultado allanó además el camino de Cristina Kirchner hacia la Casa Rosada en 2007.

El menemismo tuvo su elección legislativa de revalidación de mandato en 1993, cuando obtuvo un triunfo rotundo en todo el país, lo que significó la antesala de la reelección de 1995. Incluso ganó en la Ciudad de Buenos Aires, históricamente esquiva al peronismo.

Mauricio Macri fue el caso inverso. Tras alcanzar una victoria clara en 2017, en la que derrotó incluso al peronismo en la provincia de Buenos Aires, con Cristina Fernández, dos años después perdió ante la fórmula Fernández-Fernández.

La historia marca que los comicios de mitad de mandato condicionan los dos últimos años de gobierno y anticipan el posible escenario electoral de las presidenciales. En un mundo donde las encuestas cada vez son más impredecibles esta experiencia pasada puede dar un parámetro de lo que puede suceder dentro de dos años. El domingo próximo se empieza a revelar el futuro.


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