Intelectuales

Un debate entre gente de la cultura en torno al riesgo que implica la candidatura de Milei para la democracia evidencia la ceguera en reconocer las falencias de la clase dirigente omitiendo el inventario de carencias democráticas realmente existentes y absolutamente prioritarios: alimentación, salud, educación y seguridad

Un pronunciamiento de intelectuales, artistas y lo que podríamos llamar “gente de la cultura” llamó a votar por cualquier candidato que no fuese Javier Milei. Suscribieron ese documento destacadas personalidades de lo que bien podría denominarse el “establishment” de la cultura. (Ver aquí el texto)

Una valiente réplica de Gustavo Noriega, periodista y crítico de cine, les reprochó no tener en cuenta las amenazas concretas que el kirchnerismo representa contra la democracia. (Se puede leer en: https://gustavonoriega.substack.com/p/relacion-de-ideas-ddd?utm_medium=reader2 ).

El ángulo de inspiración de Noriega es su pública adhesión al macrismo, cuya gestión destaca como democrática. Este debate, interesante por la calidad de sus textos, no hubiese pasado de una confrontación de visiones entre protagonistas de la vida cultural argentina, restringida a un sector pequeño de la opinión pública, si no fuese porque el diario La Nación publicó la réplica de Noriega y generó un número inusual de adhesiones y comentarios. El cineasta Mariano Llinás respondió a su vez a la crítica, aceptando publicar su respuesta en el blog de Gustavo Noriega, lo cual merece destacarse como una forma civilizada de confrontar ideas.

De todas maneras no es un tema que llegue al gran público y tiene escasa incidencia en las grandes proporciones de preferencias del electorado. Importa por la sustancia del debate. Hagamos una reflexión al respecto.

Lo primero es preguntarse sobre la calidad de nuestra democracia, a la que valoramos y debemos cuidar y fortalecer. Esta palabra (fortalecer) ha sido utilizada muchas veces de modo espurio, tendiendo a significar que hay que respaldar a quienes se autodefinen como auténticos demócratas, lo cual es una contradicción, porque la condición de “democrático” es una evaluación que siempre es resultado de una decantación histórica colectiva, nunca unánime. Por eso, proclamarse democrático no significa automáticamente serlo. (Rima con Sarlo, qué curioso). Hasta podría ser sospechoso.

Lo segundo es que advertir amenazas futuras (a la democracia) sin hacer un balance descarnado de sus carencias (lo cual es ineludible) suena exculpatorio. Esa es nuestra objeción a la carta de los intelectuales y muestra que no están, al menos en este pronunciamiento, en sintonía con los inmensos sufrimientos que padece la mayor parte de la población argentina. Hablan desde su zona de confort sobre riesgos posibles, omitiendo el inventario de carencias democráticas realmente existentes y absolutamente prioritarios: alimentación, salud, educación y seguridad. Esas carencias tienen que ver con los derechos humanos, inmediatamente a continuación del derecho a la vida, la libertad de movimientos, de expresión y de asociación así como a disponer de uno mismo como persona en un contexto social solidario.

Milei es una amenaza, ciertamente, porque puede desatar demonios y abrir luchas individualistas muy perniciosas. Pero la crudeza de nuestros sufrimientos actuales tienen nombre y apellido, responsables concretos que no pueden ser exonerados de su acciones. La carencia de democracia es palpable para la mayoría de nuestros compatriotas. Nos referimos a una democracia que tienda a la fraternidad, en un contexto de libertad y responsabilidad compartida. Justamente lo que falta ahora.


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