Conservación del suelo
Vista aérea del cerro Chenque, en Comodor Rivadavia, Chubut. / Municipalidad de Comodoro Rivadavia

* Por Macarena Acuipil y Luciana Tassano

Un alud de barro cubrió Comodoro Rivadavia entre el 29 de marzo y el 7 de abril de 2017. Como consecuencia de las lluvias torrenciales, el cerro Chenque sufrió un desprendimiento. Fue uno de los mayores desastres ambientales sufridos por la primera ciudad petrolera del país: inundaciones, flujos de barro y erosión por escurrimiento que socavaron las calles. Se perdieron casas, escuelas, comercios y zonas de cultivos. Quedaron tapados bajo el lodo barrios enteros. No fue una desgracia imprevisible; el alud en Comodoro es el resultado de la combinación del cambio climático y la escasa planificación urbana. Y evidencia un conflicto latente: el uso irracional del suelo. Un conflicto que afecta sobre todo a las mujeres.

Los problemas de planificación urbana de la ciudad chubutense responden a la matriz extractivista de la zona. Los barrios nacieron como producto de los antiguos campamentos petroleros y crecieron de manera explosiva. La ciudad creció en la última década un 30% en términos poblacionales y un 110% en superficie, según el Colegio de Arquitectos de Comodoro Rivadavia. Entre 2001 y 2010, la población había aumentado un 29,17%, según el registro de los últimos dos censos.

Unas 12.000 personas fueron evacuadas tras el alud, indicaron las autoridads municipales. Entre ellas, familias que vivían en asentamientos precarios y comunidades que cultivaban las escasas tierras fértiles en el área periurbana. Muchas quedaron sin vivienda y sin su principal fuente de ingresos. Excluidas económica y socialmente. Son refugiadas ambientales, según la definición de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Así se conoce a las que abandonan sus tierras por las lluvias o sequías extremas y buscan nuevas oportunidades en otras zonas o ciudades.

El fenómeno tiene una fuerza creciente. El cambio climático puede provocar el desplazamiento interno de hasta 140 millones de personas en todo el mundo para 2050, advierte un informe del Banco Mundial. Unas 17 millones de ellas, en Latinoamérica.

Conservación del suelo

El 7 de julio se celebra en Argentina el Día Nacional de la Conservación del Suelo. Es en honor a la memoria del doctor Hugh Hammond Bennet, fallecido en esta fecha en 1963. Hammond Bennet es considerado el padre de la conservación de suelos. Fue un gran impulsor de prácticas conservacionistas, no solo en EEUU, país del que es oriundo, sino también en Argentina y varios países de América Latina.

El gobierno de Arturo Illia instituyó la conmemoración de esta fecha en 1963, el mismo año de la muerte del especialista estadounidense. El decreto presidencial señalaba que “el suelo agrícola configura el soporte más sólido de la economía argentina, así como de su expansión futura y que, consecuentemente, la conservación de nuestro recurso natural básico es imprescindible para garantizar el bienestar de todos los habitantes de la nación”.

El cambio climático tiene efectos directos e indirectos en la degradación del suelo. En primer lugar, porque altera el ecosistema y rompe el equilibrio ecológico. Esto provoca una reducción de la flora y la fauna, que causa una pérdida de fertilidad de la tierra. Cultivar allí será más difícil y costoso.

La desertificación, que​ es un proceso de degradación ecológica en el que el suelo fértil y productivo pierde total o parcialmente el potencial de producción, daña 650.000 hectáreas en Argentina todos los años, según un estudio del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación publicado en 2016. El 70% de la superficie del país, lo que equivale a 152 millones de hectáreas, es tierra seca. De esa extensión, el 81% se degrada por eventos climáticos y actividades humanas.

Por qué afecta más a las mujeres

La migración ambiental afecta tanto a los hombres como a las mujeres, pero de forma desigual. La vulnerabilidad a los factores climáticos y ambientales está determinada por los roles y responsabilidades de género socialmente asignados. Numerosos estudios demuestran que las mujeres suelen cumplir tareas del cuidado no remuneradas y tener menor educación, lo que limita el acceso al mercado y los recursos financieros. Esto las coloca en una situación de desventaja al momento de conseguir empleo cuando sufren un desplazamiento forzoso.

La situación es más critica para las mujeres rurales. Muchas de ellas no tienen derecho a la propiedad y, por lo tanto, dependen económicamente de sus maridos o familiares hombres. Solo en 28 paises las mujeres tienen los mismos derechos que los hombres para acceder a la propiedad de la tierra, según un informe de ONU Mujeres. En casos extremos, donde la erosión y la menor fertilidad del suelo socavan la producción agrícola y los hombres deben migrar hacia otras localidades para conseguir empleos —ya que, como se describió, tienen más posibilidades de éxito—,  las mujeres suman nuevas responsabilidades al cuidado de las hijas y los hijos, como la búsqueda de ingresos para alimentar a sus familias. Los resultados suelen ser hambrunas y malnutrición.

A pesar de que es un tema que afecta con mayor gravedad a las mujeres, solo el 33% de las delegadas que acudieron a la última Convención por el Cambio Climático de Naciones Unidas eran mujeres. Y menos del 15% de las delegaciones estaban lideradas por mujeres. 

Mirando hacia el futuro, es indispensable que se adopte la perspectiva de género tanto en el diseño del desarrollo sustentable como en el análisis de los procesos migratorios producto del cambio climático. Para ello es fundamental la generación y el análisis de los datos sobre inmigración ambiental de las mujeres y sus posibilidades de reinserción social y económica, además del refuerzo de los marcos normativos que regulen la implementación de políticas públicas referidas al tema

Las mujeres son agentes estratégicos de cambio y desempeñan un papel fundamental en el uso y conservación de los suelos. Especialmente en aquellas comunidades que dependen de la tierra, como las comunidades andinas, donde son las guardianas del conocimiento autóctono ambiental. Incorporar a las mujeres en los procesos de toma de decisiones, derribando las barreras de participación, y la difusión de proyectos de investigación y la formulación de programas con perspectiva de género son clave para lograr una sociedad más igualitaria.

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