Si se cerrase la brecha de género, el PBI de Argentina aumentaría un 16%, sostiene Helena Estrada. Porque la igualdad de género tiene impactos económicos y sociales positivos, explica la consultora estratégica en agenda de género. Y, además, es un imperativo moral. “La agenda de género no va a retroceder porque tiene que ver con derechos y porque es una causa justa. Lo que estamos tratando acá es el grado de libertad que tenemos las mujeres”, afirma en la charla organizada por la Usina Desarrollista. La brecha de género se ha venido cerrando en las últimas décadas, apunta Estrada, pero al ritmo actual tardaría más de 200 años en que las mujeres cobren lo mismo que los hombres.
La agenda de género engloba tres autonomías, precisa Estrada: física, política y económica. La autonomía física hace referencia al respeto a los derechos reproductivos de las mujeres y la violencia de género. La política está vinculada al acceso a los cargos jerárquicos en la sociedad, pero no se agota en las leyes de cupo e igualdad en cargos electivos, aclara la consultora, sino que abarca a los mecanismos para que la voz de las mujeres tenga peso en empresas, sindicatos, ONG o fundaciones. La autonomía económica es la igualdad salarial entre mujeres y varones. “La brecha salarial en Argentina es de entre el 20% y el 25%”, subraya Estrada. La situación es más grave entre las mujeres más vulnerables, que son las que trabajan en el sector informal, tienen mayor cantidad de hijos y menores ingresos. La brecha salarial en la economía informal es del 45%, indica la consultora, que fue la creadora y directora del Centro de Desarrollo Económico de la Mujer (CEDEM).
Los tres componentes de la agenda de género se vinculan entre sí. “La autonomía económica previene situaciones de violencia física y son un camino de salida. Para una mujer que tiene a su cargo muchos hijos, es más difícil salirse de un vínculo tóxico cuando tiene una dependencia económica. Muchas veces vuelve porque no puede mantenerse sola”, destaca.
La charla es la primera del ciclo de conferencias Mujeres protagonistas del desarrollo organizada por la Usina Desarrollista, un proyecto impulsado por Visión Desarrollista, el Movimiento de Integración y Desarrollo (MID), la Fundación Frondizi y la Fundación para el Desarrollo Entrerriano (FUNDER). El ciclo de conferencias aborda la agenda de género en el marco de una visión desarrollista y es moderado por una de sus referentes, Mariana Barrera.
Estereotipos de género y techo de pasto
La base de la desigualdad entre mujeres y varones son los estereotipos, explica Estrada. Es decir, los roles que se supone que debe ocupar cada persona en función de su género. “A los varones se les asigna la tarea de producción y mantenimiento económico de la casa y a las mujeres, la tarea de reproducción: tener hijos y el cuidado. Esto tiene consecuencias en el comportamiento y en el desarrollo económico”, cuestiona.
Un estudio del uso del tiempo en Argentina, basado en la Encuesta Anual de Hogares Urbanos (EAHU) que elaboró en 2013 el INDEC, indica que, en promedio, las mujeres dedican 6,4 horas semanales a tareas de cuidado no remunerado mientras que los hombres dedican solo 3,4 horas. Esto incluye el cuidado de los chicos y de los adultos mayores, arreglar la casa y hacer las compras, ejemplifica la consultora. “Ahí hay mucho amor, pero también es trabajo. Si no lo hiciera una mujer, tendría que hacerlo otra persona, que seguramente también sería una mujer”, apunta.
Aunque la desigualdad de género afecta a todas, las mujeres no son un colectivo homogéneo. ONU Mujeres las agrupa en tres diferentes realidades en función de factores estructurales que interactúan con el género, como niveles de ingresos, niveles educativos, edad del primer embarazo, etnicidad y raza. La primera es llamada pisos pegajosos y engloba a las mujeres en situación más vulnerable: tienen menores ingresos económicos, bajo nivel de estudios y una alta tasa de maternidad temprana. “Es sumamente difícil salir de esa situación porque no tienen tiempo suficiente ni están cerca de instituciones educativas. Además les resulta difícil acceder a cierto tipo de empresas”, concluye.
La segunda realidad es denominada escaleras rotas. Son mujeres que tienen una situación mejor situación económica y estudios secundarios o universitarios. Son las que empiezan a crecer en la carrera profesional hasta que llega la maternidad y las obliga a retirarse del mercado laboral, señala Estrada. “Es una escalera con escalones rotos. Cuando vuelven, no recuperan el puesto en el que estaban antes y no les ofrecen cargos interesantes. Muchas empiezan emprendimientos por eso. Ahí hay una pérdida económica, y no solo a nivel individual”, analiza.
La tercera es el techo de cristal. Son mujeres con estudios terciarios y una carrera profesional completa que no llegan a los cargos más altos de dirección. “El 63% de los egresados universitarios son mujeres. En promedio, se reciben con mejores notas y un año antes que los varones, pero en los cargos más altos están subrepresentadas”, apunta Estrada.
La consultora incluye una cuarta categoría en el listado, que no está definida por ONU Mujeres: el techo de pasto. Buena parte de las carreras profesionales se basan en vínculos de confianza, enfatiza Estrada. El primer empleo, los ascensos, los contactos comerciales. “Nos gusta trabajar con personas que conocemos o creemos conocer. Y eso a veces tienen mayor valor que el currículum”, advierte. Muchos de esos vínculos se generan en espacios de socialización del que las mujeres están excluidas: un partido de fútbol, un asado, un after office. “Eso juega muy fuerte contra el progreso de las mujeres”, plantea.
La cuarentena establecida para enfrentar el COVID-19 planteó un escenario adverso para las mujeres. De hecho, el 51% de las mujeres siente una mayor sobrecarga en el contexto de la pandemia, según una encuesta elaborada por UNICEF en abril. Esto se debe, en buena medida, a que los hijos no asisten a la escuela y se intensificaron las tareas de cuidado, que recaen con mayor peso sobre las mujeres. A mediano plazo, sin embargo, Estrada es optimista. Considera que el teletrabajo será una oportunidad para que las mujeres se destaquen cuando vuelva la normalidad. “La tecnología y las métricas abstractas y objetivas ayudan. Cuanto más subjetivas son, más posibilidades de sesgos conscientes o inconscientes”, señala. El teletrabajo puede servir, en conclusión, para cortar el techo de pasto.
Perspectiva de género
Así como se analizan las políticas públicas con un enfoque medioambiental, también deben analizarse con una perspectiva de género, afirma Estrada. ¿Afecta en forma diferente a varones y mujeres? “El objetivo es nivelar la cancha. Por supuesto que hay mujeres que logran compensar el desnivel porque son maravillosamente talentosas, pero la cancha no tienen que ser solo para las maravillosas, sino para todas”, sostiene.
Las resistencias a los cambios que plantea la agenda de género, según la creadora del CEDEM, tiene que ver con una visión antigua del poder como un juego de suma cero. “Es la idea de que si las mujeres toman más poder, los varones que ahora lo ejercen van a tener menos. Lo llamo la resistencia invisible. Porque, si en el papel todos estamos de acuerdo, ¿por qué no ocurre?”, cuestiona.
Estrada advierte de que más allá de que exista un relativo consenso sobre buena parte de la agenda de género, los cambios que se plantean son un desafío para el liderazgo: “Se tiene que recorrer un camino que no se conoce y hay soportar eso como líderes. Es bueno y justo, pero no sencillo. Puede haber fracasos, retrocesos e incluso contradicciones. Hacen falta pioneros, varones y mujeres que sepan que lo que van a hacer les pueden costar el cargo. Y aún así estén convencidos de que estas son las causas por las que vale la pena luchar”.
Volvé a ver la charla de Helena Estrada
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