norte grande
Quebrada de Humahuaca, Jujuy. / Sebastián Ibarra

Por Alfonso Arce y Gabriel Orozco.

El norte argentino es un territorio paradójico: centro de problemáticas endémicas y, al mismo tiempo, nodo potencial de soluciones a futuro. Las provincias del Noroeste (NOA) y Noreste (NEA) —el Norte Grande— están cruzado por las inequidades que se reflejan en la pobreza, el déficit de infraestructura y la alta mortalidad infantil; sufren el crimen organizado, en especial el narcotráfico y el contrabando. Los conflictos graves conviven con un clima subtropical, abundantes recursos naturales, una producción diversa —bioeconomía, turismo, minería, industria química y metalmecánica— y una posición geográfica estratégica, con conexiones viales, fluviales, ferroviarias y aéreas con cinco países de la región. 

El Norte Grande es hoy una región periférica en Argentina, donde viven 9,4 millones de habitantes, un 20,8% del total nacional. Pero esto no siempre fue así. En tiempos del Virreinato del Perú, la gobernación de Tucumán —que abarcaba lo que hoy se conoce como NOA— era un polo económico que abastecía a la zona más dinámica de América del Sur: las minas de plata de Potosí. Tucumán era la región más poblada del territorio actual de Argentina y proveía manufacturas textiles a lo que hoy es Bolivia y Perú. Si había entonces una región periférica, era la pampeana, que subsistía gracias a la exportación del cuero y el contrabando.

La revolución industrial trajo a finales del siglo XVIII la primera globalización. Todos los mercados de bienes y servicios estuvieron unidos bajo la lógica del mercado internacional. El sector textil artesanal norteño no podía competir contra los productos en serie, más baratos, que llegaban a los puertos de Buenos Aires y Montevideo. Las décadas de guerra que siguieron a la Revolución de Mayo, de independencia primero y civiles después, castigaron a los factores productivos del norte grande. La llegada del ferrocarril, que hacía más accesibles los productos importados, y las políticas librecambistas completaron la decadencia del sector textil.

Desde entonces, ¿qué rumbo ha seguido el desarrollo del norte grande?

Un siglo de transformaciones

El siglo XX fue un periodo de transformaciones para el Norte Grande. Los cambios se vieron en las cosas más cotidianas, como que los pobladores pasaran de comunicarse con balsas y ferris a hacerlo con puentes y carreteras. Pero también hubo otros influidos por el contexto internacional. Desde mediados del siglo XX, la economía mundial se reorganizó en el marco de Bretton Woods. Una consecuencia de este cambio fue la creación de instancias supranacionales de coordinación y proyectos de integración regional. El Norte Grande se convirtió así en un área económica y comercial prioritaria, dada su conectividad con los países limítrofes. Los acuerdos regionales se multiplicaron. La Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC) fue creada en 1960, la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI) se fundó en 1980 y el Mercado Común del Sur (MERCOSUR), en 1991.

La reforma de la Constitución Nacional de 1994 brindó a las provincias una nueva herramienta para fomentar el desarrollo regional: la facultad para crear regiones. Este instrumento, junto con la provincialización de los recursos naturales, es estratégico para pensar el futuro del país. La región del Norte Grande fue creada formalmente en 1998 y tiene sus propios órganos y autoridades, con funciones de coordinación interjurisdiccional, sin llegar a constituirse como un nuevo nivel del Estado.

Hasta el momento, el Consejo Regional Argentino Norte Grande funciona como una canal de iniciativas políticas en materia de tarifas energéticas, impuestos a la exportación y subsidios al transporte. A futuro, podría constituirse en un foro de diálogo sobre las políticas de ordenamiento territorial, la inserción internacional de productos y el tránsito de personas.

Un hub de desarrollo

Las tendencias globales en materia de desarrollo posicionan al Norte Grande en un lugar privilegiado. Desde los organismos internacionales —como CEPAL, COSIPLAN, FONSPLATA o el BID— se fomentan las políticas de desarrollo local, descarbonización de la economía y revalorización del capital natural a través del conocimiento. La región puede aprovechar este nuevo paradigma para posicionarse como un hub de desarrollo y atracción de talento.

Una primera aproximación a este horizonte es la bioeconomía. El INTA identifica un potencial del Norte Grande en materia de alimentos y bebidas, biomasa, biorrefinerías, la bioenergía, los bioproductos y los bioinsumos, como destaca en el trabajo Bioeconomía Argentina: construyendo un futuro inteligente y sustentable para el Norte Argentino 2030. El estudio destaca que los principales condicionamientos que lastran el desarrollo de la región es el déficit en infraestructura, los límites a la expansión y gestión sostenible de su frontera agrícola, la concentración productiva y las barreras comerciales externas a los biocombustibles. Como contrapartida, existe gran cantidad y variedad de biomasa disponible, hay experiencias en la zona de aprovechamiento energético de los residuos agroforestales y las especies autóctonas coinciden con las demandas internacionales. En consecuencia, se necesitan marcos institucionales, empresariales y científico tecnológicos que capitalicen este potencial y lo articulen nacionalmente.

Otro sector con potencial es el de las industrias ligadas a la cultura y la digitalización. La demanda es tanto nacional como global, ya que las ambas están entre las dinámicas del mundo. La cultura y los servicios informáticos aportan más de 1.900 millones de dólares de exportaciones a la economía nacional, según los datos de la Cuenta Satélite de Cultura (CSC) y el INDEC. En la región hay más de 1.000 empresas dedicadas a los servicios culturales y unas 300 de informática, según el Observatorio de Empleo y Dinámica Empresarial.

El Norte Grande tiene antecedentes destacados en el sector de la economía del conocimiento. Compañías de renombre, como Globant, se han radicado en la zona y se organizan eventos internacionales que movilizan a todo el aparato productivo, como la Bienal de las Esculturas de Resistencia. Al igual que con la bioeconomía, en este campo se precisa de un enfoque ecosistémico que canalice los recursos públicos y las inversiones privadas hacia actividades que aporten valor agregado, arraigo territorial, transformación productiva y competitividad internacional.

Las condiciones naturales, institucionales y humanas indican que el Norte Grande puede avanzar hacia un futuro superador. A pesar de sus numerosos limitantes, desde mediados del Siglo XX ha avanzado hacia una mayor integración dentro de la región y con los países vecinos, a través de conexiones viales, ferroviarias y fluviales. Actualmente es una región con un potencial impensado 60 años atrás. 

Siguiendo en esta misma senda, es imperativo un impulso cualitativo mayor. Esto es, la concreción de mecanismos políticos perdurables en todos los niveles. En este recorrido será necesario sortear las diferencias interprovinciales si se quiere transformar los incentivos coyunturales en una realidad estructural.

* Los autores son licenciados en Ciencia Política.


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