En el inicio de sesiones legislativas, un presidente suele hacer un balance del año anterior y apuntar el plan de gobierno y las metas para el periodo que comienza. El discurso del lunes de Alberto Fernández, sin embargo, se dirigió íntegramente a agradar a los sectores más duros del Frente de Todos y a atacar a la oposición. Fuimos testigos del fin de la moderación de Alberto Fernández. Los buenos gestos del año pasado y la colaboración con Juntos por el Cambio quedaron sepultados en el baúl de los recuerdos de una Argentina que no avanza y agiganta la grieta.
Somos, se sabe, un país de divisiones constantes. La llama que prendió la mecha fue el escándalo del vacunatorio VIP. El oficialismo intentó justificar lo injustificable con una receta vieja del kirchnerismo: la victimización. La culpa siempre es del otro: los medios, la oposición, la justicia. Los que ponen piedras en el camino y no dejan avanzar al gobierno, según el relato kirchnerista.
Alberto Fernández se mostró horrorizado por las bolsas mortuorias con los nombres de referentes sociales y políticos en la Plaza de Mayo. Tiene razón: es un acto repudiable. Incluso después de las explicaciones poco convincentes del grupo que realizó esta protesta en el marco de la marcha del sábado pasado contra el gobierno nacional. Pero llama la atención la sensibilidad selectiva del presidente. ¿No lo horroriza el confinamiento forzozo en Formosa por supuestos contagios, que es una clara violación a los derechos humanos? ¿No le espanta el vacunatorio VIP? ¿No ve repudiables los casos de corrupción que se produjeron durante los cinco años que no vio cuando era jefe de gabinete? ¿O le parecen trivialidades? La corrupción mata, presidente: la tragedia de Once es un feo recordatorio de las consecuencias.
La judicialización de la política
El presidente tiene razones para estar enojado con la oposición. Una es, sin dudas, la denuncia de la líder de la Coalición Cívica, Elisa Carrió, que acusó a Alberto Fernández de querer envenenar a la población con la vacuna Sputnik V. Una denuncia ridícula, que carece de sustento científico. Pero Juntos por el Cambio no es solo Carrió. Al contrario, hubo sectores moderados que apoyaron al gobierno en su lucha contra la pandemia. Por eso sorprendió que el presidente anunciara el lunes que va a impulsar una «querella criminal» contra el expresidente Mauricio Macri y su equipo económico por la solicitud del crédito al Fondo Monetario Internacional (FMI) en 2018.
Hubiera sido mejor que en el discurso de inicio de sesiones Alberto Fernández pusiera el foco en el primer año de su gestión económica: en 2020 la deuda aumentó a mayor ritmo que el promedio entre 2016 y 2019. Como explica el exministro de Economía Hernán Lacunza, el año pasado la deuda se incrementó en 21.000 millones de dólares, lo que representa un 6,75% de aumento interanual hasta septiembre, que es el último dato oficial. El aumento promedio en el cuatrienio anterior fue de 17.800 millones de dólares, un 6,72% promedio anual entre septiembre de 2015 y el mismo mes de 2019, señala Lacunza.
El presidente prefirió usar la tribuna para atacar a sus opositores y al poder judicial. En especial, a la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Este giro confrontativo es, irónicamente, celebrado por parte del arco opositor.
La kirchnerización de Alberto Fernández aumenta las posibilidades de Horacio Rodríguez Larreta de conquistar los votos del centro político y el de los indecisos, que son el que determina los resultados en las elecciones. Por esa vía transita Larreta y los dirigentes que lo acompañan, como dejó en evidencia el discurso que dio en la apertura de sesiones de la Legislatura porteña.
El ala más dura y combativa de Juntos por el Cambio, conducida por Patricia Bullrich, apuesta por extremar la tensión de la grieta por la derecha. Es una estrategia que busca evitar la fuga de votantes con la aparición del arco liberal representados por los economistas mediáticos José Luis Espert y Javier Milei. Bullrich juega la carta de la confrontación, que podría salir ganando si el escenario se polarizara y el centro político se diluyera.
Los discursos de esta semana marcaron el comienzo informal de la campaña. Como toda campaña, es una buena oportunidad para poner en debate los temas centrales del país. El mayor riesgo es que la dirigencia quede aislada en confrontaciones estériles, alejada de los problemas reales del país y las preocupaciones de los ciudadanos.
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