Es insólito el tiempo que dedican los medios de comunicación, el Gobierno y la oposición a los lineamientos sobre el principio de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI). En primer lugar,  no se trata de un acuerdo. Falta que el staff de FMI lo vuelque al papel —la letra chica de la que tanto se habla—, que luego sea tratado por el directorio del organismo y después lo vuelva a ver La Cámpora… Tan cerca, tan lejos.

Hay ausencias notables en el anuncio que hizo el ministro de Economía, Martín Guzmán. Por ejemplo, no dijo nada sobre el déficit cuasifiscal, que ronda actualmente el 4% y es una de las principales fuentes de emisión monetaria. ¿En el acuerdo definitivo va a quedar este vacío? ¿Qué relevancia tiene la reducción del financiamiento monetario del Tesoro Nacional?

El principio de acuerdo solo explicitó un sendero gradual de reducción del déficit fiscal primario, disminución del financiamiento monetario del Tesoro —con el interrogante planteado sobre el déficit cuasifiscal— y acumulación de reservas internacionales. Estas son correcciones básicas que Argentina debería encarar con o sin acuerdo con el FMI.

Dentro de dos años y medio, cuando finalice el plazo del acuerdo, Argentina deberá al FMI los mismos dólares que hoy, aunque devaluados por la inflación de EEUU. El acuerdo permite rollovear todos los vencimientos, con cuatro años de gracia y seis de repago. Es decir, hasta entonces no amortizará nada de capital y solo deberá pagar los intereses.

La renegociación de la deuda con los acreedores privados sumada al acuerdo con el FMI despeja el horizonte de pagos externos hasta 2025. El gobierno de Alberto Fernández y Cristina Fernández no pagará un dólar de la maldita deuda externa.

Tres años para atacar los problemas de la economía

Nadie puede decir que la deuda externa sea hoy una pesada carga para la economía argentina: logramos una moratoria por tres años. Pero sí será una carga si seguimos procastinando y perdemos el tiempo en vez de atacar los problemas para poner en marcha la economía en modo sostenible.

El escenario más probable para 2022 sigue siendo un bajo crecimiento con alta inflación. Los grandes desequilibrios macro continúan vivitos y coleando, con una brecha cambiaria del 100% y un riesgo país de 1.800 puntos, que en la práctica es un riesgo país infinito.

La discusión que debe tener el país, y debe exigir la oposición, es cómo impulsar un proceso inversor potente para volver a crecer, generar empleos genuinos e incrementar las exportaciones. Y para lograrlo es necesario un programa de estabilización y desarrollo. Cómo no recordar el que Arturo Frondizi lanzó a fines de 1958 con la firma del acuerdo con el FMI.

El principal problema del país no es el acuerdo con el FMI sino los desequilibros macroeconómicos, el elevado gasto público, la alta presión fiscal y la distorsiones en el sistema financiero, en los precios relativos y en el mercado cambiario. No no distraigamos con lo accesorio, discutamos lo principal.

Argentina tiene un gran potencial desperdiciado por pésimas políticas liberales y populistas. Volvamos al desarrollismo.


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Economista desarrollista. Fue Jefe de Gabinete del Ministro de Economía de Argentina (2002-03) y Subsecretario de Pymes y Desarrollo Regional del Gobierno de Argentina (2003-06). Hasta 2019, fue Director Ejecutivo por Argentina y Haití en el BID. Es Director de la Consultora Sistémica para el desarrollo.