Ucrania
Vehículos blindados de las Fuerzas Armadas rusas avanzan en una ruta de Crimea./AP

La clasificación tradicional divide las relaciones internacionales entre alta y baja política. Los asuntos de seguridad nacional son alta política; el comercio y la cooperación, baja. Parte de la academia considera que esa división quedó desdibujada en las últimas décadas por el surgimiento de temas transversales como el ambiente, los derechos humanos, la tecnología y la influencia creciente de ONGs en las relaciones internacionales. Es el fundamento de quienes postulan a China como un contrapoder de EEUU, basado en el poder de su economía y su participación en el comercio internacional. El estacionamiento de al menos 125.000 tropas rusas en la frontera con Ucrania y la enorme crisis diplomática que desató ponen en duda esta posición académica. Cuando la seguridad nacional está afectada, la alta política subordina el resto de la agenda y los únicos interlocutores válidos son los Estados con atributos de poder disuasorios y recíprocos, independientemente del tamaño de sus PBI. A nivel militar, el verdadero contendiente de EEUU sigue siendo Rusia, con sus decenas de miles de ojivas nucleares.

Históricamente, Ucrania sirvió como Estado tapón entre Occidente y el territorio ruso. Durante la vigencia de la Unión Soviética realizó aportes esenciales a través de su potencia industrial, de defensa y en la producción de alimentos. Tampoco podrían soslayarse sus aportes culturales en lengua rusa: basta o con citar ucraniano Nikolái Gógol. Rusia considera a Ucrania parte entrañable de su historia.

La separación de Ucrania de la Unión Soviética en 1991 puso fin a una asociación que, bajo diferentes formatos, subsistía desde el siglo XVII. Fue un acontecimiento traumático para toda una generación de rusos, incluido el mismo Vladimir Putin, que consideraba natural el destino común de ambas naciones eslavas.

Si bien Putin intentó desplegar una agenda activa de baja política para ganar influencia en Ucrania mediante el comercio y las inversiones, no logró neutralizar las señales cada vez más claras de que Ucrania viraba hacia Occidente. Ante esta realidad, Moscú comenzó a responder con acciones de alta política cada vez más agresivas, como la toma del control de Crimea en 2014 ante la revuelta popular pro occidental que ese año tuvo lugar en Kiev.

El año pasado, cuando el gobierno ucraniano expresó su intención de formar parte de la OTAN —y también de la Unión Europea—, Putin respondió con el despliegue de tropas hacia la frontera, una ruptura definitiva en las relaciones entre ambas naciones.

¿Invasión o defensa propia?

Consciente de que el derecho internacional prohíbe el uso de la fuerza y la amenaza,  Rusia se preocupa en aclarar que sus tropas se encuentran en suelo ruso y que jamás amenazó con usarlas. El Kremlin sostiene que el despliegue militar es una respuesta defensiva a las agresiones de la OTAN, a quien acusa de proyectar la construcción de infraestructura militar en territorio ucraniano.

 

Moscú sabe que una eventual invasión tendría menos costos ahora que en un futuro mediato, si Ucrania se incorporase a la OTAN. Tampoco pierde de vista que EEUU se retiraron en 2021 de Afganistán bajo la fatiga de perder vidas y recursos en conflictos que se desarrollaban en territorios lejanos. Las sanciones económicas —de baja política— que ya fueron impuestas a Rusia cuando tomó el control de Crimea en 2014 demostraron su ineficacia. Moscú diversificó desde entonces su comercio y su intercambio tecnológico con otros países, como China e India, y es tiene relativa autosuficiecia con respecto a Occidente.

Los analistas rusos sostienen, sin embargo, que una invasión es improbable porque Putin es un táctico cuidadoso que evita acciones cuyas consecuencias pudieran salirse de control. Tampoco Europa pierde de vista que depende de Moscú para el suministro de energía, especialmente de gas, y su interrupción por un conflicto armamdo provocaría una crisis de escasez y suba de precios.

Desde la lógica negociadora, el principal objetivo de Rusia es lograr el respeto de su acuerdo tácito con EEUU. Moscú dio su visto bueno a la reunificación alemana en 1990 a cambio del compromiso de que la OTAN jamás tuviera presencia en la zona de iinfluencia rusa. Por ello, el Kremlin intenta que EEUU se sienten a negociar diplomáticamente.

La movida de Moscú es una comprobación de la vigencia de la alta política. Rusia considera solo a EEUU como interlocutor válido: entre ambos países concentran el 90% del arsenal nuclear mundial.

 


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