Trump
El presidente Donald Trump, a punto de subir al Air Force One. / donaldjtrump.com

Donald Trump prometió en 2015, en el comienzo de su campaña electoral, que EEUU crecería al 4,5% anual impulsado por un retorno al foco industrial manufacturero de la gran potencia mundial. Si bien el país no alcanzó esa ambiciosa meta, el polémico presidente republicano consolidó el periodo más extenso de crecimiento económico en la historia del país. En junio de 2019 superó el récord de 121 meses seguidos, desde le recesión de 2008. Por supuesto, la crisis del coronavirus destrozó esa brillante perfomance. Entiendo que este último año, tan excepcional, debe ser analizado por separado para hacer el balanca de la gestión. Sea la de Trump o la de cualquier otro mandatario que haya tenido que enfrentar la mayor recesión global de la historia.

Contra lo que auguraban sus detractores, Trump no solo no provocó la tercera guerra mundial, sino que fue el primer presidente estadounidense desde 1980 que no inició una guerra. Esto es un hito en sí mismo. Pero fue todavía más allá y mejoró las relaciones el líder norcoreano Kim Jong-un, lo que relajó lo que en su momento era considerado uno de los puntos calientes del mundo. En Medio Oriente promovió los recientes acuerdos de paz entre Israel y algunos países árabes de la región, como Bahréin y Emiratos Árabes Unidos. Como resultado de esta política internacional, Trump fue nominado por segundo año consecutivo al Premio Nobel de la Paz.

Lejos de ser el villano que muchos pronosticaron, Trump fue un presidente que consolidó la economía nacional. Su política buscó revertir tendencias internas y externas hacia la deslocalización productiva. Esa fue la base de su famosa arenga Make America Grate Again (MAGA). Es en ese marco que debe analizarse la guerra comercial con China: Trump decidió dar una respuesta firme a Pekín.

Una disputa inevitable
La crítica al abandono de la industria manufacturera de EEUU fue un eje de campaña de Trump, pero también moldeó la visión que tenía de su país. Es cierto que la industria constituye una pequeña parte de la economía — era el 11% del PBI en el segundo semestre de 2019— y el mercado laboral estadounidense. Sin embargo, la industria es un sector clave porque es el motor de la innovación y genera puestos de trabajo bien remunerado. De hecho, el gobierno de Barack Obama ya había advertido que quien pierde la capacidad de innovación queda rezagado en el desarrollo. Sobre todo si sus rivales tienen una decidida estrategia desarrollista con eje en la innovación industria. El ciclo anterior a Trump fue el de la relajación de EEUU y la arremetida china; con el republicano en la Casa Blanca comenzó una disputa inevitable.

En la cuestión de la lucha hegemónica, incluso los detractores de Trump —que abundan por doquier— reconocen logros importantes. Es el caso de Niall Fergusson, historiador, profesor en Stanford y Harvard, y biógrafo de Henry Kissinger. Fergusson reconoce que Trump “ha acertado al evitar que Huawei tome las redes de 5G del mundo”. El historiador, que pronostica un triunfo de Joe Biden este martes, sostiene que el mayor mérito de Trump en ese sentido fue adoptar una línea dura contra Pekín y cambiar el enfoque de la administración de Obama que planteaba “que no había nada que pudieras hacer para detener a China”.

El giro de Trump es un cambio histórico, ya que quebró los consensos sobre China que se remontaban a la época de Kisinger y Richard Nixon, destaca Fergusson. “Dirigió al público estadounidense a un marco mental completamente diferente con respecto a China, incluidos los demócratas”, sostiene el historiador. Con Trump comenzó una especie de nueva guerra fria con China y eso no va a cambiar, independientemente del resultado delas presidenciales de 2020.

El fin del presidente global

A Trump lo critican por sus formas vehementes. Y por decisiones controvertidas, como el distanciamiento de socios comerciales como la Unión Europea. O la salida de organismos internacionales, como la Organización Mundial de la Salud (OMS). También por la falta de liderazgo global frente a la crisis del COVID-19. Pero Trump hizo lo que prometió y cumplió con el rol que entiende que tiene que cumplir: ser el presidente de EEUU. Dejó a un lado la figura hollywoodense del presidente global y se enfocó en ser el líder de su país. Que resulta ser la primera potencia mundial.

El énfasis de Trump estuvo puesto en la economía doméstica. ¿Logró el resurgimiento de la industria? Desde que llegó a la presidencia, las empresas manufactureras crearon más de 400.000 puestos de trabajo en todo el país, según el sitio web de la Casa Blanca. El resultado fue menor al que esperaba a el presidente, que, fiel a su estilo, buscó echarle la culpa a alguien más. Trump a criticado la política moneraria de la Reserva Federal, que es independiente de las decisiones del Poder Ejecutivo. La FED subió la tasa de interés en 2018, lo que destó los cuestionamientos del presidente en Twitter, su canal de comunicación predilecto. “Los fabricantes están siendo frenados por la fortaleza del dólar, que está siendo apuntalado por las ridículas políticas de la Reserva Federal”, tuiteó. “La Reserva Federal debería bajar las tasas de interés, haciéndonos competitivos con otras naciones, ¡y la manufactura se disparará! El dólar es muy fuerte en comparación con otros”, completó.

El desempleo bajó drásticamente en la era Trump. Hasta febrero de 2020, antes de que estallara la crisis de COVID-19, había 5,78 millones de desocupados en EEUU. La tasa de desempleo alcanzó mínimo desde 1969, cuando gobernaba Lyndon Johnson. Casi  dos millones menos de los que había al inicio de su gestión. La pobreza también se redujo durante su mandato y llegó al 10,5% en 2019, mientras que el sueldo promedio por hogar aumentó en 91.652 dólares.

¿El peor presidente de la historia?

Si uno escuchaba a sus opositores, Trump estaba destinado a ser el peor presidente de la historia de EEUU. Los resultados económicos, sin embargo, fueron mejores que los de las gestiones anteriores. ¿Cómo lo explican? Con la incercia. Dicen que el rumbo ya lo había marcado Obama. Y es cierto, en algunos aspectos como el foco en las manufacturas industriales.

El gobierno de Obama habia invertido en 2012 unos 2.200 millones de dólares para actualizar la manufactura nacional. Obama también creó el programa Manufacturing USA, que no solo continúa en funcionamiento sino que es el emblema del cambio de paradigma. Trump le dio su propio, particular, histriónico y a veces polémico, sello personal. Pero lejos de destruir la economía, Trump la consolidó. Y en política internacional recuperó con un accionar firme  el protagonismo frente al desafio chino.

Sin dudas, Trump no es el presidente al que nos tiene acostumbrado Hollywood. Pero tampoco resultó ser el villano fascista que auguraron sus detractores. El modelo de sociedad estadounidense tiene características que trascienden a quien ejercita la primera magistratura. Aún con sus desaciertos, más mediáticos que en políticas públicas concretas, muchos votantes valoran sus capacidades y un liderazgo particular. Tanto que aún en la recesión más profunda de la historia sigue vigente. Y nadie sensato puede darlo por derrotado antes de las elecciones como hicieron cuatro años atrás.


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